En una fría mañana en Hogwarts a pesar que era verano aun, la luz tenue del amanecer apenas penetraba el techo de la habitación de Borage Maxine. La joven se resistía a abandonar el cálido abrazo de las sábanas, y con un suspiro, apagó la alarma para entregarse nuevamente al sueño. Una voz resonó en la habitación, rompiendo la armonía del descanso.
—Vamos, Maxine, llegarás tarde —instó la voz, mientras Maxine se negaba a la realidad debajo de la acogedora manta, con los ojos firmemente cerrados.
Daphne Greengrass, una compañera de Slytherin, se había instalado en el borde de la cama de Maxine. Esta última, entre risas, destapó su rostro y le propinó una patada ligera para que se apartara. Se rió y se volvió a tapar, declarando que solo necesitaba cinco minutos más.
En otra parte de la sala común, Pansy Parkinson se paseaba con el uniforme ya puesto, observando a Maxine con una risa burlona. Las demás compañeras molestaban a Maxine para que abandonara la cama. A regañadientes, Maxine, aún sonriendo maliciosamente, anunció que se levantaría mientras se sentaba en la cama.
Sin embargo, el intento de levantarse se volvió cómicamente problemático. Sus piernas se enredaron en las sábanas de manera inesperada, impidiéndole poner las manos a tiempo. Con un estruendoso golpe, Maxine se encontró en el suelo, su mentón sintiendo el dolor del impacto. Agradeció internamente que una gruesa alfombra estuviera presente, recordando que el suelo del dormitorio era de "PIEDRA SE IBA A HACER PIJA LITERAL".
La risa resonó en la habitación mientras las demás se burlaban. Maxine, en el suelo y con una mezcla de dolor y diversión, parecía una sirena recién nacida. Decidió prolongar la escena, quedándose en el suelo y fingiendo su muerte por un rato más, mientras el ambiente de Slytherin se llenaba de risas y energía.
Con un gesto de mala gana, Borage Maxine finalmente cedió a la realidad y se incorporó, dejando atrás la escena cómica que la había dejado en el suelo. Aunque al principio las otras chicas parecían preocupadas, no pudieron contener las risas que continuaban resonando en la habitación de Slytherin.
Maxine, con la mano acariciándose ligeramente el mentón, notó que solo se había hecho una pequeña raspadura. Decidió ignorar el dolor y se encaminó hacia el baño con actitud despreocupada, bostezando. El baño de Slytherin estaba adornado con azulejos verdes oscuros y blancos, creando una atmósfera que resonaba con el orgullo de la casa. Las luces tenues y el sonido de agua corriente le dieron un toque de tranquilidad a pesar del incidente matutino.
A pesar de la fatiga evidente, el golpe previo había tenido un efecto positivo en la somnolienta Maxine, despertándola de su letargo. Mientras se aseaba como si nada hubiera sucedido, reflexionó sobre el dicho de que aquellos de mal humor despiertan con el pie equivocado. En su caso, había despertado literalmente con la cara en el suelo, lo que le arrancó una risa irónica.
Después de un baño rápido, Maxine salió del baño con una toalla alrededor de su cabeza, aún bostezando. La jornada en Hogwarts apenas comenzaba, y a pesar de los contratiempos matutinos, Maxine estaba lista para enfrentar lo que el día le deparara.
Regresando a su cuarto, envuelta en una bata rosa se recostó nuevamente en la cama. Daphne Greengrass, con su característico toque juguetón, la instigó con una varita. —Dale, Maxine, hoy solo tenemos dos clases —dijo, picándola con la varita.
Pansy Parkinson, con su tono burlón, sugirió con malicia: —¿Acaso no quieres ver a tu amigo Moon hoy? —insinuando algún tipo de romance entre Maxine y este misterioso "Moon".
Maxine abrió los ojos de repente, emocionada. —¡Ahh, cierto, Jun! —exclamó, recordando a su nuevo amigo con entusiasmo. Sin embargo, volvió a acostarse sin muchas ganas, riéndose de sí misma por considerar que Jun no era razón suficiente para comenzar el día. Ignoró el comentario provocador de Pansy, dejando claro que los asuntos del corazón no eran su prioridad en ese momento.
Con la habitación ahora vacía, Maxine, aún adormilada, decidió cambiar su estado y se puso una curita rosa sobre la reciente herida en su mentón. El cuarto de Slytherin, con sus paredes alfombras verdes y de color apagado, revelaba el gusto de la casa por la elegancia. La cama de Maxine, con sus sábanas y mantas perfectamente acomodadas, contrastaba con la informalidad de la bata rosa que la envolvía.
La joven bruja, mientras realizaba su cambio de vestimenta, se sumía en sus pensamientos sobre el día por delante. La atmósfera en la habitación era tranquila, interrumpida ocasionalmente por el sonido lejano de risas y conversaciones en los pasillos. Con su herida ahora cubierta y lista para enfrentar lo que fuera que el día le tuviera preparado, Maxine se incorporó y se preparó para salir de su dormitorio.
Con un ánimo renuente, Maxine se encaminó hacia la sala común, pasando por el umbral con una sonrisa forzada. Giró con la esperanza de que el dolor en su mentón desapareciera; aunque era leve, no quería prestarle demasiada atención.
Al salir, la joven bruja se dio cuenta de que había olvidado su varita en la habitación. Sin perder tiempo, retornó corriendo. La premura la llevó a casi tropezar de nuevo, esta vez con el piso de rejas del pasillo de las habitaciones que dejaba ver agua corriente por debajo. En ese momento, algo llamó su atención. Observó el suelo con detenimiento, apreciando la peculiaridad de la escena.
En el rincón de la habitación, Maxine identificó su porta varita negro de cuero. Este pequeño accesorio, adquirido en San Telmo, un barrio mágico en Argentina, tenía un significado especial. La breve pausa permitió que Maxine apreciara la singularidad de su entorno, incluso en los detalles aparentemente simples de su vida cotidiana en Hogwarts. Con su varita en mano, se preparó para continuar con su día, dejando atrás el breve encuentro con el suelo de rejas y llevando consigo el encanto único de su porta varita.
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Editado: 18.02.2024