El día 1 de septiembre de 1994, Borage Maxine llegó al tren que la llevaría a Hogwarts, acompañada de su abuelo Libatius Borage. Ataviada con el uniforme de Slytherin, recordaba los días previos cuando su abuelo la llevó a la escuela para conocer al director Dumbledore. En ese encuentro, el sombrero seleccionador dudó entre Hufflepuff y Slytherin, pero Maxine, sin entender la diferencia, le comunicó mentalmente su preferencia por Slytherin. Su abuelo, al parecer complacido, sonrió ante la elección.
En su antigua escuela, Castelobruxo, pertenecía a la casa Uiapurus, donde la honestidad y la dedicación eran los valores fundamentales. El sol brillaba y el humo del tren apenas dejaba ver a su abuelo, quien le obsequió un reloj rosado. Maxine, emocionada, le respondió con una sonrisa. Al subir al tren con su distintivo uniforme de Slytherin, notó que solo unos pocos la miraban de forma interesante, algunos la miraban con asombro y otros la ignoraban.
Después de llegar al tren y despedirse de su abuelo, Maxine buscó un lugar tranquilo para sentarse. Encontró una de esas cabinas vacías, algo que la llenó de alegría, ya que apreciaba estar sola. Con calma, organizó su equipaje y colocó a su búho en su respectiva jaula. Parecía ser que, de alguna manera, se requería tener una mascota obligatoria. —Mmm, aún no sé cómo llamarte, eres tan lindo—, le dijo a su búho negro con ternura mientras este observaba desde la jaula. Dejó la elección del nombre para más tarde y se sentó para disfrutar de la vista, sumida en sus propios pensamientos.
El tren fue un ambiente mágico y bullicioso, lleno de estudiantes emocionados que se preparaban para el nuevo año escolar en la famosa escuela de magia y hechicería.
La cabina en la que se encontraba era un espacio pequeño y acogedor, con asientos forrados de terciopelo rojo y ventanas que permitían ver el paisaje en constante cambio. Afuera, el tren avanzaba por campos verdes y bosques oscuros, mientras la atmósfera en la cabina estaba impregnada de expectación.
En su breve siesta, Maxine se sumergió en sueños emocionantes, quizás anticipando las nuevas aventuras y desafíos que le esperaban en su cuarto año.
Mientras disfrutaba de la tranquilidad de su cabina, Maxine fue interrumpida por el sonido de alguien tocando la puerta. Un chico con anteojos le preguntó con educación si podía sentarse allí, ya que no había lugar en otros compartimentos. Bostezando, le respondió afirmativamente, indicándole que no había problema.
El chico, al principio, la observó con cierta curiosidad, echando un vistazo a su uniforme de Slytherin. Sin embargo, al mirarle directamente a la cara, pareció no recordar haberla visto antes y se sentó sin mayores inconvenientes frente a ella.
La conversación entre Maxine y el chico fue escasa, pero la interacción silenciosa y las miradas ocasionales crearon un ambiente intrigante.
Después de un rato de sueño incómodo, Maxine decidió recostarse sobre el asiento, utilizando su capa como almohada en la cabina del tren hacia Hogwarts. El chico que se le unió previamente parecía estar absorto en la lectura de algo.
Maxine, confiando en la presencia del chico como si fuera de buenas vibras, se dejó llevar por el sueño. Sin embargo, su descanso se vio interrumpido por otro sonido y la escena cobró vida con la entrada de alguien ruidoso y risueño.
Entró Ron Weasley, un chico pelirrojo de la misma edad que su amigo, aunque un poco más alto. La presencia de Ron hizo que a Maxine le vinieran a la mente recuerdos de un compañero de primaria en Buenos Aires. Le resultó curioso que Ron pareciera más argentino que inglés. El bullicio del tren se atenuó cuando Ron se percató de la presencia de Maxine acostada. La dinámica en el compartimento cambió con la llegada de Ron, quien se sentó al lado de Harry en la cabina.
Maxine, intentando volver a dormir, trató de poner su libro sobre la cara para pasar desapercibida, pero escuchó murmullos de los dos chicos. Ron comenzó a preguntar, —¿Y esa chica quién es? ¿Harry, no me buscaste? Te estaba buscando y estás aquí... —, mientras continuaba murmurando, —Es... bonita, ¿no crees? —.
"¿Empezar en el 1 de septiembre? En serio..." murmuró entre sueños ignorando lo que susurraban, mientras el cambio de horario dejaba su marca en su agotado estado.
El bullicio del tren aumentó con la entrada de alguien más. Era Hermione Granger, una chica de cabello marrón enrulado y mirada amable. Sin alterarse, Borage observó a la recién llegada antes de incorporarse, brindándole espacio a su compañera. Dejó escapar un bostezo, indicando su reciente despertar, y sin perder tiempo, se colocó unos auriculares, sumergiéndose nuevamente en su propio mundo de sueños.
Mientras Maxine disfrutaba de su reposo con la cabeza apoyada en la ventana, Harry y Hermione entablaron una conversación a su alrededor. La joven argentina, sin embargo, parecía ajena a sus palabras, más interesada en el confort de su sueño.
El traqueteo del tren cesó de repente, y los ojos de Borage se abrieron de golpe. Cruzó una fugaz mirada con Harry, pero en lugar de darle importancia, se concentró en la tarea más inmediata: buscar su equipaje.
El vagón se llenó con el sonido de las voces y risas de los estudiantes, pero Maxine, sin inmutarse, se dedicó a recoger sus pertenencias.
Descendiendo del tren, se encontró con una escena inusual. Ante ella se extendían majestuosas carrozas, dispuestas para llevar a los estudiantes al castillo. Las criaturas mágicas, Thestral, estaban a cargo de transportar las carrozas, una visión que hizo sonreír a la joven. En Castelobruxo, la escuela de magia de la que provenía, estaban familiarizados con diversas criaturas, pero la presencia de los Thestral le infundió un toque de emoción y asombro.
Observó con atención a las criaturas mientras se acercaban las carrozas, notando cada detalle de su apariencia. La novedad de ver algo tan único la llenó de curiosidad, recordándole la riqueza del mundo mágico que exploraba ahora en Hogwarts.
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Editado: 18.02.2024