El Diario de las Pesadillas

Capítulo 8: El Diario en Manos Nuevas

Han pasado varios meses desde que Adrián y Laura lograron destruir el diario. Aunque el proceso de recuperación no fue fácil, ambos han encontrado una manera de aceptar lo que vivieron y de dejar atrás el miedo. El tiempo ha ayudado a que las heridas psicológicas sanen, y ambos han retomado su vida normal, sintiéndose más fuertes y seguros.

La experiencia que compartieron dejó una marca profunda en su amistad. Ahora, Adrián y Laura están más unidos que nunca, su vínculo forjado en la valentía y en el apoyo mutuo frente al peligro. Ambos han decidido no hablar con nadie sobre lo ocurrido, como si hacer pública la historia pudiera reactivar el oscuro poder del diario. Entre ellos, solo se refieren al tema en ocasiones, recordando sus vivencias como un mal sueño que, poco a poco, ha ido desvaneciéndose en sus recuerdos.

Laura ha comenzado a interesarse por la psicología y los mecanismos del miedo, mientras que Adrián ha encontrado consuelo en la escritura. Ambos han transformado su experiencia en una fuente de inspiración y resiliencia, dejando atrás la oscuridad del guardián y las pesadillas que los atormentaban.

Un día, al final del semestre, Adrián y Laura visitan una biblioteca en otra ciudad, como parte de una excursión escolar. Es una biblioteca grande y antigua, con estanterías altas que se extienden hasta el techo y que albergan libros de todas las épocas. La arquitectura imponente y las sombras que cubren los rincones les recuerdan a la biblioteca de su escuela, aunque esta es mucho más majestuosa.

Al recorrer los pasillos, ambos sienten una ligera inquietud, como si los recuerdos de lo vivido con el diario intentaran resurgir. Laura, notando la expresión de Adrián, le sonríe y le da una palmada en el hombro.

—Es solo una biblioteca, no tiene nada que ver con… lo otro— le dice, tratando de tranquilizarlo.

Ambos continúan explorando, y aunque intentan relajarse, una sensación de déjà vu persiste en el aire. Es como si algo les recordara que las sombras de la experiencia pasada aún no han desaparecido por completo. Sin embargo, no dejan que el miedo los detenga y continúan su recorrido, sintiéndose cada vez más seguros de que, en efecto, su vida ha vuelto a la normalidad.

Esa tarde, cuando están a punto de marcharse, ven a un niño pequeño que parece estar buscando algo en la sección de libros antiguos. Adrián observa al niño con una sonrisa, recordando su propia curiosidad en la infancia. Sin embargo, algo en la forma en que el niño examina los libros le resulta familiar. Siente un ligero escalofrío, pero lo atribuye a su imaginación.

Al acercarse, el niño saca un libro oscuro, de cubierta de cuero desgastada y grabado con las iniciales “E.D.” en la tapa. La respiración de Adrián se detiene, y al ver que Laura también lo ha notado, sus ojos se encuentran, compartiendo el mismo horror. No entienden cómo el diario ha aparecido en una biblioteca diferente, en otra ciudad, después de que ellos lo destruyeron.

El niño, ajeno a la reacción de Adrián y Laura, abre el libro y hojea las páginas con curiosidad, como si no sintiera la oscuridad latente que emana de sus palabras. Adrián se acerca y, con voz temblorosa, le dice al niño:

—Ese libro… no es para ti. Déjalo, puede ser peligroso.

El niño lo mira, confundido.

—¿Por qué? Es solo un diario. Lo encontré aquí, olvidado—. Pero antes de que pueda decir más, la bibliotecaria aparece y le quita el diario de las manos.

—Este libro no debería estar aquí— menciona la mujer, con una expresión seria. Sin embargo, cuando mira a Adrián y Laura, su rostro muestra una ligera sonrisa, como si entendiera algo que ellos no pueden comprender.

—Volveré a guardarlo donde pertenece.”

Mientras la bibliotecaria se aleja, Adrián y Laura sienten que la calma que habían logrado recuperar comienza a resquebrajarse. No entienden cómo el diario ha reaparecido, ni qué significa que esté bajo la custodia de alguien más. Temen que el guardián aún tenga el poder de regresar, de encontrar nuevas víctimas y de continuar con su ciclo de pesadillas.

Después de regresar a su ciudad, Adrián y Laura visitan a la señora Durán por última vez. La anciana parece esperarlos, como si ya supiera la razón de su visita. Al escuchar su relato sobre el diario reaparecido, suspira y los observa con tristeza.

—El poder de ese diario no reside en el libro en sí, sino en el miedo y el deseo de quienes lo poseen—, les explica—- Es una manifestación de la oscuridad en el corazón humano, y mientras haya quienes se sientan atraídos por lo desconocido, el diario encontrará una forma de existir.

Laura la mira, confundida.

—Entonces, ¿nunca podremos librarnos de él por completo?

La señora Durán sacude la cabeza.

—No es tan sencillo. La curiosidad, el miedo… esas son fuerzas poderosas. Ustedes lograron superar al guardián porque enfrentaron sus miedos, pero no todos son capaces de hacer lo mismo. Mientras haya quienes cedan ante la curiosidad y el temor, el diario siempre regresará, buscando nuevas almas.

Adrián siente un escalofrío y se pregunta si ellos mismos podrían estar destinados a cargar con el recuerdo del diario para siempre. La señora Durán les asegura que ya han hecho su parte y que han demostrado ser más fuertes que el poder del guardián. Sin embargo, la advertencia es clara: siempre habrá quienes intenten leer el diario, y su poder persistirá en la medida en que los lectores no enfrenten sus propios miedos.




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