Era cansado estar constantemente yendo de mesa en mesa, pero esta es la manera de sobrevivir para mí. Lo que me gusta de este trabajo son las propinas, hacia 20 a 40 dólares de propina casi diarias. Cuando llegaba a mi cuarto quería dormir, pero tenía que estudiar. Sentía que si lo dejaba de hacer, olvidaría algunas cosas y no quiero que eso me pase, quiero ser la mejor.
— Kira — Blanca me llamó. —, en el tocador hay una señora que necesita ayuda. Ve y asístela. — Dicho su orden se fue a la cocina.
Nada cuesta decir por favor, o ser un tanto delicada.
Me dirigí hacia el tocador. Hay una señora apoyada en el lavadero con un pañuelo. Tiene un vestido azul noche que le llega hasta las rodillas, un cinturón negro a la altura de su cintura que define su cuerpo esbelto y unos tacones negro que brillan. El cabello lo tiene en forma de trenza para el costado. Se encuentra encorvada.
—Señora, ¿se siente bien? ¿La puedo ayudar en algo? — Me mantengo, aproximadamente, a cinco pasos de ella. No la puedo ver muy bien, ni siquiera con ayuda con el espejo. El cabello y el pañuelo son un estorbo.
—Solo deseo estar sola. — Me dice en tono firme.
—Entiendo, señora. Pero, por favor, no se guarde nada. No le diré a nadie y si necesitará que le comprara algo, por favor avíseme. — No sé qué tiene. Si algún alimento le ha afectado o tal vez discutió con alguien. Infinidad de cosas que le pudieron haber pasado.
Escucho fuertemente como ella toma aire y vuelve a ponerse recta.
—Quiero que me hagas un favor, me retirare pero quiero que hagas algo. — Su voz aparenta seguridad e ímpetu. Pero si la estudias bien, sabes que ella quiere quebrarse.
—Si está a mi alcance, la podré complacer señora. — Mire al piso. Sabía que había llorado, estoy segura que ella no quiere que la vea.
—En la mesa numero 13 hay un hombre con una señora. Quiero que le des este pañuelo, ten cuidado, dentro de este pañuelo hay un anillo. — Puse mis manos delante para recibir las cosas. — Muchacha, no soy quien para que mires al suelo. — Levante las mirada y me encontré con unos ojos azules, tiene señales de haber llorado.
La verdad es que ahora no sé cómo sentirme, yo sé quién es esta señora. La vi en ciertas ocasiones, como para mi graduación y para los partidos de Kendall.
Es la madre de Dalton.
—Lo siento señora, creí que le incomodaría si la mirara. — Me mantengo serena.
—A todos nos ha pasado, solo te pido que me ayudes a salir de aquí sin que nadie me vea. — Trata, en vano, de sonreír.
—Hay una puerta trasera, solo la usa el personal del restaurant. No creo que le molesten que salga por ahí. — Ella asintió.
— ¿Cuál es tu nombre?
—Me llamo Kira, señora. — Es la madre de Dalton, maldita sea.
—Mi nombre es Rebeca. Una cosa más Kira, si él te pregunta de dónde has sacado el anillo, le dices que te lo dio un joven de ojos azules y cabello negro. Que la inicial de su nombre comenzaba con la letra D. — Esta orden hace que me dé escalofríos el cuerpo. — Después, ya le inventas cualquier cosa si te continúa preguntando.
—No se preocupe, yo le cumpliré su encargo. — Guardo el pañuelo y el anillo cuidadosamente en mi bolsillo. — Ahora sígame señora, le mostraré la salida.
Salimos del tocador, con mucha tranquilidad. La guio por el pasadizo y no demoro en captar las miradas del personal, sé que podré explicar por qué después.
—El lugar tiene mucha luz, así que no es peligroso y comúnmente pasan muchas personas, como atajo. — Abro la puerta.
—Kira, le entregas esto a la señorita encargada de los registro. — Me hace entrega de un billete de cien dólares. — Te quedas con el cambio, por las molestias que te he dado.
—Señora, en serio, no hace falta. — Sonreí.
—En serio, lo tomas y muchas gracias. Soy mesa número 23. — Dicho esto salió y cerró la puerta.
La mesa 23 está en el segundo piso, y ella quería que de ese anillo a la mesa 13, que se encuentra en el primer piso. Di media vuelta y voy en busca de la persona número 13. Al pasar por la cocina me encontré con Eliane.
— ¿Quién era la señora? — Susurra.
—Me pidió dos cosas, una era entregarle un anillo al señor de la mesa 13. Lo otro ayudarla a salir de aquí, también me dijo que pagara su cuenta. — Le conteste, según yo, de manera secreta.
—En total son tres cosas. — Dice ella con el ceño fruncido.
—Pues sí, bueno ahora iré a darle el anillo al señor. Puedes darle a Julissa el dinero, le dices que facture de la mesa 23. — Sonreí. — Por favor, Blanca ha estado sobre mí desde que he llegado.
—Todos lo hemos visto, la verdad es que ya me he empezado a molestar, si no la pones en su lugar tú. Lo haré yo. — Sonreí.
—Eliane, gracias. Pero evita decirle algo, la aguantare por hoy. — Encogí los hombros. — Si mañana sigue con la misma actitud, entonces le pondré todo en orden.
—Nada justifica la actitud que está teniendo ahora, absolutamente nada. — Eliane tiene el ceño fruncido y una vena se quiere salirse de su cuello.
—Algo ha pasado, ¿cierto? — Alcé una ceja, o eso trato.
—No, para nada. — Pero que cortante fue eso. Dicho su pequeña frase se fue.
¿Ahora que paso?
Tengo que ir con el señor de la mesa 13, ojala no me pregunte nada. Que tengo que volver a ayudar a la cocina.
Me dirijo hacia el comedor, observando el número de mesas. Cuando doy con la mesa 13, me percato que había un hombre tomando la mano de una mujer.
Me acerco lentamente y aquella mujer muestra una gran sonrisa.
Oh...
Esa mujer.
Sé quién es.
Dios mío.
El padre de Dalton.
Y esa señora.
¿El padre de Dalton y Mónica son amantes?
Respira. Respira. Respira. Respira. Respira.
Volví en mí y fui rápidamente al área del personal. Cojo un asiento y me dejo caer en él.
Mis manos están temblando, yo estoy temblando. Quiero vomitar, expulsar el horrible sabor que tengo en mi boca.