El Diario de Maxine Borage | Rd Hogwarts

Septiembre 19 de 1994 | Celos, Orejas de Gato y Luther Borage

A pesar de lo ocurrido en la noche, Maxine fingió o no quiso recordar ni pensar demasiado. Al regresar al cuarto de las duchas, sin embargo, sintió miedo. La frase de Tom Riddle, afirmando que la había estado vigilando, le causó escalofríos al bañarse. Aun así, sabía que tenía que hacerlo. Si él volvía a aparecer en el futuro y decía algo desagradable, Maxine estaba decidida a dirigirse hacia donde se encontraba el gusarajo de Voldemort y acabar con él allí mismo, junto con Nagini y cualquier otra amenaza. Estaba segura de que podría hacerlo, siempre y cuando estuviera lo suficientemente cegada por la ira.

Mientras se bañaba, Maxine decidió apartar por un momento de su mente los recuerdos de Tom. Una vez cambiada con el uniforme de Slytherin, sintió la necesidad de recorrer el castillo en patines como lo hacía antes. Revisó antes su celular y notó un mensaje:

Emi Ouschan: Buenos Diasssss Te Extraño Max!

Me: Morite EMI 

Emi Ouschan: Amargada ☜ (꒡⌓꒡)

Me: 😈

Solía ser ella quien molestaba a su amigo de Castelobruxo con temas cursis, pero que él comenzara a hacerlo solo significaba que ella debía ser la fría en su amistad de la infancia. Encontró extremadamente extraño que Emiliano expresara que la extrañaba, pero también se rió al respecto.

Guardó su cámara instantánea en la mochila, lista para capturar cualquier momento peculiar que pudiera encontrar.

Esta vez, con la intención de encontrar a Snape y, curiosamente, sin haber recibido aún uno de sus característicos sermones, Maxine extrajo algo especial de su armario. Era un dispositivo conocido por los lectores, una vincha con orejas de gato que se movían de acuerdo al estado de ánimo del usuario.

Con la certeza de que mostrarse inocente y algo infantil podría distraer a Snape, haciendo que olvidara la broma con el profesor Flitwick y cualquier posible regaño por llevar orejas de gato, Maxine se rió ante su propio plan mientras se las colocaba. La idea de que la ternura pudiera derretir el corazón más frío, aunque solo fuera por un segundo, la llenó de diversión. Decidida a probar su teoría, se lanzó a recorrer el castillo en patines, con sus orejas de gato moviéndose de manera juguetona.

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En el comedor, Maxine llegó temprano y ocupó su lugar habitual. Pansy se sentó a su izquierda, lanzándole una mirada curiosa hacia las orejas de gato que adornaban su cabeza, pero Draco, al sentarse a su lado, fue el primero en abordar el tema.

— Maxine, ¿y esas orejas? —preguntó Draco con intriga.

Las orejas de gato en la cabeza de Maxine se movieron felizmente mientras respondía con entusiasmo:

— Oh, son orejas que se mueven si uno está feliz. Son para protección contra el mal. Me protegerán de cualquier cosa que pueda suceder hoy, son mi buena suerte. —dijo de manera teatral y con un toque infantil en su tono.

Theodore Nott, mostrando incredulidad, preguntó:

— ¿Protección contra el mal? ¿Y siguen moviéndose, estás feliz ahora? —tomando una taza de té.

Maxine asintió alegremente y le respondió de forma juguetona:

— Siempre estoy feliz cuando como, ¿sabes? —bromeó, mientras las orejas de gato continuaban su danza.

—A ver, Maxine —decía George Weasley, que apareció detrás de ella y se sentó en la mesa de Gryffindor, escuchando la conversación como un verdadero chismoso.

—Sí, muéstranos —decía en tono burlón Fred Weasley—. Con nosotros seguramente se moverán más rápido —rió.

Maxine se dio vuelta con un aire frío en su mirada. Estaba molesta, especialmente con Fred, por haberla molestado ayer con Brandon y por acercarse de manera provocativa. Sus orejas de gato dejaron de moverse por completo. A Fred le recorrió un escalofrío y una expresión desalentada se apoderó del rostro de George. Aunque Maxine no les dirigió la palabra, los gemelos temieron por su vida. Ella se volvió para retomar su comida, ignorándolos por completo.

— ¿Qué hicimos? —preguntó Fred a su hermano.

— ¡Seguro fuiste tú! —replicó George Weasley.

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Sus orejas volvían a moverse felizmente mientras disfrutaba de un desayuno alegre y conversaba con Draco y Pansy, aunque no recordaba exactamente de qué. Al dirigirse al aula de Encantamientos, el profesor Flitwick anunció que no era necesario que practicara, ya que sabía que era buena en el hechizo. En lugar de ello, Maxine se quedó en un escritorio, ocupada escribiendo cosas. No se puso triste, consciente de que no quería causar problemas al menos por ahora.

Mientras Draco hacía la fila, Maxine decidió molestarlo un poco para que se sacara una foto con ella. Para su sorpresa, Draco sonrió de manera inusual y accedió a la petición. Le pidió que tomara otra, ya que quería tener una para él mismo. Indecisa sobre cuál entregarle, notó cómo él, sonriendo y rodando los ojos con diversión, eligió la que tenía en la mano derecha y la guardó en su túnica. Agradeció el gesto, aunque no entendía por qué, quizás acostumbrada a su amabilidad, y se volvió a sentar en el banco como si nada hubiera pasado.

La luz del sol se proyectaba sobre el escritorio mientras Maxine anotaba, y de vez en cuando, se perdía entre las partículas de polvo que flotaban en el aire. Al fondo, se escuchaban sonidos de explosiones, pero ella tenía auriculares, probablemente escuchando alguna canción cuyo título no recordaba en ese momento.

Kevin Entwhistle, un tanto cansado de hacer fila, decidió sentarse a un lado de Maxine por un momento y la saludó de manera seria.

— ¿Y eso es nuevo? —comentó sin mirarla, manteniendo su actitud seria, como era costumbre en él.

— Oh, es una protección total al 100% —respondió, bromeando y mirándolo. Kevin solo levantó una ceja, y las orejas de gato de Maxine se movieron alegremente.




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