Quiero escribir, pero las palabras no me salen.
Quiero gritar, pero me quedé sin voz
Quiero luchar, pero mi espada fue robada
Quiero vivir, pero me quedé sin fuerzas
Quiero hacer tantas cosas, pero mi fuerza de voluntad se fue junto con el viento.
Mis esperanzas fueron arrebatadas por el fuerte ruido de la desesperación y mi corazón fue partido a la mitad por aquel verdugo que exigía que yo desapareciera.
Aquel verdugo que vive en mi cabeza decidiendo cual de mis razones son las correctas, juzgando cada paso y convirtiéndose en mi mayor enemigo. El cual al final de cuentas no es otro más que yo misma.