Calabria, 4 de mayo 1985
Me desperté al oír el sonido de las gaviotas. Lo primero que hice nada más abrir los ojos fue ver el mar. Parecía en calma aquella mañana. Salí de la cama y fui a comprobarlo mejor. Al abrir la ventana la brisa de la mañana invadió la habitación con su olor a mar. Hacía una mañana perfecta para bajar a las playa, en lo alto del cielo, sin una sola nube y de un color azul intenso, brillaba el sol.
Me vestí y bajé a la cocina. La gran ventana del fondo y el color claro de la madera le daban una gran luminosidad. Fui hacia el armario, cogí una bolsa de té y lo dejé preparándose mientras buscaba algún alma por la casa, de verdad, parecía que estaba solo en la casa. Subí y recorrí las habitaciones, todas vacías, bajé al salón, un tanto de lo mismo. Volví a la cocina a por el té. Entonces se me ocurrió asomarme por la ventana, por fin daba con alguien. María estaba sentada en el porche. Fui a saludarla.
Al abrí la puerta que daba al porche, me di cuenta de lo engañoso que podía resultar el sol a través de una ventana. Una fría brisa me golpeó de lleno haciendo que me encogiera para poder entrar en calor.
_Como engaña el sol_ exclamé.
María me miró y me sonrió.
_Buenos días Lucifer.
_Buenos días_ dije sentándome junto a ella_. ¿Dónde está todo el mundo?
_Beni y Gabriel se han levantado temprano para ir al pueblo a comprar algunas cosas antes de irnos.
_¿Y se han ido a estas horas? ¿Están locos? No habrá nada abierto.
_No te creas, se tarda una hora más o menos en llegar al pueblo. Si ahora son las nueve, llegarán para las diez justas.
Yo asentí.
_Me habría gustado ver el pueblo.
_Bah, ahora bajamos a la playa si quieres.
Yo la miré.
_¿Los dos?
_Hay sitio de sobra.
Yo le sonreí.
_Ya, quería decir, ¿juntos?
_No te voy a morder. Además, así podemos seguir hablando de exorcismos, demonios y tal, para tu documental.
_Me parece una gran idea. Espera, desayuno contigo_ dije levantándome. En menos de dos segundos estuve de vuelta con el té_. Ya podemos seguir hablando.
_No te vas a tomar sólo eso, ¿verdad?
_Sí.
Ella se llevó las manos a la cara.
_Lucifer, eso no es un desayuno, se acabó, playa y almuerzo, no tienes ni idea.
Yo me reí.
_Pues por mí estupendo.
Tal y como me dijo, cuando acabamos de desayunar, María y yo bajamos a la playa. Era de arena blanca, con hierba por alrededor, amarillenta en esta época del año. Al fondo había un gran acantilado que empezaba en tierra y acababa en el agua, a los pies del cual iban a romper las olas. Bajo el acantilado, María y yo buscábamos conchas, ella llevaba un sencillo vestido de playa color violeta y yo unos pantalones cortos y una camiseta blanca.
_Entonces se dobló completamente hacia atrás, con los ojos totalmente blancos, te lo juro, cada vez que lo recuerdo siento un escalofrío recorriéndome todo el cuerpo.
_Sí, yo ahora también lo siento. ¿Y todo eso lo voy a ver yo?
Ella se volvió y me miró.
_Todavía estás a tiempo de arrepentirte.
_De eso nada, pienso grabar ese exorcismo, nunca me he echado atrás en nada, y esta vez no va a ser la primera.
Oí cómo se reía.
_La soberbia debe de ir con el nombre.
_No soy soberbio, atrevido tal vez.
_Ya.
Me acerqué a ella.
_Ten, otra_ dije entregándole una concha de tamaño considerable.
_Gracias_. Al cogerla, sus dedos rozaron los míos produciendo una sensación similar a un cosquilleo en la zona del estómago. A penas se rozaron unos segundos, pero podía sentir su tacto aún cuando su mano ya estaba lejos de la mía_. Me encanta_ dijo mientras observaba la concha.
Yo le sonreí.
_Me alegra oír eso_. Seguimos caminando por la orilla, yo evitaba las olas, pero María se metía en todas_. Tiene que estar helada.
_Lo está, pero me gusta.
_¿Puedo hacerte una pregunta?
Oí que se reía.
_No has dejado de hacerlas desde el momento en que llegaste.
Yo sonreí.
_¿Qué piensas hacer con todas esas conchas?
Ella, que iba más adelantada, se volvió y me miró.
_Las colocaré por la casa, a modo de decoración, salvo esta_, dijo mostrándome la que le había dado unos minutos antes_, me has caído bien Lucifer, con esta me haré un colgante y lo llevaré siempre, así siempre te recordaré.
No pude evitar enrojecer.
_¿De verdad lo harás?
Ella asintió.
Avancé hasta donde estaba ella.
_Entonces necesitaré un recuerdo vuestro yo también.
Ella me sonrió.
_Cada vez que oigas el nombre de algún demonio, verás como me recuerdas.
En aquel momento supe que aquellas palabras quedarían grabadas en mi mente para siempre, y nada, nada, podría borrarlas jamás, porque nada iba a ser tan bonito como las palabras que me dijo aquella demonóloga.
_Vamos_ dijo cogiendo mi mano y echando a correr_, conozco un buen sitio donde podremos tomar algo.
Empecé a corriendo detrás de ella, pero pronto me puse a la par.
Llegamos a un puesto en la orilla.
_Aquí es_ dijo.
Yo lo miré, no parecía un lugar muy transitado, además, la humedad había hecho estragos en sus paredes de madera.
_El tiempo no perdona Lucifer, pero no te dejes engañar por su aspecto, una vez que entres, ya no querrás ir a otro sitio.
_Luzbel_ dije.
Ella me miró.
_¿Qué?
_Que me llames Luzbel si quieres, suena mejor.