El diario de secretos

Cap. 19: Interrogatorio

— ¡Maldita sea! —se quejó Candy cruzada de brazos bastante molesta—. No es justo.

—Me sedaste, rompiste las regla de no ir tras Marcos y menos sin mi, creo que dejarte sin el celular por una semana es un castigo mínimo —habló cruzada de brazos.

—Pero trajo a tu hermano favorito de vuelta a casa —Marcos intentó relajarla para que el castigo se mitigara.

La chica sonrió, les revolvió el cabello con dulzura y suspiró.

—Voy a pensarlo más tarde, ahora, ustedes dos deberían ir al colegio.

—Pero si el año está a dos o tres meses de terminar —se quejó Marcos.

—Suficiente tiempo para hacer un cambio urgente de colegio por un "problema familiar" e integrarte en este con una hermosa sonrisa.

Ambos salieron resongando, no sin antes despedirse de su hermana mayor. Desde la noche anterior no habían visto a sus parientes y se les hacía bastante bueno. 

Iba caminando tranquilamente, pensando en todo. Nunca necesitaron tener una conversación muy prolongada, siempre sabían que pensaba el otro y el silencio era mejor que nada, se podían explicar todo de esa forma. De seguro era porque vivieron toda su infancia sin separarse.

—Se siente extraño esto... es como la rutina del instituto —comentó una vez en la parada—. Pero sin sentirme mal, sin sufrir. Siento que se me fue esa tristeza que me dificultaba levantarme de la cama y enfrentar el día a día. Ahora me siento mejor, me siento en paz y libertad.

La hermana sonrió, entendía ese pesar, lo habían compartido por un tiempo, pero la estadía de su hermano se había visto prolongada por un error de cálculos.

Subieron al colectivo, ambos recordando anécdotas, cosas que habían hecho cuando eran jóvenes, era una cálida mañana, el sol daba completamente en el rostro de Marcos, causándole un leve sonrojo.  

— ¿Seguirás llevando ese lente de lupa en tu cuello? —preguntó ella.

—Claro —habló de forma efusiva—. Sé que es importante de alguna manera... vamos, estoy emocionado por una vida "normal". —Hizo unas comillas invisibles.

~Y~

Bajaron del colectivo tranquilos, no tenían ningún apuro por entrar aunque estaban llegando tarde. El calor estaba comenzando a molestarles, les estaba dando sueño.

—Can... —la llamó mientras se dirigían al aula, lo miró de reojo, se veía nervioso. 

Se encontraban frente a la puerta del salón, le temblaba el cuerpo ligeramente. Parecía que no había sido "el nuevo" en mucho tiempo.

— ¿Si? —preguntó con una sonrisa y la mano apoyada en el pomo.

—Tengo miedo, no recuerdo la última vez que... bueno.

—Todo estará bien hermano, ya podemos estar tranquilos. Vamos, no te saqué de allí para que vivas encerrado en casa.

Sonrió alegre, indicando que podía abrir. Ambos entraron, la maestra giró mecánicamente su cabeza y los vio. Candy tragó saliva y sonrió apenada, sabía lo que seguía.

—Señorita Goméz. ¿La cama no te dejaba ir? —sonrió. Su profesora era bastante divertida.

—Profe, estuvo toda la noche de fiesta y esas son las consecuencias —habló Mauro, un chico que realmente odiaba.

Todo el curso se rió de su comentario. Candy se fue a su lugar pasando por alto las miradas de enojo de sus amigas, no sabía cuánto tiempo pasaría hasta que se calmaran,

 Marcos se acercó a la profesora.

—Disculpe profesora... —habló él tímidamente—. Soy nuevo...

—Muy bien caballero, nombre y apellido y luego vaya a sentarse detrás de la señorita que acaba de levantarse. Aún tiene cara de dormida —su hermana sonrió, pero intentó hacerse la ofendida.

Marcos sonrió y se sentó en donde le habían indicado, inmediatamente el chico que se sentaba a su lado comenzó a hablarle. Su asiento estaba detrás del de Candy, junto al de la chica/gato, delante de ellas estaban una joven delgada. Eran todas las que estuvieron en el auto ese día.

El chico junto a él era bastante charlatán y no sabía guardarse las cosas, así descubrió que se llamaba Mauro, tenía 14 años, adoraba los gatos y molestar a su hermana, le gustaba dibujar y no se llevaba bien con la mayoría de los chicos.

— ¿Por qué molestas a mi her... a Candy? —se corrigió. Candy se quedó dura al escuchar la equivocación de Marcos.

—Hm... creo que porque siempre llega tarde y es divertido molestarla por ello —dijo él sonriendo con simpleza.

—Idiota —murmuró molesta mientras Marcos se reía por la situación.

—No es el único idiota —susurró Belén intentando que Candy no la escuche.

No sabía muy bien qué decirle, así que hizo lo primero que se le pasó por la cabeza.

— ¿Siguen molestas? —le preguntó ignorando la conversación entre Mauro y su hermano.<< ¿En serio les pregunté si siguen molestas? ¿Soy estúpida o qué?>> pensó.



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En el texto hay: demonios y angeles, diarios magicos, guerras magicas

Editado: 28.04.2020

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