El Diario de las Pesadillas

Capítulo 4: El Guardián de las Pesadillas

A medida que pasaban los días, Adrián y Laura se sumergían cada vez más en la oscuridad del diario. Parecía tener una fuerza incontrolable, que aumentaba en intensidad con cada sueño, como si el simple acto de leerlo le otorgara más poder. Ambos habían experimentado pesadillas recurrentes que se tornaban más intensas y vívidas, pero lo que más los inquietaba era la conexión que el diario había establecido entre ellos: sus sueños parecían entrelazarse, compartiendo visiones y figuras que se repetían. Y en el fondo de cada pesadilla, ambos empezaron a percibir una figura encapuchada que les seguía en silencio.

La presencia de esa figura sin rostro los atormentaba tanto en los sueños como en la vigilia. Era una sombra constante, algo que se insinuaba en los rincones de sus mentes durante el día y se revelaba con un terrible poder durante las noches. Laura, siendo la más racional de los dos, intentaba mantenerse firme, pero incluso ella sentía que algo dentro del diario cobraba vida con cada pesadilla. Adrián, por su parte, comenzaba a sentir una obsesión creciente por el libro, una especie de atracción inexplicable que le impulsaba a seguir leyéndolo a pesar del peligro.

Una noche, incapaces de dormir, Adrián y Laura se reunieron en la habitación de Adrián para intentar comprender el diario. A la luz de una lámpara de escritorio, empezaron a pasar página por página, buscando alguna pista que explicara el origen del libro o cómo romper la conexión que había establecido con ellos.

En una de las páginas, encontraron una entrada particular y perturbadora. La escritura era temblorosa y desordenada, como si el autor original hubiera estado aterrorizado mientras escribía. La entrada hablaba de una figura conocida como El Guardián de las Pesadillas, una entidad encapuchada que habitaba el diario y que, según la leyenda, vigilaba a quienes se adentraban en sus páginas. Este guardián, decía la entrada, se alimentaba del miedo de los lectores y usaba las pesadillas para extender su control sobre ellos, atrapándolos hasta que su voluntad se desvaneciera por completo.

—Este guardián… creo que es la figura que hemos visto en nuestras pesadillas— dijo Laura, su voz apenas un susurro—. Es como si el diario tuviera su propia conciencia y nos estuviera acechando.”

Adrián asintió, sintiendo un escalofrío.

—Y cada vez que lo leemos, parece ganar más fuerza… como si lo estuviéramos alimentando.

En ese momento, ambos comprendieron que el diario no era solo un objeto inanimado, sino una especie de prisión o portal para una fuerza oscura que buscaba controlar sus mentes. Sabían que enfrentarse al Guardián de las Pesadillas sería peligroso, pero sentían que era su única oportunidad de liberarse del poder del diario.

Esa misma noche, ambos se fueron a dormir con la inquietante certeza de que el guardián los estaba esperando. Poco después de cerrar los ojos, se encontraron en una pesadilla compartida: estaban en un pasillo largo y oscuro, flanqueado por puertas de madera vieja, algunas de ellas entreabiertas y otras cerradas con candados oxidados. Cada paso que daban resonaba con un eco ominoso, como si alguien estuviera siguiéndolos de cerca.

—¿Esto es un sueño, verdad?— preguntó Laura en voz baja, tratando de no hacer demasiado ruido.

—Sí, pero se siente demasiado real—, respondió Adrián, su voz llena de temor.

Mientras avanzaban, empezaron a sentir una presencia detrás de ellos, algo que se acercaba, rodeado de sombras. El pasillo parecía alargarse con cada paso, y las puertas a los lados parecían contener susurros y murmullos que los llamaban por sus nombres.

De repente, una figura encapuchada emergió de las sombras detrás de ellos, alta y cubierta por una capa negra que absorbía toda la luz a su alrededor. No tenía rostro; en su lugar, solo había un vacío oscuro, como un abismo que absorbía cualquier atisbo de esperanza o valor. Era el Guardián de las Pesadillas.

—Han leído más de lo que deberían—, murmuró el guardián con una voz que resonaba como el eco de cientos de susurros al unísono—. Ahora están atrapados, y no habrá escapatoria.

Adrián y Laura retrocedieron, incapaces de apartar la vista de aquella figura, mientras el pánico crecía en sus corazones. El guardián avanzaba hacia ellos, sus pasos suaves pero decididos, como si supiera que no podían huir de él.

Adrián tomó la mano de Laura y, sin pensarlo dos veces, echó a correr por el pasillo, tirando de ella. Sabían que no podían vencer al guardián en ese momento, pero si lograban escapar, tal vez podrían ganar algo de tiempo para entender mejor cómo enfrentarlo.

Mientras corrían, las puertas se abrían y se cerraban de golpe, revelando rostros aterradores y sombras que trataban de atraparlos. La figura del guardián parecía desvanecerse y reaparecer a su alrededor, como si el espacio y el tiempo se distorsionaran en aquel lugar. Sentían su presencia a cada lado, avanzando, estrechando el pasillo para que no pudieran huir.

Llegaron a una puerta que se encontraba abierta de par en par. Sin dudarlo, se lanzaron dentro y cerraron la puerta tras de sí. Dentro, se encontraron en una pequeña habitación sin ventanas, donde solo había un espejo viejo y agrietado que colgaba de una de las paredes. La voz del guardián resonó de nuevo, esta vez como un eco que llenaba toda la habitación.

—Pueden esconderse, pero siempre los encontraré. No podrán huir de mí… ni de sus propios miedos.




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