7 Septiembre Domingo 1994
A las 8 de la mañana, en la habitación de Maxine, la escena estaba llena de actividad. Pansy se encontraba sentada en una silla, peinándose en su pijama rojo. Al recibir los saludos matutinos de Maxine, respondió con una sonrisa. La mirada de Maxine recorrió las camas de las otras chicas: Bulstrode Millicent seguía profundamente dormida, mientras Greengrass Daphne y Davis Tracey comenzaban a despertarse.
Maxine, sin entablar conversación más allá de las palabras comunes de compañeras de habitación, se dirigió a Pansy para preguntarle si las otras chicas planeaban seguir durmiendo. —Sí, supongo que es domingo—, respondió Pansy encogiéndose de hombros, antes de volver a concentrarse en su reflejo en el espejo. Mientras tanto, Maxine buscó sus pertenencias para prepararse para bañarse, notando con cierta extrañeza que parecía ser la única que seguía una rutina matutina regular. Le pareció curioso que los demás parecían optar por bañarse día por medio, cada dos días o algo similar. Para Maxine, la idea de pasar un día sin bañarse resultaba bastante incómoda.
Se levantó temprano en su dormitorio, una habitación espaciosa con cinco camas dispuestas de manera circular. La suya estaba ubicada cerca de la puerta, permitiéndole un acceso fácil. El lugar presentaba una arquitectura gótica que le confería un ambiente majestuoso.
Los techos altos, adornados con arcos y bóvedas, realzaban la sensación de amplitud y grandiosidad. Las paredes de piedra exhibían tapices intrincados, cada uno contando una historia diferente a través de sus patrones y colores vibrantes.
Los muebles de la sala, como las camas, sillas y mesas, eran robustos y tallados con diseños detallados, añadiendo un toque de elegancia y sofisticación al ambiente. El suelo de piedra estaba parcialmente cubierto por una alfombra de ricos tonos rojos y dorados.
El techo era una obra maestra de la arquitectura gótica, elevándose majestuosamente hacia arriba y formando una bóveda de crucería con nervaduras de piedra que se entrecruzaban en patrones complejos. En el centro del techo, un gran rosetón de vidrieras se convertía en el punto focal, proyectando un caleidoscopio de luces de colores cuando el sol brillaba a través de él. Los arcos apuntados y las nervaduras de la bóveda creaban un efecto de encaje de piedra que confería elegancia y grandiosidad a la habitación.
En ese extraño rincón, donde la distinción entre día y noche era tan tenue que requería la atención constante de los relojes. En un intento de traer algo de vida al entorno, había decorado su espacio con flores. Sin embargo, el misterio persistía sobre cómo las flores aún podían mantenerse vivas, ya que la luz del sol apenas se filtraba a través del techo sumergido en agua.
Decidida a romper la monotonía del negro y verde que dominaba la semana, Maxine optó por un atuendo amarillo. La habitación, en armonía con su elección, también recibía una pincelada de color.
Sintiéndose inspirada por su gusto contemporáneo, decidió darle un giro moderno a su estilo en medio de un entorno que parecía congelado en el tiempo. Aunque no estaba segura de cómo se vestían las chicas en 1990, su determinación y la disponibilidad de recursos económicos la llevaron a optar por un atuendo que reflejara su personalidad única y vibrante.
Vestida con un conjunto de color amarillo claro, la chaqueta de estilo corto y falda. La chaqueta presentaba un cuello elegante y dos bolsillos en la parte delantera, mientras que la falda destacaba por su dobladillo coqueto.
Completando su look, Maxine lucía una blusa blanca con un lazo en el cuello, aportando un toque de frescura y alegría al conjunto. Un bolso beige con una correa de cadena dorada colgaba de su hombro. La boina del mismo tono que su outfit añadía un elemento distintivo y elegante a su estilo.
En cuanto al calzado, Maxine optó por unas botas blancas con cordones estilo borcegos, que se elevaban hasta la mitad de la pierna.
Al salir de su habitación, se encontró con Pansy, quien la miró con sorpresa y cuestionó su elección de color.
—¿Amarillo? —preguntó Pansy con expresión extrañada.
—¡Sí! —respondió Maxine, enfatizando su deseo de evitar el negro por un día. Explicó que necesitaba variar y romper con la rutina.
La conversación continuó, y Pansy, intrigada, preguntó sobre los planes de Maxine para el día. Maxine, con cierta resignación, mencionó que debía encontrarse con Moody, quien le había asignado una tarea para el fin de semana.
—¿Moody en fin de semana? Eso suena poco prometedor —comentó Pansy.
—Exactamente— asintió, despidiéndose de Pansy antes de salir.
Con una libreta elegante y una lapicera negra en mano, Maxine descendió las escaleras de metal, anotando tareas y nombres de compañeros en su camino. El entorno parecía austero, con las paredes de piedra y las antorchas iluminando el camino.
Se encaminó hacia la sala común, anhelando la luz que se filtraba a través de una gran ventana de vidrio que ofrecía una vista impresionante de los peces nadando en el lago. Las macetas de helechos adornaban la ventana, añadiendo un toque natural al ambiente.
La sala común estaba ricamente decorada, con pilares de piedra que se extendían desde el suelo hasta el techo, evocando una sensación de grandeza. Se instaló cerca de la ventana, donde la luz permitía una visión clara de los peces, y siguió a anotar algunas cosas en su libreta.
En ese momento, un estudiante de sexto año, de cabello rubio oscuro y atractivo, se acercó. Se apoyó casualmente en uno de los pilares y la observó, buscando entablar una conversación. Maxine, consciente de su presencia, se giró lentamente para saludarlo.
—Hola, ¿eres la nueva, verdad? —preguntó el estudiante con una sonrisa.
—Sí, Maxine— respondió ella con una sonrisa, sin apartar la vista de su libreta. Su postura era erguida, un recordatorio de su pertenencia al equipo de Quidditch; ocasionalmente, lo había visto con el uniforme en el campo de juego.
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Editado: 18.02.2024