El diario de secretos

Cap. 34: Verdades

—Estoy cansado —habló Mateo, llevaban alrededor de una hora caminando sin descanso ni agua. Ejercicio bastante agotador. 

Todos estaban igual, solo que él fue quien se animó a decirlo. Por desgracia recibió una fea mirada de parte de su capitán.

—Deberíamos descansar —propuso María— pero este no es un buen lugar.

—Tengo una idea mejor —Lilim desapareció, como aquella vez cuando pelearon con Mr. Death, sin siquiera explicarse.

No estaban en un lugar seguro, habían parado en una plaza, a pesar de que Candela insistió en seguir todos se encontraban demasiado cansados, no tenían fuerza. Simplemente se treparon a un árbol cercano y permanecieron en grupos separados. Los gemelos por un lado, Candela y Josefina en otro, Belén y Ainara, Guadalupe y Mateo juntos, Uriel flotaba a su lado, y por último Valentín con María.

Marcos notó que su hermana estaba muy callada, trepaba con una agilidad que antes no tenía, al parecer había mejorado. Ya no estaban en el nivel de antes, todos habían logrado superarse. Se sentaron en unas ramas que consideraron cómodas y firmes, tenía la mirada perdida en las estrellas que comenzaban a aparecer.

Se quedó callado mirándola, se sentía culpable. Había dejado a sus hermanas solas en medio de un apocalipsis, era un desastre. Siempre las abandonaba.

—Perdón —murmuró Marcos.

—¿Eh? ¿Por qué me pides perdón? —dijo con una sonrisa en su rostro.

—Eres muy buena hermanita —dijo suspirando—. Intentas que no me sienta mal y no refregarme en la cara el hecho de que te sigo abandonando. ¿Era en eso lo que pensabas, no? —preguntó triste.

—Tranquilo —dijo poniendo una mano sobre su hombro a modo de consuelo—. No es importante, además no pensaba en eso. Estaba con otra cosa, lamento si te preocupé... no me siento una gran hermana —quizás era porque estaba guardándose el secreto de la "resurrección"

—Y ahora me consuelas, prometo que apenas terminen las vacaciones me quedaré y renunciaré a esa asquerosa organización —habló firme—. Ustedes son mucho más competentes.

— ¿Caballeros? —preguntó Candy sin entender a qué se refería—. ¿Hablas de los servidores?

—Originalmente somos caballeros —dijo él—. Hubo un problema con el nombre, me aburrí tanto que me escapé de la clase —rió.

Sonrió con él, debía decírselo, respiró tranquila y se puso seria.

— ¿Sabías que la muerte desapareció de nuestro plano existencial? —preguntó.

—No... —respondió confundido—. ¿Quieres decir que no existe la muerte?

—No, quiero decir que es más fácil burlarse de la mortalidad —explicó—. Lilim mató a una de esas personas que tienen la chance de burlase de el final de sus vidas. Al ser su protegida funciono como una especie de dueña, el derecho de reclamar una vida me pertenece.

— ¿Podemos revivir a mamá y a papá? —dijo ilusionado, ella le sonrió. Parecía indicarle que sí ¿Qué esperamos? —preguntó emocionado, asintió.

—No sé cómo usarlo, me advirtieron que necesito de mucha energía. Aún no sé lo digo a...

~Y~

— ¿Qué piensas de esto? —preguntó Candela a Josefina.

—No estoy segura de que pensar, esto es muy extraño. Las cosas que están pasando... he notado como todas lo toman con tanta tranquilidad, mientras yo soy la única que se resiste a creer en lo que sucede. ¿Seré una tonta? —habló con su mirada posada en el horizonte—. Cada paso que doy me da la sensación de que me saca humanidad y a la vez que no puedo creer las cosas tan fácilmente.

Candela sonrió con ternura, ese sentimiento era más normal que el accionar del resto del grupo, el cual esa situación le parecía ser tan común como ver un gato en la ventana.

—Creo que eso está bien, no te hagas tanto problema por lo que suceda... intenta disfrutar.

— ¿Cómo podemos disfrutar estando en un árbol escondidas de un enemigo que desconozco? —dramatizó. La mayor rió con ternura.

—Ya lo descubrirás.

— ¿Vos tuviste que descubrirlo? —le preguntó Josefina con una sonrisa.

—Me he tenido que adaptar rápido, no les puedo seguir el ritmo de tantas aventuras que terminan teniendo —intentó hacerse la tonta, cosa que Josefina notó al instante.

—Mira, yo no soy como Belén o Ainara, no puedo ver la mente de otros, pero es demasiado obvio que me mientes. Me encantaría saber ¿por qué? Candy me ha contado de la paliza que le diste el otro día. Me parece extraño que alguien sin entrenamiento le haya ganado a una persona que llega mucho tiempo entrenando, consideremos que siempre le has podido hacer frente a Lilim sin temor a sus consecuencias.

—Niña lista —sonrió Candela, se encontraba preparada para algo así—. Realmente nosotros hemos crecido mitad en la calle mitad siendo nosotros nuestra propia familia, no debe de sorprenderte que sepa pelear bien. Lilim no me da miedo porque mi hermana es quien le manda, si intentara hacerme algo se que ella la detendría. 



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En el texto hay: demonios y angeles, diarios magicos, guerras magicas

Editado: 28.04.2020

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