El diario de secretos

Cap. 31: Ruinas

—Veo que ya despertaste —comentó el hombre con aparente desinterés—. Estuviste dos minutos muerta.

— ¿Qué pasó? —preguntó bastante mareada mientras se incorporaba en la camilla.

—Vi todo, vi como te hicieron bolsa. Hace muchos años  que no veía esa habilidad, pensaba que era única... —pensó el hombre en voz alta—.  Como sea, —la miró— debes tener cuidado, tu paliza fue histórica. Fue buena idea buscar gente que tenga niveles altos de magia, estudiarlos y luego en base a su problema atraerlos... no puedo creer que los investigaste tan a fondo...

Adriana poco a poco comenzó a recobrar el conocimiento, una sonrisa gigante apareció en su rostro. 

— ¿Quienes fueron? —preguntó— ¿Quiénes son? ¿Qué me hicieron para derrotarme? ¡Necesito enfrentarme de nuevo a ella!

—No sé de qué hablas —fingió.

—Ella, la niña que hizo saltar todo por los cielos, ¿qué poder usaba? —preguntó—. Cuando invocó el mío pensé que también era como yo, pero todo voló por los aires. Necesitamos tenerlas a ella y los experimentos... ¡A todas! Quiero destruirlas a todas... 

—Si tenemos suerte ella y su hermano no son lo que creemos que son. Descansa, te hará bien. Tranquila, podemos usarla, todos son unos engranajes, harán que la gran máquina funcione pronto.

~Y~

Había fuego por todos lados, corría aunque sabía que no tenía escapatoria.

Saltaba de árbol en árbol huyendo. Allí él sabía quien era, de dónde venía, recordaba todo tan lúcidamente. Cada noche tenía que correr por esos bosques, la única luz que tenía en ese lugar era la luz de los árboles quemandose.

Llevaba en sus manos una pequeña caja, en ella estaban sus recuerdos, debía llevarla a la casa para que su alma recuperara sus recuerdos y así por fin ser de ayuda... así podría contar que le pasó y de dónde venía. 

Saltó a un pino, de ahí se tiró al piso y siguió corriendo, estaba muy cerca de la casa, al fin podría estar en paz con su mente y alma. 

Antes de poder llegar una gran llamarada se expandió, salió una enorme llamarada hacía él, cosa que hizo que su pobre cuerpo se incendiara.

Despertó desesperado, aterrado, sus lágrimas caían libremente. Luis acudió corriendo a su habitación. Uriel intentaba relajar su respiración, se estaba hiperventilando.

—Tranquilo... —habló el rubio mientras se sentaba en la cama de su sobrino adoptivo—. Respira y relajate, solo fue una pesadilla —tocó su espalda para calmarlo—. ¿Estás bien?

—S-sí, no fue nada —levantó sus ojos platinados para ver al mayor—. Solo otra pesadilla... nada que no pueda enfrentar todos los días —le sonrió alegre.

—Iré a  hacerte algo para que desayunes, ¿si? —el joven asintió.

Bajó  las escaleras, la verdad era que sus sobrinos le daban el deseo de ser el tío chévere que los molestaba en la navidad, los sacaba a cazar y los divertía. Le despertaba el instinto paternal, puesto que nunca había tenido nietos. Con el único que podía disfrutar era con Uriel, ya que, el resto se encontraba molesto con él.

El chico espada bajó más tranquilo como para desayunar,  llevaba una remera amarilla grande y un jogging gris, también bastante grande. Luis le sirvió una taza con un poco de chocolatada y comenzó a tostar pan.

— ¿Y Can? —preguntó relajado.

—Am... la verdad no tengo idea...

~Y~

— ¡Candy! No estoy segura de esto —le gritó Guadalupe, quién seguía su paso torpemente.

—Es que no es una buena idea —confirmó Josefina irritada mientras corría otra rama siguiendo a la colorada—. Siento que lo de buscar ingredientes para Guada era solamente una excusa para meterse en el bosque. 

—Saben que no podemos meternos aquí, Aini —habló Belén un poco temerosa.

— ¿Qué más da? ¡Vamos a la aventura! —exclamó Ainara, quién encabezaba la comitiva y tomaba del brazo a la pelirroja.

— ¿Qué tan grande es este lugar? —se preguntó Candy, ignorando como siempre los quejidos de Josefina.

—Lilim te matará por irte sin ella —le recordó Belén intentando invocar el sentido común de la chica. Le habían dejado bastante claro que ese lugar no era muy bonito.

—Me resbala lo que me haga Lilim —comentó–, hm ¿Dónde estaba ese camino? —se preguntó en voz alta.

—No importa —le sonrió la chica gato y comenzó a marchar—. Derecho, todo derecho hasta la casa de la abuela Polola.

Candy de distrajo y cortó una rama con su espada y siguió avanzando, mientras su grupo de amigas se seguía quejando. Se agachó y tomó la rama, tenía un color y olor extraño. Tenía que sacar de su lista de quehaceres el encontrar al chico que apareció en el combate.



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En el texto hay: demonios y angeles, diarios magicos, guerras magicas

Editado: 28.04.2020

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