El diario de secretos

Cap. 22: El cofre de la laguna

—Al fin has vuelto —le dijo Candy sonriendo a su hermano al verlo llegar con mochila en la espalda, tenía los ojos rojos y la nariz rosada—. Faltaste dos días al colegio, no podes faltar considerando que sos nuevo, pueden pedir un reunión con tus padres y si se dan cuenta será un problema muy grande.

—Tranquila —dijo abrazándola por lo que Candy se sorprendió— estaba algo resfriado, por eso falté tanto. Hoy debo irme antes.

— ¿Por qué? —preguntó Josefina que escuchaba la conversación aunque nunca la habían invitado a participar de esta, lo que irritó a la gemela.

—Callate, solo estás sentada acá porque la profesora te obligó —le riñó Candy.

—Le habló a anteojitos, no a ti —contraataco, se miraron como perro y gato.

Hace mucho que no peleaban, por lo que cualquier excusa les servía. Eran de esas peleas amistosas, no se decían nada que realmente pudiera dañar a la otra. Marcos no las entendía, pero tampoco se esforzaba por hacerlo, las personas no eran problemas que debía analizar y entender.

—Mira, sé que es bajito, pero tampoco para tanto —reclamó Candy.

—No eres la más indicada para hablar de bajitos, 1.55 cm —se burló mientras la colorada bufaba. Antes era la más alta, ahora se estaba quedando atrás.

—Justo en mi rodilla —habló sarcástica.

— ¿La que está a 20 centímetros del piso? —su hermano soltó una carcajada en la cara de la chica. Lo que hizo que se indignara.

—Traidor —murmuró cruzándose de brazos.

—Tengo que hacer algo —le habló para parar la pelea— prometo contarte luego todo lo que pase —dijo sonriendo.

—Bueno, creo que más tarde podré contarte todo lo que está pasando en la casa —comentó.

Candy suspiró y volteó para seguir copiando lo que la maestra escribía en el pizarra. Las horas parecían eternas últimamente, pero en el colegio era el único lugar en el cual podía descansar. Su abuela, su tío y su abuelo las estaban matando con el entrenamiento. 

Su tío era bastante habilidoso creando trampas, sus conocimientos sobre las debilidades y los tipos de criaturas que existen eran bastante extensos. Tenía demasiado entusiasmo, había veces que las sacaba de sus casas a las 6 de la mañana para ir a cazar.

Su abuela era pura y ardua disciplina, sentía que terminaría desarrollando músculos en todos lados por tanto ejercicio. Si ya era molesto que te levanten a las seis, era peor que te levantaran a las 4. 

Tendía a decirles que peleen entre ellas, hasta ahora  se había vuelto a enfrentar a Ainara, quien la desarmó en dos movimientos y Belén, con quien terminó en un empate. Debían correr durante 30 minutos, hacer flexiones de brazos y demás. 

Su abuelo, en cambio, era más tranquilo, les enseñaba sobre muchas de las criaturas que existían, lugares en donde había mayor concentración de estas. Cuales eran más peligrosas que otras, como reaccionar cuando te encontrabas con criaturas de la oscuridad.

—No importa si son criaturas de la luz o de la oscuridad —decía de manera sabia siempre que terminaba de explicarles algo—. Todas si pudieran las matarían, aunque se encuentren en una zona neutral en la que no pueden matarlas no significa que no las torturaran o intentarían volverlas locas. Estos seres no tienen moralidad, no dudarían ni un segundo en destruirlas, así que ustedes tampoco deben dudar en matarlos. ¿Entendieron?

—Si —solían decir todas a excepción de Candy que siempre se quedaba callada.

—Candy morirá primero —se burlaba siempre Josefina.

—Es normal que se resista a la idea inicial, sería raro que acepten a la primera, de hecho creo que todas ustedes no podrían matar a nadie cuando se presente el momento —dijo Lilim burlona.

 —¿Cómo lo sabes? —preguntó Guadalupe.

—Pueden ver todo lo que quieran en la televisión, ustedes se creen especiales por aguantar lo que ven, fantasear con matar... pero créanme, si llega el momento de asesinar a alguien, aunque sea para defenderse, se lo pensarán más de una vez —rió la demonio de forma burlesca—. Los que más se niegan a matar son los primeros en perder la cabeza.

Sacudió su cabeza, no le gustaba recordar lo que había advertido Lilim, quería creer que era incapaz de matar a cualquier cosa. Intentó volver a concentrarse en la clase, necesitaba despejar su mente, era demasiada presión.

Se perdió en las explicaciones de la maestra hasta que llegó la hora del recreo. Marcos agarró su mochila metiendo todas sus cosas en ella, se levantó de su asiento y se despidió de la profesora, era hora de ocuparse de sus asuntos.

~Y~

Se encontró con el auto en la vereda, un chevi color negro, estaba en buen estado. Se subió en los asientos de atrás. No podía creer lo que hacía, quizás debía desistir cuando aún le quedaba un poco de tiempo. 



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En el texto hay: demonios y angeles, diarios magicos, guerras magicas

Editado: 28.04.2020

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