El diario de secretos

Cap. 11: Hogar, desastroso hogar

El auto se movió bruscamente al pasar por un bache haciendo que Candy despertara sobresaltada. 

Estaba acostada en un asiento, apoyaba la cabeza en las piernas de alguien, se asustó al no saber quien era hasta que logró ver a Candela, quien miraba por la ventana. Sentía algo caliente en su estómago, al mirar se encontró con Golden acurrucado y durmiendo sobre ella.

Conforme más se espabilaba, más sentía. Tenía una gran incomodidad en su brazo, había  

En la tercera fila de asientos Lilim hacía flotar una foto suya cuando era chiquita, envuelto en el marco había un extraño brillo azul que parecía ser el que lo elevaba. 

Llevaba la misma ropa que ayer, un short de jean azul, unas zapatillas negras, una musculosa negra con una raya diagonal amarilla y un chaleco blanco.

— ¿Ya llegamos? —preguntó la joven de pelo negro distraída sin darse cuenta que la colorada se despertó. Agarró un bate y lo hizo flotar— gracias a Candy tengo más fuerza que antes, aunque aún no me acostumbro, me da un sentimiento extraño usar su energía.

—Faltan 10 minutos —dijo su abuelo cansado, quien estaba en ocupando el asiento del conductor, tenía un ligero tic en el ojo derecho— deja de preguntar.

—Podía haberlos llevado yo —repitió por milésima vez, estaba colmando la paciencia de los mayores.

—Despertaste —dijo Candela mirándola e ignorando la charla de la demonio y el conductor, estaba con una enorme sonrisa de lado a lado y con la mirada iluminada, no pudo evitar sonreír también.

—Ah, buenos días, Candy —dijo su abuela volteando, estaba en el lugar del copiloto.

Sacó a Golden de encima suyo, lo dejó en lo que sobraba de asiento, mientras se sentaba y llevaba una de sus manos a su cabeza, tenía la sensación de no haber dormido nada. Hubiera sido un bonito despertar, encontrarse con tres cosas tan queridas como una amiga de la infancia, a Candela y a su mascota, pero se sentía realmente adolorida, al parecer durmió en una mala posición.

Miró por la ventana, de un lado había un frondoso bosque, cercado con una reja que tenía carteles que decían "peligro, voltaje". Del otro lado había diversas casas, bastante grandes y bonitas, parecían estar en zona de fincas.

— ¿A dónde vamos? —preguntó extrañada y bastante desorientada.

—A tu nueva casa —le comunicó su abuela bastante alegre e intentando minimizar la noticia. 

Eso fue como un baldazo de agua que la despertó del todo. Iba a hablar, pero la demonio se le adelantó, haciendo que volteé para verla.

—Le dijimos que no querrías, ambas lo sabemos —comentó Lilim señalándose a ella y Candela mientras hacía que la jaula de Flama flote—, pero no les importó. Es humillante, un ser tan poderoso como yo obedeciendo a estos humanos débiles.

—Lilim, ya deja eso —pidió Candela con temor de que hiriera a la mascota y para hacerse la tonta. 

No tenía pensado intervenir en el estallido de enojo. María era su contrincante y sabía que ganaría siempre contra ella, pero quería que la mujer lo viera también.

—Re-repitan lo que dijeron —les pidió Candy estupefacta—. ¿A dónde vamos?

—Nos mudamos a tu antigua casa —le respondió su abuela dejando de sonreír de a poco.

— ¡¿Quiénes se creen que son para sacarme de mi casa?! —estalló, Candela intentaba no reírse—. No pueden hacer esto, yo no estoy bajo sus cuidados así que nos volvemos. ¿Vamos, Cande? —preguntó.

—Piensalo bien, Can —habló de forma conciliadora, internamente se burlaba de sus abuelos.

—Lo pensé bien—habló levantando la mirada, aunque eso no era cierto, la adrenalina de la ira no le permitía pensar bien y le estaba sacando el mal estar. 

—Abran la ventana, yo salgo y las cargo —propuso Lilim emocionada de sacarse a esos tontos de encima, no parecían ser de confianza.

— ¡Ustedes no se irán! —exclamó su abuela—. Tu casa ya no es segura, al hacer el trato con ese estúpido demonio le abriste la puerta a todo ser mágico para que ingrese a tu hogar. Por lo tanto nos quedaremos en tu nueva casa.

El grito autoritario y la aparente explicación de esa mujer la hicieron asustarse y calmarse.

— N-no... no puedes.... — su respiración se aceleró repentinamente—. ¿Qué me pasa?—, dejó de sentir sus piernas y comenzó a ponerse pálida. La adrenalina y el enojo que había sentido hace unos minutos disminuía y su boca se secaba.

—Te falta azúcar y hierro —le explicó su abuelo intentando mantener la tranquilidad— así que te trajimos algo para comer—. Sacó una hamburguesa y una soda de una bolsa, luego se la dio a Candy.

Ella lo tomó y miró lo que le dieron por unos minutos como si que la comida tuviera veneno. Candela se le quedó mirando y rió, sabía que no confiaría en nada que ellos dos le dieran.



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En el texto hay: demonios y angeles, diarios magicos, guerras magicas

Editado: 28.04.2020

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