El diario de secretos

Cap. 16: La tierra se venga del cielo

"—A ver a los gemelitos, ¿qué están haciendo? —preguntó su joven maestro de forma animada.

—Estábamos pensando... —dijo un niño de baja estatura.

— ¿En qué? —cuestionó.

—Que la tierra se vengará del cielo —dijo la niña.

— ¿Por qué lo dices? —preguntó interesado.

—Porque ella siempre está debajo de él y algún día se cansara, ese día se pondrá por sobre ella... —terminó el niño.

—Y nosotros nos vengaremos del director—habló la gemela menor."

— ¡¿Hermanita?! —preguntó Ainara escandalizada, confundida y sorprendida.

— ¿Estás quienes son? —preguntó el joven con la misma confusión reflejada en su rostro y algo de agresividad—. ¿Saben qué? No importa, entren.

—Sí, Candy, luego nos explicas —dijo seria Lilim—, a todos —aclaró. 

Ainara sintió miedo de golpe, se había percatado que, además de su protegida, la única que no sentía miedo era ella, pero algo tuvo que haber pasado para que lo volviera a sentir.

Entraron, la casa no era demasiado grande, eran tres habitaciones y no mucho más que un armario. La habitación, un baño y un living forrado de libros, dos sofás, un escritorio gigante en el que trabajar con una computadora algo vieja. 

La chica se sentó en uno de los sofás, las otras dos permanecieron paradas. La colorada se sentía en total confianza allí.

— ¿Por qué todos duermen? —preguntó ella preocupada. ¿Le parecía raro que a esas horas de la noche todos estén dormidos?

—Pusieron sedantes en la comida de todos, soy el único que no comió —le explicó—. Espero que hayas traído algo, me estoy muriendo.

Candy rió, sacó de sus bolsillos una barra de chocolate y se lo dio al joven. Que se le iluminó el rostro al verla, parecía un niño, la tomó y de un mordisco se comió la mitad.

—Chocolate—dijo con la boca llena—. Como lo extrañaba, igual que a vos—la abrazó con fuerza, ella correspondió con una sonrisa. 

Notó que sus compañeras no entendían nada de lo que pasaba. 

—Bueno... em... —balbuceó incómoda—. Ainara, Lilim, él es mi hermano gemelo, Marcos. Marcos, ella es Ainara—señaló a la joven nombrada—, y Lilim.

—Es un placer—saludó con algo de desconfianza.

—Lo mismo digo... —sonrió la chica gato.   

—Necesitamos salir —habló la demonio interrumpiendo las presentaciones—, luego no habrá guardias, así que podremos salir con los... ¿Cuántos chicos hay acá?

—179 si memoria no falla —respondió con la boca llena, cosa que le causó simpatía a Ainara. Deberíamos poder pasar hasta el edificio principal y destruirlo, los sistemas de defensa bajarán y todos podrán salir, ya hay un plan de evacuación. 

—No —ordenó Candy firme—. Deberías salir, tenemos que irnos ahora. Se nos hace tarde —la chica sacó algo de un bolsillo— yo voy a hacer esto sola.

Lilim se sorprendió ¿por qué insistía en cargar tanto peso en sus hombros? No lograba comprenderlo. ¿Es que le gustaba el victimario? ¿O eso era más peligroso de lo que parecía.

—Está vez funcionará —dijo Marcos sonriendo y revolviendo su pelo colorado para desarreglarlo. Gesto típico de él desde que eran chicos, odiaba que lo obligarán a peinarse y en ese lugar estaba prohibido el pelo largo y andar desarreglado—, pero necesitas mi ayuda.

Su hermana lo reconoció de mala gana, sí que lo necesitaba, él era más inteligente que ella, pero menos astuto.

—Espero que funcione, si las cosas se ponen feas debes irte sin importar qué, vámonos—. Hizo un ademán con su cabeza para que la siguieran.

Salieron y empezaron a correr sigilosamente entre las casas color gris. La entrada de el edificio más grande estaba sin vigilancia, lo cual preocupó a los hermanos, eso no era normal en lo absoluto. En esos años que estuvieron nunca vieron ese lugar sin vigilancia.

—Esto no me gusta, Can —susurró él.

—A mi menos —respondió de igual manera.

—Tenemos la entrada regalada —comentó Ainara ante la inseguridad de los menores, decía "menores" porque desde el secuestro ella había crecido unos 10 centímetros, superando a Candy y Marcos. Aunque aún no superaba a Lilim.

—No es normal, hay que ir despacio —respondió él como si que fuera lo más obvio, lo que hizo que la chica-gato se molestara.

—Anda vos, hermanito. Si me ven a mi se darán cuenta que te vine a buscar y el plan se irá a la mierda, si pican el anzuelo no te preocupes, no dejaré que te lleven a la máquina —le prometió.



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En el texto hay: demonios y angeles, diarios magicos, guerras magicas

Editado: 28.04.2020

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