El diario de secretos

Cap. 20: Los servidores del horizonte

—No tienes que complacer a todos, hija.

—Intento complacerme a mi misma, vos no sabes lo que es que todos los días te griten y te critiquen y nunca, ni una sola persona, te ayude a enfrentar todo esto... Es tan feo que te saca las ganas de vivir y de ir al colegio.

— ¿Quienes son ustedes? —Soltó Marcos la pregunta sin más mientras guardaba una de sus manos en el bolsillo del pantalón, no le gustaba las visitas sorpresas.

— ¿Estos son tus sobrinos Luis? —preguntó el mayor, su tío asintió.

En el sofá se habían sentado tres hombres, estaban en buen estado físico. Dos de ellos se veían idénticos, eran muy altos, su pelo era negro y muy corto, sus ojos del mismo tono. Tenían una expresión fría que al verla te dabas cuenta que no eran muy conversadores.

En el medio se sentaba un hombre de una edad un poco más avanzada, su cabello parecía ir tiñéndose de color ceniza por el paso de los años. Sus ojos eran color verde y su piel morena, los dos hombres iguales lo pasaban por casi dos cabezas.

— ¿Estos chicos destruyeron el instituto? —preguntó uno—. ¿Es una broma o qué?

—No es ninguna broma —habló Marcos dejando de lado su seriedad y abrazó a Candy—. Mi hermanita me vino a buscar y se enfrentó con el director en una pelea a muerte.

—Y mi hermano apareció y tenía unos cuchillos que brillaban, fue genial —dijo ella con una sonrisa.

—Y al parecer la chica cazó un demonio, es algo sorprendente —habló el otro.

Ambos se separaron y se quedaron mirando a los viejos, su tío se encontraba detrás de ellos. No estaban seguro quien juzgaba a quien, a ninguno le gustaba los otros. Se inspeccionaban de arriba a abajo, la desventaja que tenían los mayores era que debían esconder que los juzgaban.

—Bueno, mi nombre es Edwart. —Habló el más viejo—. Él es Rick —dijo señalando al chico de la derecha—. Y él es Rocco. —Señaló al chico de la Izquierda—. Somos parte de una organización que se empeña en mantener en orden el mundo mágico y el mundo de los humanos separados para que no tengamos que enfrentar una catástrofe. Vimos una oportunidad cuando nos contaron que unos niños habían destruido el instituto y a su dirigente.

—Vimos mucho potencial en ustedes —comentó Rick.

—Tengo preguntas para ustedes... —dijo Candy sentándose calmada en el sillón frente a ellos junto con su hermano.

Su tío quiso que lo tragara la tierra, pensó que ellos y los servidores se entenderían, las grandes mentes piensan igual. Esos hombres eran especiales, pero quizás sus nietos no tenían el nivel de comprendimiento para hablarles bien.

—Dinos.

— ¿Por qué no derrocaron al instituto si tan buenos son y tanto se preocupan por el mundo mágico y humano? ¿Por qué no fueron a revelarse? Ellos secuestraban chicos, los torturaban y no permitían el libre albedrío para las demás criaturas.

Se quedaron callados, les llamó mucho la atención, era interesante. Quizás esos niños eran más inteligentes de lo que parecían, estaba muy entusiasmado con saber la respuesta.

—No tenemos permitido dar esa información... —respondió serio Rick.

— ¿Osea que no tienen la fuerza para decir que son unos cagones? —preguntó Marcos.

—Marcos, léxico —lo regañó Luis.

—Puedes corregir nuestro léxico cuando nos cries, pero no lo hiciste, así que hablamos como se nos de la regalada gana —Candy se estaba conteniendo de insultarlo, ya había sido demasiado insolente e intentaba no llevarlo más lejos.

— ¿No les gustaría aprender más sobre el mundo mágico? —preguntó Edwart para intentar recuperar el entusiasmo y que la pelea entre esa familia no se intensificara.

— ¡Si! —exclamaron los gemelos emocionados, fingieron olvidarse de la pelea.

— ¿Conocer el mundo y meterse en misiones realmente peligrosas? —animó aún más.

—Si, —Tenían las ilusiones por las nubes, fantaseaban con cada aventura. Les habían pegado en su punto débil: La curiosidad.

—Genial —dijo Rocco contagiándose del entusiasmo de ambos—. Entonces prepará todo porque vamos a irnos a un fin de semana de pruebas.

— ¿Prepará? —preguntó su tío—. Pero si son dos...

—Ah... cierto, que cabeza la mía —dijo Edwart riendo—. Desde hace dos décadas no se permiten mujeres en los Servidores Del Horizonte.

Ambos hermanos dejaron de sonreír, a Marcos no le gustaba la idea de irse lejos de vuelta, pero su hermana lo miró y le sonrió, con una voz muy dulce habló.

—Tío, Marcos, vayan a preparar las valijas que dudo que tengan tiempo.

— ¿Los convencerás de que puedes ir? —preguntó en un susurro. Ella asintió.

Marcos, ingenuo, le sonrió y se fue junto a su tío a su habitación para guardar todo lo que necesite. Se sentía feliz sabía que los podría convencer, y sino, el se quedaría en la casa, no tenía ningún problema.



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En el texto hay: demonios y angeles, diarios magicos, guerras magicas

Editado: 28.04.2020

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