El diario de la tristeza

Vida perdida.

Solo era consciente de que era fuertemente golpeada, del salvajismo con que lo hacías, de la piedad que no tuviste aunque rogué por ella... solo era consciente de lo poco que veía y de lo mal que me sentía, de cada patada que hacía doler las zonas afectadas, de cada bofetada que mi cara recibía y de los sollozos y quejidos que emitía.

Por algo tan estúpido me condenabas, y eso que tú eras el pecador; no era mi culpa que le fueras infiel a tu esposa, esa que decía ser mi madre y permitió que me molieras a golpes. Me era imposible no rogar ser perdonada por un acto donde no tenía culpa, pero no quería morir, no aún.

Ahí, con mis piernas abrazadas y mis ojos muy apretados, tirada en aquella esquina de lo que se suponía era mi hogar, recibiendo mi "castigo por bocona", escuché aquél ruido de un objeto metálico siendo arrastrado en mi dirección... nunca imaginé que  aquél bate de beisbol que tantas veces vi utilizar a mi hermanito en sus juegos,  sería usado para tal atrocidad.

Sentí un fuerte impacto contra mi cabeza, al mismo tiempo que un grito exagerado de lamento proveniente de la mujer que me trajo a sufrir al mundo, fue lo ultimo de lo que logre ser consciente antes de cerrar mis ojos.

Y ahí lo supe, ya había muerto en manos del que por tanto tiempo llamé papá.

 




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