Como ya mencioné antes, los días se deslizaban, derretidos por el calor de ese verano implacable, avanzando con una rapidez que me dejaba sin aliento. No quería que pasaran tan rápido, pero no podía detenerlos, ni siquiera detenerme a pensarlo. El tiempo simplemente seguía su curso, arrastrándome con él.
Recuerdo claramente cómo ese día, como cualquier otro, fui al trabajo. Las conversaciones del día seguían su curso habitual, pero esa vez había algo diferente en el aire. Mis compañeros, como siempre, hablaban sobre fertilidad, pero de una manera extraña, mezclando datos científicos y biológicos con supersticiones y consejos esotéricos, como si buscaran respuestas tanto en la ciencia como en lo paranormal. Historias de antepasados, de tradiciones antiguas, de mitos y creencias de un mundo lejano pero cercano a la vez. Me senté con ellos, como siempre, escuchando atentamente. Mi carácter introvertido me mantenía en la periferia de la conversación, pero eso no significaba que no estuviera presente. Los observaba, procesaba cada palabra con respeto, aunque no compartiera realmente sus creencias.
De hecho, aunque disfrutaba de los temas que debatían como un pasatiempo o un contenido curioso para mi mente, jamás los tomé demasiado en serio. Mi escepticismo me mantenía distante de esa mezcla entre lo racional y lo irracional. Para mí, las supersticiones eran solo eso, supersticiones. Algo entretenido para conversar, algo que alimentaba mis días monótonos, pero nada más allá de eso. Y sin embargo, había algo en esos momentos que me conectaba con mis propios recuerdos más oscuros, los de mi niñez. Historias de terror y cosas paranormales que había escuchado en mi infancia, quizás como una forma de escapar de la cruda realidad, una manera de hacer que mi mente se deslizara hacia lugares más controlables, más manipulables.
Curiosamente, ahora que lo pienso, era en esos recuerdos oscuros, llenos de sufrimiento, donde encontraba una extraña especie de consuelo. Aunque era un consuelo turbio, una especie de refugio creado en las grietas de mi mente. En mi época más sombría, cuando todo se desmoronaba a mi alrededor, me encontraba refugiado en esas historias. Mi mente trataba de encontrar lógica en lo ilógico, buscando alguna forma de explicar lo inexplicable, como si pudiera encontrar sentido en el caos que había sido mi vida hasta entonces.
Es extraño cómo la mente, cuando está herida, se aferró a esas fantasías, a esos recuerdos que me mantenían distraído de lo real. Quizás, en ese momento, era la única forma en que podía sobrellevar el peso de todo lo que había vivido. No quería pensar en lo que había dejado atrás, no quería enfrentarme a lo que aún me perseguía. Así que me dejaba arrastrar por esas historias, como un niño perdido en un mundo de fantasmas y mitos, buscando alguna respuesta que nunca llegaría.
Siempre pensé que este tiempo, ese espacio vacío que habitaba mi mente, era como los restos de un cerebro maltratado, desgarrado por años de vivencias que nunca se deshacen del todo. Cada recuerdo, cada fragmento, era como un pedazo de corteza que se desprendía lentamente, sin piedad, dejando a su paso una sensación de vacío, de agotamiento profundo. La jaqueca que solía tener, ese dolor que parecía punzar en lo más profundo de mi cabeza, me sumía en una confusión tal que perdía la percepción de lo real, de lo que estaba frente a mí y lo que formaba parte de un pasado que se resistía a quedar atrás. Los recuerdos caían de mi mente como piezas sueltas, dispersas y caóticas, sin un orden aparente, como si mi cerebro tratara de reconstruir algo que ya se había quebrado. Mi intento por comprender lo que había pasado no era más que un intento fallido de poner algo de orden en un caos.
Hubo momentos, especialmente cuando era niño, en que me convencí de que lo que vivía era lo normal, que aquellos abusos, aquellas situaciones de sufrimiento y desesperación, eran solo parte del proceso de crecer, de vivir. Es extraño pensar ahora en cuántas veces traté de justificar lo que no tenía justificación, de hacer que encajara en un molde que no era el suyo. Pensé que todo eso eran solo cosas de la infancia, experiencias que uno tenía que superar, "cosas que se olvidan con el tiempo". Pero, a medida que los años pasaron y los recuerdos se hicieron más nítidos, me di cuenta de que no era así. Comencé a reconocer que aquello no era normal, que todo aquello era una distorsión cruel de la realidad, un escenario que me había sido impuesto y que, por mucho tiempo, había aceptado como parte de mi vida.
A veces, cuando intentaba recordar, sentía cómo esos recuerdos volvían, no en orden, sino como una marea de imágenes y sensaciones desordenadas. Se entrelazaban unos con otros, como espinas que se cruzan entre pétalos de una flor rota. Cada uno de esos recuerdos parecía perforar el siguiente, haciéndolos más difíciles de procesar, más difíciles de aceptar. Tal vez, en ese momento, mi mente estaba intentando negar la totalidad de lo vivido, buscando un refugio en la negación. Tal vez fue esa la única manera en que pude seguir adelante, cerrando los ojos ante la verdad para no hundirme más en la oscuridad. Pero, al final, la negación nunca es suficiente. No puedes escapar para siempre. Con el tiempo, la verdad empieza a filtrarse, a emerger, y entonces, por fin, comprendí lo que había pasado.
Estaba sentado en la pequeña sala del hospital, escuchando a mis compañeros discutir sobre temas triviales, mezclando chistes y teorías sobre el Y2K, mientras mi mente navegaba en un mar de recuerdos dolorosos. Habían pasado apenas unos segundos, tal vez minutos, pero en mi cabeza, ese tiempo se dilataba. Cada recuerdo era como una tormenta de pensamientos que chocaba con otros, como un remolino de imágenes y emociones que se sucedían sin cesar. Todo se entrelazaba, se mezclaba, y por momentos me perdía entre ellos. Parecía que estaba atrapado en ese ciclo, como si no pudiera escapar de esa constante reflexión sobre lo que había sido, de esa constante reconstrucción de mi pasado, buscando respuestas, buscando algún sentido en medio del caos.
#1747 en Thriller
#833 en Misterio
#378 en Paranormal
terror paranormal y psicologico, paranoia y enfermedad mental, misterio drama
Editado: 19.12.2024