El diario de secretos

Cap. 18: La verdad

— ¡TE ODIO! —gritó llorando a mares. Ellos sabían el secreto, pero nunca hicieron nada.

El viento golpeaba contra su rostro, iban a una gran velocidad y querían aumentarla.

—¡Acelera! —ordenó la pelirroja.

—Nos vamos a estrellar —le respondió cubriéndose el rostro y soltando el manubrio.

—Hay que romper la maldita puerta —Candy movió el pie de su hermano y pisó el acelerador a fondo.

—Cubre tu cabeza, no quiero que te dañes. Déjame manejar a mi. —Intentó tomar el control del vehículo, pero le temblaba tanto el pulso que se lo dejó a quien estaba de co-piloto. Su hermano siempre había intentado protegerla y ser valiente pero a veces eso le jugaba en contra y no era capaz ni de una ni de otra.

Chocaron de manera seca, la puerta cedió unos cuantos centímetros. Se metieron ambos en el espacio y empujaron la puerta para abrirla más y poder pasar cómodamente. Marcos sacó la micro-bomba y la puso en su lugar. 

Estaban solos, por alguna razón Ainara y Lilim no podían pasar por ahí, de seguro él director había tenido más trucos bajo su manga... después de todo puede que lo que utilizaban para torturarlos utilizaba un principio mágico.

—Espera —le dijo Candy— debe haber algo que impida a los otros seres pasar acá.

— ¿Decís que hay algo valioso? —abrió sus ojos ilusionado. —¿Le aviso al resto?—preguntó sacando el radio para hablar con los demás. Ella negó con la cabeza.

—Nadie pone un impedimento mágico solo porque le dio ganas. 

— ¿Mágico? Esto aún suena condenadamente extraño.

—Vamos, debe haber algo acá —hizo un ademán con su cabeza.

Comenzaron a buscar entre las cajas, algo había allí, Candy tenía una sensación latente y Marcos la sentía, de manera tal que seguía los instintos de ambos.

<< ¿Por qué tardan tanto? >>escuchó la voz de Lilim en su cabeza.

—Si el hechizo resguarda algo tenemos que encontrarlo, podría ser importante.

<<Can, ese lugar es peligroso, deben salir rápido, estoy intentando que no entren en tu mente, si no te apuras no podré protegerte más.>> Estaba muy preocupada.

—Pero las criaturas mágicas carecen de libre albedrío. Deberíamos entregárselo —replicó molesta.

Marcos se quedó mirándola atónito, se percató de que él no escuchaba a Lilim, luego le explicaría que pasaba. Debía de parecer una loca hablando sola.

—Luego te explico sigue buscando —pidió y él asintió.

Se prometió que luego sometería a su hermana a una prueba psicológica, aunque todo era diferente eso ya parecía un desvarío.

Escucha, Caramelo. Ellos carecen de esa cualidad por propia decisión deben irse. Todo esto es más —la joven dejó de escuchar la voz de Lilim, algo andaba realmente mal.

Comenzaba a sentir esa sensación de peligro al acecho, lo que le hizo recorrer un escalofrío por toda su espalda. 

—Marcos, activaré la bomba. Debemos irnos —dijo ella mientras introducía el código de activación.

— ¡Lo encontré! —dijo él sacando un vidrio sin el marco, parecía el lente de una lupa.

— ¿Qué es eso? —preguntó ella dejando de prestar atención a su trabajo.

—No sé, pero algo me dice que es lo que estaba buscando. Vámonos.

Los dos corrieron hacía la salida, Candy se sentía particularmente desorientada, quizás eran los recuerdos que saltaban a su mente involuntariamente. 

Vio a su hermano con ojos llorosos, parecía tan feliz, tantos años ahí, encerrado. Al fin libertad. Una sensación de adrenalina le recorrió todo el cuerpo, perdió la sensibilidad en las piernas. Subió la velocidad, ambos gemelos corrían a la misma velocidad. Estaban en el medio de la ciudad cuando la bomba estalló.

Tuvieron que ocultarse, puesto que la mayor parte de los adultos se dirigían al centro del desastre. 

Llegaron a la reja y salieron corriendo al auto. En el camino vieron como unos camiones se iban, se alegraba de saber que ya todos se habían ido, solo faltaba uno.

— ¿Todo bien? —preguntó Marcos.

—Te estábamos esperando —dijo Near extrañado por la pregunta—. Revisamos cuatro veces la lista. Solo faltabas vos, Ethan —Marcos arrugó el entrecejo—. Es broma, Marcos.

—Me lo llevaré yo —Candy apareció en el campo visual del chico.

— ¿Qué es lo que? —habló el joven con acento cordobés y bastante sorprendido—. ¿Em... digo, Candy? ¿Qué haces acá?

—Me lo llevaré a nuestro hogar. Espero que vuelvan bien, váyanse rápido —sonrió la colorada—. Nosotros debemos irnos.

Ambos volvieron a correr mientras veían al camión partir con varios de los que fueron sus compañeros alguna vez. En ellos se tuvieron que apoyar para poder salir adelante. 



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En el texto hay: demonios y angeles, diarios magicos, guerras magicas

Editado: 28.04.2020

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