El diario de secretos

Cap. 23: Problemas en el colegio

Candy suspiró, vio como su hermano se levantaba y se iba con sus nuevos compañeros. Se levantó para salir al patio, parecía que sería un día normal, algo que hace mucho no pasaba. Se acercó a Guadalupe que estaba muy resentida con la profesora por haberla intercambiado el lugar con Josefina por haber hablado, cuando en realidad no había hecho nada.

Guadalupe hizo toda una escena y una imitación de su maestra, si que estaba resentida. Ya iba a mitad del recreo cuando sonó una alarma y no era el timbre que indicaba que el recreo finalizaba.

— ¿Qué estará pasando? —preguntó Belén extrañada, el ruido la estaba poniendo nerviosa, la única que reconoció la alarma fue Josefina.

 Era la alarma de incendios.

Un montón de chicos comenzaron a correr para huir del lugar, algunas maestras pedían que se organizaran mientras que el grupo de amigas que se encontraba algo lejos permanecían sin entender mucho lo que pasaba.

—Chicas hay que salir —dijo Josefina empujando para atrás a Candy que era la única que se encontraba lo suficientemente cerca para poder tocarla. La joven señaló un aula, la cual se quemaba.

— ¡Salgan, rápido! —gritó Mauro que se encontraba a unos cuantos pasos, uno de sus amigos lo llevó a la fuerza.

Candy tironeó a la chica-gato y ella a Belén, quien estaba en el otro extremo. Josefina se cayó porque se encontraba en el medio, una maestra la levantó y junto con la colorada para que salgan, Ainara, Belén y Guadalupe iban detrás de ellas hasta que una de las vigas, quedaron atrapadas en el fuego.

Intentaron volver, pero la maestra se los impidió con esmero. En un punto las levantaron para sacarlas a la fuerza, mientras intentaban ir por sus amigas. Salieron del edificio y se quedaron en la vereda del frente, pronto evacuarían esa zona para ir al punto de encuentro.

—Chicas, no pueden volver a buscarlas, cálmense. Los bomberos ya vendrán a apagar el fuego —la mujer intentó tranquilizarla.

— ¡No me calmo una mierda! —gritó fuera de sí Josefina.

Candy recargó su cuerpo en un auto, se sentía abrumada. Llegaron los bomberos, las maestras contaban a sus alumnos, solo faltaban Ainara, Belén y Guadalupe. El fuego no cedía, aún peor, se intensificó aún más con el pasar de los minutos.

<<No puedo esperar más >>pensó Candy sacando a Josefina de la fila de un tirón y escondiéndose detrás de un árbol—. Jose, entremos —dijo con ojos suplicantes.

—Esperemos —le contradijo de forma firme y convencida.

— ¡Tenemos que entrar tonta! —le gritó molesta.

—No, no podremos rescatarlas y moriremos con ellas... estoy intentando salvar nuestras vidas.

—Hay que ir a buscarlas, si no venís iré sola. No las dejaré morir.

— ¿Ah sí? ¿Y cómo entrarás genio? ¿te hiciste resistente al fuego? —preguntó sarcástica.

Se quedó en silencio unos minutos. Si podía hacer lo que tenía planeado entonces sobrevivirían.

—Mi diario está en el aula,  vamos tras él, tiene un domo protector para que no nos calcinen —propuso.

La joven lo meditó unos instantes, intentando pensar en algún plan que pudiera ayudarlas a entrar, pero con la salida fácil que le estaban dando sería muy difícil hacerlo.

—Confiaré en ti... no me falles —le dijo seria.

Ambas se escabulleron entre los bomberos y profesores, hasta llegar a donde se encontraba la entrada. Podía escuchar como las llamaban, la joven de pelo teñido de violeta volteó. Estaba arriesgando su vida de nuevo, solo que esa vez era consciente.

El edificio parecía el infierno, todo estaba en llamas, hacía un calor sofocante y era difícil moverse. Caminaban rápido, la cantidad de humo que salía ya les hacía pensar que no era solo una sala incendiada.

Entraron con cuidado, estaban yendo por el camino más corto. El fuego se acercaba a su aula, temía que su diario se quemara.

Cenizas caían sobre ellas, caminaban en silencio, con cuidado y regulando su respiración. 

Josefina escuchó un crujido, miró hacia arriba, un pedazo de concreto se estaba aflojando, no sabía si podría desencadenar una gran cantidad de ese material. 

Tomó a su compañera y comenzó a correr sin parar hasta llegar al aula. Candy buscó entre sus cosas, sacó su diario. 

—Dame la mano —le ordenó.

—No te daré la mano —se cruzó de brazos molesta.

—Vamos a morir si no activo el escudo, dame tu maldita mano —habló autoritaria y molesta.

—Solo espero que cuando tenga pareja no me pida la mano de esa forma —dijo agarrando la extremidad de la colorada y comenzando a caminar.  

El domo azul se extendió, haciendo que ambas estén seguras. La temperatura bajó, el aire ya no estaba cargado con humo y el fuego no les hacía daño.

Apresuraron el paso, tenían que encontrar a sus amigas y cuanto más se demoraban habían más posibilidades de que aparecieran muertas.



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En el texto hay: demonios y angeles, diarios magicos, guerras magicas

Editado: 28.04.2020

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