El Diario de Maxine Borage | Rd Hogwarts

Septiembre 18 de 1994 Parte I | Disculpas, Moon, Montague y Electricidad

Jueves, un gran día para comenzar, aunque Borage no tenía idea de cómo empezar. "Empezaremos con... bueno, disculpen mi improlijidad, tendrán un contexto mejor de por qué empiezo así al final de haber leído este día. Créanme". Mientras se preparaba para enfrentar la jornada se levantó temprano y siguió con su rutina, dirigiéndose al baño como de costumbre. Aunque estaba un poco nerviosa, hoy debía disculparse con Moon Hyeong Jun.

Esperó cerca de las escaleras que se dirigen a la sala común de Hufflepuff, observando a algunos estudiantes que ya salían. Se quedó cerca, sintiendo la presión en su pecho. Sabía que no era buena disculpándose, y esto la ponía más nerviosa de lo habitual. Recordó las costumbres de su familia, solían actuar como si nada hubiera sucedido cuando alguien le hacía algo a otro. Se había acostumbrado a esa dinámica, aunque era consciente de que estaba mal.

Apoyada en una pared, esperaba a que Moon subiera. Cedric salió acompañado de Fleet Herbert, su compañero de sexto año, con ojos verdes y cabello rubio oscuro.

—Buenos días, Maxine —saludó Cedric acercándose, quedándose cerca de ella como si estuviera dispuesto a conversar.

—Buenos días, Cedric —respondió Maxine, aún apoyada en la pared. Mirándolo sin mucho interés, llevó una mano a la boca, como si estuviera comiéndose las uñas nerviosa. Aunque en realidad no solía hacerlo, era solo el nerviosismo por la situación con Moon. Cedric continuó hablándole, pero Maxine lo ignoró un poco, manteniendo su vista fija en la escalera, esperando la llegada de Moon.

Cedric, con su presencia amigable y gestos tranquilizadores, intentaba distraer a Maxine de sus nervios. La interacción entre los dos se desarrollaba en ese pasillo, mientras el resto del castillo se mantenía vivo con la actividad de los estudiantes.

De repente, Moon apareció y lanzó una mirada fría a Maxine. Sobresaltada, ella lo siguió, manifestando alegría, pero también nerviosismo. Cedric, que se había quedado con unas palabras en la boca, observó cómo Maxine se iba a saludar a su amigo sin despedirse de él en absoluto.

Maxine se acercó a Moon, quien estaba caminando con las manos hacia atrás. Alegre pero nerviosa, buscó la manera de abordar la situación. Moon, a pesar de su usual actitud jovial, estaba serio y frío, evitando el contacto visual con ella.

En un pasillo tranquilo de Hogwarts, iluminado por la luz tenue del sol, Maxine se acercó a Moon con nerviosismo. Este solo la miró y continuó caminando, creando una atmósfera de tensión.

—Ejem, buenos días, Moon —anunció Maxine, tratando de romper el hielo. Él la observó, pero no mostró señales de responder. —Solo... quería disculparme sinceramente por lo de ayer, fue mi error... y no va a volver a pasar, en serio.

En la distancia, se vislumbraban puertas cerradas, indicando aulas o pasadizos secretos.

—¿Quién es ese Tom? —preguntó Moon, suspirando y mirándola con aburrimiento.

—Él... ahhh, solo una persona —sonrió Maxine—. No te preocupes, no es de Hogwarts.

—Ahh.

Maxine buscó en su bolso en busca de algo que pudiera romper la tensión. Sacó un frasco de café que Moon se había olvidado en algún momento.

—Ummm, además... —dijo, extendiéndole el frasco—, ten.

El frasco de café pasó de la mano de Maxine a la de Moon, creando un breve momento de conexión. La mirada de Moon pasó del frasco a Maxine, evaluando la sinceridad de sus disculpas.

—Ah, ahí estaba... —él sonrió un poco al agarrar el frasco. —¿Solo te disculpas porque aún no te doy mi tarea de Aritmancia, no es así? —sonaba frío mientras se peinaba hacia atrás. Podría apostar que, de tener anteojos, se los estaría ajustando en ese momento.

—¿Qué? ¡No! —Maxine se había olvidado de esa tarea, pero también confiaba en que ya había leído para la clase que venía, así que realmente no recordaba ese pequeño detalle. Notó la reticencia en las interacciones de Moon y tuvo el impulso de agarrar su brazo de manera amistosa y suplicarle de forma infantil que la perdonara. Sin embargo, recordó algo que la hizo desistir.

En su primer año en Castelobruxo, Maxine recordaba un incidente que la marcó. Se encontraba en un pasillo del instituto mágico, un lugar que combinaba la majestuosidad de la magia con la arquitectura misteriosa.

Ese día, interactuaba con un compañero cuya identidad se había desvanecido con el tiempo. Algo había hecho que lo molestara, aunque Maxine no recordaba exactamente qué. Lo que sí recordaba era la furiosa reacción del chico. En un momento de imprudencia, Maxine intentó molestarlo agarrando su brazo de forma amigable como hacía de vez en cuando con él, pero en lugar de aceptar la broma, él la empujó violentamente al suelo.

—¿Por qué eres tan molesta? ¡Por eso nadie quiere ser tu amigo! —le gritó mientras ella yacía en el suelo, más afectada por el empujón que por las palabras. Las lágrimas brotaron no solo por el dolor físico, sino también por la sorpresa de la traición.

Este suceso dejó una impresión duradera en Maxine. Aquel chico, que consideraba su amigo y que incluso había visitado su casa, había reaccionado de manera tan negativa. Las piedras del pasillo parecían testigos silenciosos de aquel momento.

Sentada en el suelo, reflexionó sobre la lección aprendida. Comprendió que cuando alguien está molesto, no se debe molestarlo más. Recordaba haber pensado que no entendia como alguien reaccionaría de manera tan violenta hacia alguien que consideraba un amigo. La experiencia le enseñó a ser más cuidadosa con las emociones de los demás, y a reconocer que, a veces, las relaciones pueden ser más frágiles de lo que parecen. Y que ella aunque esté molesta no lastimaría a alguien que quiere, jamás.

Al ver el brazo de Hyeong Jun, Maxine se detuvo y respiró profundamente, deteniendo su paso. El lugar donde se encontraban era un pasillo iluminado por el sol proveniente de las ventanas una atmósfera que recordaba la majestuosidad de Castelobruxo.




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