Diciembre llegó a United World más triste de lo normal.
El silencio recorría los edificios, las habitaciones y hasta la zona de civiles. Podía sentirse en el aire una tristeza que, aunque nadie se animara a expresar con palabras, se notaba en los rostros de las personas.
Y en el silencio.
En enero comenzarían las primeras casas, donde 100 de nosotros tendríamos que luchar por nuestras vidas, donde muchísimos moriríamos y otros tantos entregarían su alma y levantarían la bandera de W.U.U.C en alto, aunque antes los repudiaran.
Es lo que ocasionará el lavado de mentes. Puede que en un principio unos pocos se resistan, que sientan odio por quienes los metieron en las casas, pero a la larga o a la corta se terminaran rindiendo. ¿Por qué razón se enfrentarían a "los salvadores del mundo"? Después del reseteo no sabrán nada de lo que pasó, les dirán una historia falsa y ellos se la creerán aunque sospechen que es mentira. Es mejor eso al vacío. Algo a lo que aferrarse.
Volviendo al tema. Para disimular un poco la tristeza que reinaba en nuestros corazones, a alguno de los cargos importantes de United World se le ocurrió celebrar la Navidad. Y por más que no lo dijeran, funcionaría a la vez de despedida para los que entraríamos a las casas.
A todos les encantó la idea, incluyéndome. Me venía bien poder olvidarme de todo un rato, pero lo que menos pude hacer esa noche fue olvidar.
Alrededor del 20 de diciembre a los reclutas se nos permitió regresar al edificio. Tendríamos 10 días de libertad mientras no interfiriéramos con nada, y no intentásemos escapar. La alegre decoración ayudó a que nos relajáramos un poco, después de meses de puro entrenamiento.
Finalmente llegó el 24. Hubo comida como no habíamos visto en años, música y alcohol. Intenté evitarlo, pero finalmente terminé con una terrible borrachera. Bueno, no fue tan potente ya que no me permitieron tomar tanto, aunque si lo suficiente como para terminar entre llorando y riendo a las 4 de la mañana en el frio suelo de concreto de mi habitación, recordando la última Navidad que pasé con mi familia sin saberlo.
Apenas unos días antes de que se desatará el caos de los híbridos yo esperaba ansioso la llegada de Papá Noel. Mamá había cocinado pollo al horno con papas, mi comida favorita, y una tía (por parte de padre) había traído Vitel Toné. Su hija, la más grande de las primas (creo que tenía unos 15 años en ese momento) se había preparado especialmente para ella una ensalada de lentejas y huevo, ya que se había hecho vegetariana y a sus padres les costaba aceptarla.
— ¿Y si sos vegetariana, por qué comes huevo? —Preguntó mi tía Marta en tono de suficiencia—. Los vegetarianos no comen nada que venga de un animal. Y vos no sos eso, vos sos caprichosa.
—Mamá, los huevos no son carne. Y yo soy ovo-láctea-vegetariana. Los que no comen naaaadaa que no venga de un animal son los veganos. —Explicó mi prima Ariadna. Pero mi tía era muy terca, así que la discusión perduró toda la noche mientras los demás nos reíamos.
También vino mi abuela y mis tíos, junto con Marco, el único niño de mi edad. Todos del lado paterno, ya que mamá no tenía familia.
Comimos hasta que se nos hinchó la panza. Los grandes contaron anécdotas graciosas, como cuando el abuelo se perdió en el aeropuerto y casi se sube a un avión que iba a México, cuando él solo quería ir a vacacionar a Salta. Y que cuando la azafata le informó el error él se lo discutió hasta que mi papá lo encontró y se lo llevó.
A las doce de la noche salimos a ver los fuegos artificiales, y cuando entramos abrimos todos los regalos. Marco y yo estábamos tristes porque no habíamos logrado ver a Papa Noel, pero felices porque al parecer nos habíamos portado lo suficientemente bien como para que nos trajera regalos. A él le regalaron un auto a control remoto, y a mí una mochila nueva con dos libros. Amaba leer, y mi primo amaba los coches.
Fue una navidad perfecta para nosotros.
A eso de la 1 de la mañana ya todos empezaron a irse. Marco se quedó dormido en el sillón así que al otro día sus padres lo pasarían a buscar. Me acuerdo que me había ido a la pieza olvidándome de despedirme, por lo que había regresado al comedor. Sin embargo antes de llegar escuché que hablaban en susurros y por curiosidad me detuve a escuchar.
—No quise decir nada antes por los chicos, pero... ¿es verdad lo que comentan? —La voz de la tía se percibía llena de miedo, en lugar de su típica tonada alegre—. ¿Los híbridos existen?
—Sí... —Contestó mamá, susurrando— Según mis contactos los tienen controlados, aunque hay que ver por cuánto tiempo...
—No seas pesimista, amor —La voz de papá sonaba confiada—. Ya van a ver que todo se resolverá. El ser humano sobrevivió a la tercera guerra mundial, ¿no? ¿¡Qué podría haber peor que eso!?
Si supieras papá... si supieras.