El diario de los susurros

Capítulo 9: Tiempos innombrables

El muchacho despertó, se miró el torzo, estaba completamente vendado. Tenía que reconocer que no estaba en su mejor momento. Volteó y se encontró con la mirada severa de una muchacha de cabellera marrón claro, sus ojos verdes mostraban seriedad. Su aura era agresiva, como un águila a punto de atacar. En ese momento se hizo completamete reconocible.

Detrás de ella, cruzadas de brazos y con actitud amenazante vío a una muchacha que a ojo tendría unos 18 años, tenía un aura demoniaca y aunque había tomado la apariencia de una muchacha de unos 20 y tantos. ¿Por qué un demonio haría eso? Su cabello negro y su piel blanca contrastaban bastante. 

Junto a la demonio había una driade, era basntante curioso verla fuera del bosque, pero la casa estaba rodeada, así que posiblemente podría aguantar esa pequeña distancia. 

Se quedó durante unos segundos sin moverse, estaba muy cansado, así que no reaccionaba bien. Después de unos segundos de meditación reaccionó.

— ¡Chiqui-Cande!  —exclamó el muchacho tirandose sobre ella y abrazandola—. Mi pequeña alumna.

La castaña estaba sorprendida, unos segundos después reaccionó. Ese perfume, ese caracter alegre y ese apodo.

— ¿Capitán? —murmuró—. ¿Kai Roy?

Se alejó un poco de él y se miraron durante unos segundos. Los ojos de la chica y su aura pasaron a ser mucho más amigables y hasta alegres.

— ¡Capitan! —exclamó feliz.

—Chiqui-cande —volvió a decir muy alegre el muchacho y se abrazaron.

La cara de confunsión de las otras dos fue notoria, necesitaban una explicación y Candela estaba dispuesta a darsela.

—Él y yo entrenamos junto a mis padres para ser la guardiana de El diario de secretos y él el guardian de El diario del agua —explicó sonriendo—. Nos conocimos de niños, pero después de eso el tuvo que irse con su familia y no lo volví a ver. —Volteó a ver al muchacho—. Pensé que no habías logrado terminar tu entrenamiento. ¿Qué fue lo que sucedió?

—Muchas cosas... fue muy complicado todo. Necesitamos hablar todos —aseguró el muchacho. 

~Y~

Josefina se encontraba peleando contra Belén en una área del bosque en la que nadie podría ser dañado por las consecuencias de usar sus habilidades. Aunque ninguna de las dos estaba dando lo mejor de sí. La náyade realmente tenía mucho miedo de hacerle daño a la otra, pero a la vez era la única que quería entrenar con ella.

Mientras tanto Belén trataba de dar lo mejor de si misma para poder entretener a la náyade, quería pasar más tiempo con ella, pero le daba mucha verguenzaz admitirlo, así que usaba esa excusa para estar juntas. 

La náyade creo una espada de hielo y corrió hacia la chica mitad ángel, mitad demonio. Belén se preparó para esquivarla, pero ambas escucharon unos pasos, aunque eran sumamente suaves podían escuchar como retumbaban.

De un momento a otro una pared de pinches de hielos se levantó en dirección. Cuando parecía que llegaría a la persona desconocida escondida entre los matarroles, se levantó un escudo, un brillo azulado apareció y de entre los matorrales una muchacha pelirroja, con una sonrisa.

— ¿Candy? —preguntó la náyade deconfiada. No sabía si era alguien tomando su apariencia para tratar de comerse a ambas.

—Algunas costumbres no cambian... sigues entrenando sin descanso, ¿eh? —comentó la muchacha mientras se sentaba de piernas cruzadas en el cesped.

La híbrida primero entró en shock, por verla ahí, nadie le había avisado que el rescate ya se había hecho. Después de los primeros instantes salió corriendo a su encuentro y se lanzó sobre la pelirroja. Ambas cayeron abrazadas.

—Holis —le habló a su amiga abrazandola con cariño.

—Holis —respondió con una sonrisa—. ¿Cómo estás? ¿Te lastimaron? ¿Necesitas algo? ¿Necesitas que hablemos? —le cuestionó Belén con preocupación mientras la abrazaba con fuerza.

—Debo robarmela unos segundos —le comentó mirando señalando a Josefina—.  ¿Tengo que esperar o van a tardar mucho? —le preguntó.

—No, ahí voy... —habló la náyade con cierta curiosidad desvaneciendo la espada de hielo—. ¿Nos acompañas? —le preguntó.

— ¡Si queres también podes venir Belu! —exclamó Candy con una enorme sonrisa.

—Más tarde las alcanzo —dijo con una enorme sonrisa. 

—Está bien... nos vemos —dijo saliendo de allí e internandose junto a la colorada en el bosque.

Caminaron durante unos minutos en silencio, estaban bastante lejos. La náyade se preguntaba por qué su amiga no voló y decidió caminar, pero no quería andarse con rodeos. Tenía el presentimiento de que era por lo que le había dicho ayer.

 "Varias veces me seguiste ciegamente, solo hazlo una última vez y ya no tendrán que caminar a ciegas, nunca más. Es una promesa." 

Quería la verdad, la necesitaba. Pronto estarían refugiando a dos solados en desacato, tenían dos diarios y a dos presas de alguna de esas sociedades, ya no estaba segura si eran los de las almas corruptas, los  de la llama oscura o ambas. Necesitaba conocer la situación de esos dos, ¿podían estar aún más embarrados?

— ¿Has hablado con el españolito, su amigo y Mauro? —le preguntó con tranquilidad.

— ¿Hm? —le sorprendió que sacara ese tema de conversación—. ¿Rodrigo y Franco? Sí... soy buenos chicos, maduraron mucho desde... lo de Asmodeo. Después de que creímos que murieron se unieron más. Mauro siempre está atrás mío buscando ayudarme para que este desastre no empeore.

— ¿Y Sofía? ¿Qué te parece? —la situación le estaba resultando extraña a la ninfa. ¿Por qué le importaba tanto su opinión?

— ¿Qué opinas vos? —Trató de cambiar las reglas del juego.

—Es bastante influenciable y predecible...

—Para mi es muy problematica. No entendí por qué la metiste en esto... —comentó.

La muchacha se encogió de hombros, siguieron caminando. No entendía el aura de misterio que rodeaba a su amiga. Quizás nunca le contaron nada porque no era importante... No estaba segura de nada. Ahora que podía abrir la caja tenía miedo que la respuesta no sea tan tentadora como pensaba.




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