Valeria me miró.
_¿Estaba enamorado de la otra?
_Eso parece_ dije mientras ojeaba el diario por encima, el nombre de María se repetía con frecuencia.
Valentino cogió el libro de mis manos y lo ojeó también.
_Eh, escuchad esto, bueno, advertencia, el contenido no es apropiado para menores de trece:
Calabria, 5 de mayo 1985
Estaba en mi habitación cuando María entró. Sin decir nada se sentó en mi cama, junto a mí. Recuerdo que dijo algo, pero no me acuerdo de sus palabras, seguidamente comenzó a acercarse cada vez más a mí, hasta el punto de rozar mis labios con los suyos. Me dio un suave empujón para hacer que me tumbara, rápidamente se subió sobre mí y comenzó a besarme. Al mismo tiempo mis manos exploraban su cuerpo, podía sentir el tacto de su piel a la perfección, lo que terminó de convencerme de que aquello era real. Comenzó a quitarme la camiseta y a acariciar mi piel. Sus manos agarraron las mías, entrelazando nuestros dedos con fuerza mientras nuestros cuerpos se unían. Era tan intenso el placer que sentía en aquel momento que no me di cuenta de lo que tenía realmente sobre mí hasta que una larga y viscosa lengua pasó por mi cara. Abrí los ojos justo a tiempo para ver como se ocultaba de nuevo en una boca llena de colmillos. Era tal el terror que sentí de repente que no pude ni gritar, ni siquiera cuando comenzó a arañar mi piel. Traté de quitarmelo de encima, pero no podía moverme, estaba totalmente inmovilizado, además, seguíamos en pleno acto. El miedo pasó a desesperación al ver que no podía quitarme a aquel ser de encima, que continuaba con la tarea en contra de mi voluntad. "¿Qué pasa?¿Ya no te gusto?" oí en mi cabeza. Por fin se quitó de encima, pero aún así seguía sin poder moverme. Mis brazos estaban inmóviles a ambos lados de mi cuerpo.
Me desperté sobresaltado y lo miré todo a mi alrededor, todo estaba normal, estaba amaneciendo, lo que me produjo un gran alivio, pero no tanto como descubrir que aquello que impedía mi movimiento era la manta. Poco a poco mi respiración, en un principio agitada, comenzó a calmarse.
_Ha sido sólo un sueño_ dije tranquilizándome.
Eché la manta a un lado y no creo que haya una palabra que pueda describir lo que sentí cuando encontré mi camiseta tirada por el suelo, y mi cuerpo lleno de arañazos. No sabía cómo reaccionar.
Me encogí presa de la histeria, entre temblores que acabaron en un ataque de ansiedad, no había sido un sueño, aquello había estado de verdad en mi habitación, sobre mí. Me dejé caer de nuevo sobre la cama, totalmente desolado, sin saber qué hacer.
Fuera comenzaron a oírse las voces de los demás, pero yo no me moví. Una sombra atravesó el marco de la puerta, y tras ella María. Sentí que comenzaba a temblar.
_Lucif... Luzbel, ya es hora de despertarse, hay que preparar el equipa... Ah, ya estás despierto, bueno, no te entretengas demasiado_ dicho aquello salió de la habitación.
Bajé corriendo las escaleras hasta llegar a la cocina, pero María no estaba allí, entré al salón, tampoco. Entonces decidí buscar en el patio. No necesité buscar demasiado, estaba sentada en el porche, leyendo su libro sobre demonios, lo que me vino de maravilla.
_¿Puedo sentarme? _pregunté interrumpiendo así su lectura.
Ella levantó la mirada del libro hasta posarla sobre mí.
_Sí, claro_dijo con una sonrisa.
_Quería preguntarte una cosa.
_Adelante.
_¿Un demonio puede meterse en los sueños?
_Un demonio puede meterse hasta en tu cuerpo. ¿Por qué lo preguntas?
_Creo que ya sé qué me pasó esta noche.
Ella cerró el libro y puso toda su atención en mí.
_¿Soñaste con alguno?
_Es posible.
_Cuéntame tu sueño.
Permanecí un momento en silencio, pensando en si debía decirle que era con ella con quien soñaba que estaba teniendo relaciones o no, no quería que pensara mal.
Finalmente opté por saltarme esa parte.
_Soñé que... _. Puse mi mano tapando mi labio inferior _. ¿Cómo te lo digo?
_Dime lo que sea, quiero ayudarte.
_Que teníamos relaciones.
Vi como su expresión se volvió más seria.
_¿Tenía la apariencia de alguien conocido?
"La tuya" pensé.
_No me acuerdo bien.
_Luzbel, necesito saberlo_. Guardó un momento de silencio_. ¿Era la mía?_preguntó de repente.
Pude sentir como me ruborizaba sin remedio.
_No_ mentí.
Ella me miró.
_Pero si estás rojo.
_¿Mucho? _. Ella me dedicó una amplia sonrisa_. Vale, sí, pero fuiste tú la que se me subió encima, que conste.
_Te puedo asegurar que no fui yo.
_Que dañina eres.
Ella me sonrió de nuevo.
_Veré lo que averiguo.
_Vale.
María me miró.
_¿No te vas?
_¿Eh? Oh, vale_ dije levantándome_. ¿Sabes cuándo sale el avión?
_Esta tarde, a las ocho tenemos que estar en el aeropuerto.
_Ok, voy a prepararme entonces.
Ella asintió.
Volví a mi habitación y empecé a preparar mi equipaje, no sabía bien la razón, tal vez fuera el avión, que no me gustaba demasiado, el regreso a Rumanía, o que cada vez estaba más cerca del exorcismo y eso me asustaba, mucho.