El diario de Ethan (híbridos 0.1)

Día 51

Ayer mi “esposa” volvió a golpearme la puerta. Parece que sí va a implementarse a la rutina de todos los días. Eso quiere decir que voy a tener menos tiempo para escribir.

No sé cómo voy a hacer. Todavía queda tanto que contar…

Me pregunto por qué todavía no me mataron ¿Habrá algún rebelde ayudándome acaso? ¿Les gustará verme sufrir? Ya no entiendo nada.

Llegamos a los cinco días al refugio de Estrella. Nos tomamos nuestro tiempo. Estaba igual que la vez que estuve ahí. Almorzamos frugalmente y partimos, era cerca del mediodía. Tardamos dos horas más en llegar al campamento, aproximadamente. Estábamos nerviosos, aunque hacíamos lo posible por disimularlo.

Ya cerca de llegar nos sentamos a la sombra de un árbol a charlar qué haríamos. A repasar el plan por última vez. Marc dijo que se acercaría primero a espiar, porque él era el más grande y sabía moverse mejor en los bosques. Además, su olor no lo delataría como el mío. Yo tenía que esperarlo ahí, y cuando volviese ya decidiríamos cómo continuar.

Finalmente se fue, dejándome solo y lleno de ansiedad. Los minutos pasaron sin noticias suyas, y como no volvía comencé a preocuparme. Cuando se cumplió una hora, en lugar de volver por ayuda como él me había pedido, decidí seguirlo.

El camino en esa zona del bosque me parecía algo conocido. Quizás había sido por ahí por donde corrí huyendo de los animahumanos. El sol iluminaba mi cabeza con fuerza, y algunos pájaros cantaban desde las ramas de los arboles más altos. Pero entre sus silbidos, pude distinguir algo más.

Unas hojas moviéndose por el roce de algo, unos pasos sigilosos.

Me puse en alerta, observando hacia todos mis costados. Lo único que pude ver fue un puño viniendo hacia mi cara, y después oscuridad.

El plan no había funcionado.

Desperté más tarde ese día, con manos y piernas atadas y los ojos vendados. Todavía me sentía un poco mareado, y no ayudaba estar sumido en la oscuridad sin tener ni una mínima idea de en dónde estaba. Solo sabía que no era bueno.

— ¿Hola? —Pregunté, nervioso, a la oscuridad.

— ¿Ethan? ¿Ethan, sos vos? —La voz de Marc venía de algún lugar a mi izquierda, mucho más cerca de lo que habría imaginado.

— ¡Marc! ¿Dónde estamos? ¡¿Qué pasó?! —Exclamé atropelladamente.

—Tranquilo. Ellos nos atraparon… —Susurró— No van a matarnos, creo que quieren algo de nosotros. Sino ya lo habrían hecho. —Me alegré de que no se enojara por mi decisión de volver a buscarlo en lugar de irme, ya bastante mal me sentía conmigo mismo.

—Así es —Dijo una voz rasposa de repente, haciéndonos sobresaltar—. Permítanme presentarme como corresponde. Seremos mitad animales, pero también tenemos nuestra parte humana, ¿verdad? —Una mano gigante me sacó la venda de los ojos con brusquedad.

Confieso que casi me cago encima con el aspecto del híbrido. Era una montaña. Alto, de espaldas anchas, brazos gigantes y cubiertos de pelo gris, aunque calvo, con la cabeza repleta de cicatrices viejas y nuevas. En una de sus manos podían verse unas garras de oso, y sus ojos eran tan oscuros que apenas podían distinguirse sus pupilas.

—Me dicen el entrevistador —Se presentó, sentándose frente a nosotros—. Voy a hacerles unas preguntas, y ustedes contestan. Esto puede ser muy difícil, o muy fácil. Ustedes deciden —Sonrió cínicamente—. Empecemos con una simple: ¿Quiénes son?

Marc y yo nos miramos en silencio. Ambos estábamos atados con los brazos hacia arriba, en una habitación, cárcel… no sé qué era ese lugar. Parecía una especie de mazmorra o calabozo. Lo único que había era una silla en la que estaba el entrevistador, y una vela que iluminaba todo débilmente. Mi amigo y yo yacíamos en el suelo, él con una mancha de sangre seca en la frente que se asomaba por una venda mal colocada.

—Yo soy Marc, él es mi hermano Ethan —Mintió—. Estábamos viajando, buscando algún lugar en el que vivir los dos tranquilos y solos. Antes vivíamos con nuestra madre, pero ella murió en un… accidente.

El gigante hizo un gesto de desagrado.

—Puedo creerte todo excepto que son hermanos —Contestó—. Tu asqueroso olor a humano te delata, pendejo —Me señaló, y sentí frío recorrer mi espalda—. A menos que me haya perdido de algo.

Mi amigo y yo nos quedamos en silencio, sin saber qué responderle. El grandote rió.

—No me gustan los mentirosos —Continuó, levantándose de su asiento mientras se arremangaba la camisa. Se acercó a Marc y deslizó lentamente una garra por su rostro—. Creo que necesitas una pequeña lección, así no vuelve a pasar…

El entrevistador comenzó a golpear a Marc en el rostro repetidas veces, ignorando mis suplicas de que parara. Hasta que no lo dejó sangrando, con un corte en la mejilla derecha y un ojo cerrado de la hinchazón, no decidió que era suficiente.

—Los dejo solos un rato. Piensen bien en lo que van a responderme. Queremos que nos digan todo lo que saben. Especialmente el humano. —Se fue, apagando la vela y dejándonos en la más absoluta oscuridad.

Mi mente no paraba de darle vueltas a la nota que le había dejado a Estrella, deseaba con todas mis fuerzas que la leyera y fueran a rescatarnos. Ella tenía razón. Era peligroso. Pero estaba tan ansioso por volver con los míos que no quise escuché sus advertencias y me comporté como un idiota. Y lo peor es que fui solo yo quién pagó las consecuencias.

Lo que Marc y yo vivimos con los híbridos... con los animahumanos, será algo que no olvidaremos jamás.




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