Mis manos estaban sudando mucho, no podía calmarme. Ni haciendo respiración, ni pensando en números o algo por el estilo podía calmarme. Quería pensar en que todo iría bien de ahora en adelante, pero no. La chica que tenía frente a mí quería hacerme parecer una tonta, no sé porque. Es mi primer día y ya está que me juzga por vestirme.
—Kira — Me llamaron. —, ve con Eliane para te que te diga donde estará tu casillero. — Señalo a una chica de cabello rosado. —Ahí encontraras tu uniforme. — Me miro de pies a cabeza y puse los ojos en blanco.
¿Qué le hice? Es la primera vez que la veo y ya me está mirando mal. No es que yo la haya mirado mal, yo siempre trato de llevarme bien con los demás. Pero ella me la iba a poner muy difícil.
—Gracias. — Susurre.
Eliane se encontraba parada mirando algo desde su posición, se mordía ligeramente el labio. Ella era unos dos centímetros más alta que yo.
—Disculpa. — Susurré. Ella me miro totalmente tranquila, logré apreciar sus ojos castaños. — Blanca me ha dicho que tú me darías mi ropa de trabajo. — Ella sonrió y asintió.
—Sí, sí, sí. — Parecía emocionada. — ¿Cuál es tu nombre? — Pregunto con dulzura.
—Me llamo Kira, un gusto. — Le extendí mi mano derecha y ella acepto con gusto.
—Un gusto Kira, me puedes decir Eli o Eliane. O como tú gustes. — Sonrió. Soltó mi mano y empezó a caminar. — ¿Cuál es tu talla? Si no me equivoco serías un “M”. — Se detuvo y me observo fijamente. — Sí, debes ser esa talla. — Aseguro. — ¿Cuánto mides 1.65?
—Sí. — Susurré. — No me quejo, sé que hay personas más pequeñas que yo.
—Está bien, vamos. — Empezó a caminar despacio.
Salimos de la cocina y me llevo a la parte trasera de esta.
Este lugar es inmenso. La primera parte era donde estaban las mesas y sillas, después venia la cocina y luego un cuarto donde nosotros nos cambiaríamos. El lugar era sin duda elegante y cálido. Las paredes eran de un color rojo vino y en el medio había una madera que dividía la pared. La otra parte era un color vainilla.
Había ciertos cuadros de naturaleza, solo en el lugar donde los clientes pudieran ver, y del techo colgaban candelabros. El sonido de fondo era música blue’s y jazz, las mesas eran cuadradas y sus manteles eran color blanco y rojo. Puertas de cristal y ventanas igual, dos personas custodiaban el lugar. Al entrar no logre ver cómo eran físicamente, solo note que me pasaban por muchos centímetros.
—Es aquí. — Era una puerta color marrón y había un cartel que decía “Solo personal.” La abrió y el lugar olía delicioso. — Este lugar es demasiado fino como para que algo apeste. — Reí. — Hay ropa en el casillero 21, te aseguro que es de tu talla.
—Gracias. — Sonreí. — Tengo un duda con respecto a algo… No sé si puedas responderme. — La observe atenta.
— Dispara. — Sonrió.
—Blanca me mira mal e incluso me habla mal, pero algo así como si me despreciara. — Dije cuidadosamente. — ¿Solo es así con las nuevas? — Dije esperanzada. De acá dos semanas seguro deja de hacerme esas caras.
Eliane soltó una gran risa.
—No sé si te has dado cuenta que la mayoría es rubia, o que tiene el cabello de otro color. — Tomo su cabello y sonrió. — Ella odia a las pelinegras. — Dijo simple.
¿Eso es racismo?
—No te puedo dar un porque, yo no soy su amiga y dudo serlo. Me teñí el cabello para que dejara de molestarme y decirme mil y una cosas. — Puso los ojos en blanco por unos segundos. — La mayoría de pelinegras se ha teñido el cabello, así como yo.
—Pero algunas comensales deben tener el cabello negro…— Me corto rápidamente.
— Se puede meter con las chicas del servicio, no con el cliente. — Suspiro. — Si quieres que no te moleste, te recomiendo teñirte el cabello. — Me quede boquiabierta. — Tienes 10 minutos para arreglarte, dar buena impresión es buena.
Dicho eso salió del cuarto y cerró la puerta. Busque mi casillero y lo abrí. Al parecer tendría que comprar mi propio candado.
¿En serio? ¿Qué tiene de malo el cabello negro? Yo no tengo nada contra las rubias, su menosprecio hacia las pelinegras e absurdo, infantil y tonto. Saque el uniforme del lugar, coloque mi mochila bien en mis hombros y fui al baño.
Debajo de mi polo tenía un pequeño polo blanco, me puse la camisa y la abotone. La manga era hasta los codos, la falda era color vino… ¿Por eso April me envió tacones?
¿Cómo se supone que haga eso? Yo jamás me he puesto unos en mi vida… ¿Qué se supone que haga ahora? ¿Si rompo algo? ¡Maldición!
Abrí mi mochila, saque los tacones pequeños y unos pantis.
¡Gracias April! Sino no haces la mochila, yo ni se dónde estoy parada.