El diario de Katy.

El pretendiente de Lina.

El aire nocturno tenía una calma engañosa. Katy había cerrado la puerta de su casa con más fuerza de la necesaria, sintiendo como si la opresión en su pecho la estuviera sofocando. Su cuerpo parecía moverse solo, guiado por la desesperación, hasta que se dio cuenta de que estaba corriendo por las calles, rumbo a la casa de Úrsula.

"Es que, sinceramente, me parece raro. Como si quisieran… imponer algo que no es natural, ¿no crees?"

Esa frase aún seguía en su mente, como un eco cruel.

Cada paso era un intento por alejarse del recuerdo de Lina en su pecho, de sus piernas entrelazadas y del comentario que había quebrado la ilusión que, aunque nunca lo quiso admitir, había alimentado por tanto tiempo. La rabia y la tristeza la consumían al mismo tiempo. ¿Cómo había podido ser tan ingenua? ¿Cómo había creído que Lina podría sentir algo por ella cuando ni siquiera aceptaba lo que ella era?

Estaba acostumbrada a ser tachada como rara debido a su sexualidad, pero si se trataba de ser tachada por la rubia, entonces ya nada tenía sentido.

Cuando llegó a la casa de Úrsula, apenas tuvo fuerzas para tocar la puerta. Úrsula abrió tras unos segundos, con una expresión confusa al verla ahí tan tarde. La pelirroja llevaba un top con tirantes y unos shorts cortos que la hacían ver sensual, tal vez en otro momento la alta hubiera alabado la belleza de su amiga, pero definitivamente ahora no.

"¿Katy? ¿Qué haces aquí? ¿Qué pasó?" preguntó Úrsula, bajando la voz al notar el temblor en los labios de su amiga.

"No podía… no podía quedarme ahí. Por favor, ¿puedo pasar?" dijo Katy con un hilo de voz, y sus ojos se llenaron de lágrimas antes de que pudiera controlarlas.

La pelirroja abrió los ojos como platos, había pasado mucho tiempo desde que había visto llorar a su amiga.

Sin preguntar más, Úrsula la dejó entrar y la llevó a su habitación, cerrando la puerta detrás de ellas. Katy, al estar rodeada del ambiente familiar y seguro de su amiga, dejó salir todo lo que llevaba dentro. Se dejó caer en la cama de Úrsula, hundiendo el rostro en las manos mientras las lágrimas fluían libremente.

"Soy tan estúpida, Úrsula. ¡Tan estúpida!" sollozó Katy, su voz entrecortada por el llanto.

Úrsula, que había cruzado los brazos lista para reprocharle algo relacionado con Lina, se detuvo en seco. Ver a Katy en ese estado era suficiente para desechar cualquier sermón que tuviera en mente.

"¿Qué pasó?" preguntó en un tono más suave, sentándose junto a ella.

Katy alzó la vista, sus ojos enrojecidos.

"Yo… pensé que podía tener una oportunidad con Lina. Aunque fuera una mínima. Pero esta noche… me dejó claro lo que piensa de gente como yo. Dijo que es raro, que no es natural. ¿Puedes creerlo? Y mientras lo decía, estaba recostada en mi pecho, como si todo fuera normal" Las palabras salieron a borbotones, cada una cargada de dolor.

Úrsula suspiró profundamente, quería estrangular a la rubia, vaya que enserio lo quería.

"Katy, siempre te lo he dicho… no deberías ilusionarte con alguien como Lina. Es… bueno, es Lina. Sabías que podía pasar esto"

"Aparte de antipática y auténtica imitación de Barbie" quiso agregar Úrsula, pero solo habló para sus adentros.

Katy asintió, su cuerpo temblando mientras trataba de controlar el llanto.

"Lo sé, lo sé. Pero no puedo evitar sentirme así. Y ahora me siento como una idiota por soñar siquiera que algún día…" Se interrumpió, incapaz de continuar.

Úrsula la rodeó con un brazo, abrazándola con más ternura de la que acostumbraba mostrar. La alta era una de las pocas personas a las que les permitía tener contacto físico con ella, y es que Katy era una increíble persona y no merecía estar sufriendo por una mierda de melena dorada.

"Ya, tranquila. No es tu culpa sentir lo que sientes. No puedes controlar eso. Pero sí puedes decidir cómo manejarlo. Por ahora, olvídala. Quédate aquí esta noche. Vamos, ya coordino con tus papás" Úrsula sacó su teléfono y envió un mensaje rápido mientras Katy intentaba calmarse.

Al ser Úrsula una amiga de años, ya tenía ganada la confianza con los progenitores de Katy y estos no durarían en dejar a su hija en su cuidado.

Una de las ventajas de tener padres liberales y jóvenes, era que estos al salir de rumba dejaban la casa sola, por lo cual la pelirroja podía hacer lo que quería.

Ya extrañaba las pijamas juntas, aunque vaya que de esa forma no era igual, pero al menos iban a tener una pijamada.

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Úrsula se despertó temprano, aunque no por voluntad propia. Había dejado sus cosméticos esparcidos por toda la cama la noche anterior, y al buscar uno de ellos, se dio cuenta de que no estaban donde los dejó. Miró alrededor y notó que toda la habitación estaba impecable: la cama hecha, los libros acomodados y su escritorio despejado.

Cuando Katy se lo proponía bien que podía ser una reina del drama, mira que ordenar todo para mantener la mente ocupada era tomarse las cosas enserio.

Igual Úrsula solo se rió un poco antes de agradecerle para sus adentros, no era gran fan de la limpieza de su habitación porque era miy complicado ordenar todo, ahora que ya todo estaba hecho se quitaba una responsabilidad de la espalda.

Se levantó con cuidado, mirando la hora en su teléfono. Eran las 4:17 de la madrugada. Extrañada, decidió salir al pasillo. Caminó hasta la azotea y ahí, entre la penumbra, encontró a Katy mirando el cielo, envuelta en una manta y sosteniendo una taza de agua de manzanilla.

Vaya que Katy encajaba bien en la típica escena deprimente donde la protagonista se queja de que su vida no tiene sentido después de una decepción amorosa.

No dijo nada. Katy parecía tranquila, aunque una melancolía persistente rodeaba su figura. Úrsula decidió no interrumpirla y regresó a su habitación, pensando en cómo animarla durante el día. Sabía que la alta adoraba quedarse mirando el cielo sin compañía, así que con eso se quedó más tranquila. Se recostó nuevamente sobre su cama y cerró los ojos, el cansancio hizo lo suyo y no tardó en quedarse dormida.



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En el texto hay: diario, lesbiana, chicas amigas

Editado: 31.12.2024

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