El diario de Ethan (híbridos 0.1)

Día 55

Tardamos menos de dos días en llegar a Heaven.

Habíamos decidido agarrar uno de los autos que estaban abandonados en la ruta, a pesar de que ninguno de los dos sabía manejar. Fue prueba y error. Primero intenté yo, ya que por lo menos había visto manejar a alguien antes. No nos fue tan mal como pensábamos. Llegamos enteros, y con el auto en una sola pieza.

Bueno, si no tenemos en cuenta el espejito retrovisor de la derecha… y una de las luces traseras…

Según el mapa, debíamos doblar en determinado punto de la ruta, pero no podíamos determinar con seguridad dónde. Habríamos seguido de largo de no ser por la atenta y penetrante mirada de Marc, que logró ver un camino de tierra que interrumpía el océano de árboles, y una H tallada en uno de los troncos.

Seguimos el camino sin pensarlo dos veces. Nos adentramos profundamente entre los árboles hasta llegar frente a un gran portón azul. A derecha e izquierda podía contemplarse un alto muro de cemento gris. Parecía ser un Country, o un lugar de esos típicos a los que los chicos se iban de campamento en otros tiempos ya lejanos.

Bajamos del auto y observamos fijamente el portón, como si pudiésemos abrirlo con la mirada. Sobre él había un cartel que decía “Heaven” en grandes letras negras. No había ningún indicio a primera vista sobre si el lugar seguía funcionando.

Con Marc no sabíamos qué hacer.

— ¿Hola? —Pregunté en voz alta, y esperamos en silencio una respuesta—. So… somos humanos. —Iba a decir soy, pero me retracté a último momento.

— ¿Quiénes son? —Dijo una voz femenina del otro lado del muro, parecía venir desde arriba. Había gente vigilando la puerta.

—Soy Ethan, y él es mi amigo Marc. —Contesté.

— ¿Hay alguien más con ustedes? —Preguntó la misma voz.

—No, vinimos solos.

Pasaron unos minutos en silencio, hasta que finalmente el portón se abrió lentamente hacia afuera. Una mujer con ropa de camuflaje nos esperaba parada tras la puerta con un rifle, dos personas más vigilaban junto a ella. Nos revisaron detenidamente y nos dejaron pasar.

—Hay más gente, aunque no puedan verla —Dijo la mujer cuando llegamos junto a ella—. Así que más les vale que no estén mintiendo, y que no intenten nada. No se preocupen por el auto, ya lo van a entrar. —Hizo señas a alguien detrás de nosotros y comenzó a caminar.

La seguimos por un camino de tierra hasta llegar a una larga edificación gris, en donde se encontraba la oficina en donde nos interrogarían; una habitación pequeña de paredes blancas, con un estante de madera oscura en la pared izquierda a la puerta, detrás de un escritorio del mismo color. Un hombre estaba sentado tranquilamente frente a este, tomándose un café y revisando unos papeles.

— ¿Recién llegados? —Preguntó el hombre alzando la vista—. Siéntense, por favor. —Señaló unos sillones rojos algo desgastados frente a él.

Marc y yo nos sentamos sin mediar una palabra, solo una mirada para evaluar la expresión del otro. Mi amigo me sonrió alentadoramente.

Estaba ansioso por comenzar a preguntar por mi familia, pero sabía que primero teníamos que responder nosotros.

—Podés irte, Cristina. Gracias —Le dijo a la mujer que nos había acompañado todo ese tiempo. Ella se despidió con un gesto y se fue—. Parece algo dura, pero es un amor cuando la conocen bien —Sonrió con cansancio—. Pueden llamarme Zeus, soy el líder de esta pequeña comunidad llamada Heaven. Intenté cambiarle el nombre por Olimpo, aunque tristemente no me dejaron. —Guiñó un ojo, intentando romper el hielo.

En un primer momento me pareció que mostraba demasiada bondad como para ser real, pero con el tiempo me di cuenta de que en realidad era buen tipo. Demasiado bueno en ocasiones.

—Espero que comprendan que debo hacerles un pequeño interrogatorio —Continuó—. Nunca se sabe. Pero no hay que olvidar los modales ¿Desean tomar algo?

Cuando escuchó mi nombre y mi historia, Zeus casi se cayó de la silla. Me confirmó que los chicos estaban ahí, y me contó que él se había hecho muy amigo de mamá, por lo que sabía bien quién era yo. Hasta a veces le pedía consejos sobre distintas cosas. Así que contestamos a todas sus preguntas con la mayor honestidad posible, cambiando un poco la historia en lo referente a Marc, hasta terminar el interrogatorio. Luego de eso no pude esperar más.

— ¿Puede llevarnos con ellos?

—Claro que sí. —Respondió con alegría.




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