El diario de Matvey

CAPITULO UNO: 17 de octubre

17 de octubre de 1948

Hoy era mi cumpleaños, aunque no puedo decir que sea un día que me entusiasme demasiado. Cada año sucede de la misma manera con los mismos invitados, el mismo espacio reducido de nuestro departamento y las mismas conversaciones repetidas. Detesto esta fecha desde hace tiempo, nunca la quise. Y, como siempre, tampoco faltó la presencia de mi padre, que con el menor pretexto, ya fuera quejarse de su trabajo en el ejército o enfurecerse por un detalle insignificante, terminaba bebiendo vino o marchándose a dormir sin importarle quién estuviera presente. Nos humillaba con sus palabras, con sus silencios, con su manera de mirar. Lo odiaba con toda mi alma, pero siempre permanecí callado.

Aun así, dentro de todo, había algo que aliviaba el peso del día gracias a mi abuela Oksana, mi tío Igor y mi primo Andrei. Con ellos las conversaciones eran más ligeras, incluso agradables, y me hacían olvidar un poco el ambiente opresivo de la casa. Y claro, también estaba mi madre. A ellos los quería con sinceridad, eran la parte cálida de mi familia. La familia de mi padre casi nunca aparecía, cuando lo hacía, su seriedad y frialdad bastaban para llenar el cuarto de incomodidad.

Por la tarde, cuando los invitados estaban ya por retirarse, llegó la hija de la vecina y mi compañera de la escuela, Nina, que tiene mi misma edad. A menudo viene a visitarnos y mi madre siempre la recibe con cariño. Hoy vino a traerme un regalo por lo de mi cumpleaños. Se quedó un rato con nosotros, compartiendo la mesa y probando la comida que mi madre había preparado. Nadie cocina como ella, cada plato suyo parece hecho con paciencia y consuelo.

Más tarde, cuando mi vecina se marchó, mi madre volvió a insinuar como tantas veces, que formamos una buena pareja. Yo solo sonreí con nerviosismo, sin saber qué responderle. En ese momento no pude evitar pensar en él, en mi mejor amigo, Kirill. Siempre quise invitarlo a casa, compartir al menos uno de mis cumpleaños con él, pero mi padre lo detesta. No hubo un solo año en el que cambiara de opinión.

La noche cayó tranquila, o al menos así lo parecía. Yo seguía sentado a la mesa, mientras mi madre limpiaba en silencio. Conversamos un poco, hasta que ambos guardamos silencio al escuchar los pasos de mi padre. Entró en la cocina con la mirada pesada, los ojos rojos y un olor fuerte e insoportable. Caminaba torpemente, como un imbécil, y se marchó de la casa sin pronunciar ni las más minima palabra. Mi madre sospecha que tiene otra mujer, pero jamás se atreve a reclamarle, el miedo siempre le pesa más que la rabia. Yo, en cambio, no sentí nada por él en ese instante más que solo lastima por mi madre.

Cuando terminamos de cenar y la ayudé a recoger la mesa, por fin me permitió abrir los regalos. Corrí con emoción, aunque intenté disimularlo y ella me acompañó con una sonrisa cansada, pero sincera. Como cada año, mi abuela me regaló ropa, eran casi siempre los mismos estilos, pero me gustaban, y sentía que ella conocía mis gustos mejor que nadie. Mi tío Igor me regaló dinero, lo suficiente para ayudar a mi madre y también guardar algo para mí. Andrei me trajo una caja llena de dulces, pero mi madre me la quitó enseguida porque sabía que perdería el control, pero no me molestó, ella tenía razón, y reí un poco.

Al final abrí el regalo de mi madre. Aunque nunca tiene demasiado, siempre ahorra algo para mí, y eso es algo que jamás voy a olvidar. Esta vez me regaló un diario. Supe de inmediato que me sería necesario, escribir, desahogarme, dejar de guardar tantas cosas en silencio. Lo mantendré oculto de mi padre. Abracé a mi madre con fuerza y ella me devolvió el abrazo.

Ya preparado para dormir, me acosté en la cama. La habitación estaba en silencio, con las luces apagadas, y mi madre se fue a su cuarto. Yo nunca logro dormir temprano, mis pensamientos me retienen despierto hasta tarde. Esta noche, sin embargo, había algo que me mantenía ansioso, mañana volvería a ser lunes. A mis compañeros les parece extraño que me agrade tanto ir a la escuela, pero no es la escuela en sí. Es él. Mi mejor amigo. La paso tan bien a su lado, creo que es la persona que más quiero dentro de nuestro grupo. O eso intento creer.

Espero que este diario me acompañe desde hoy en adelante. Que pueda escribir sobre todo aquello que no me atrevo a decir en voz alta, sin que mi padre sepa de su existencia. Y quizá, que su nombre empiece a aparecer aquí cada vez más.



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En el texto hay: #boyslove, #secretos, #asesinato

Editado: 27.12.2025

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