Se detuvo en seco en el colectivo, las puertas fueron cerradas por quien sea que haya tomado el control en los minutos que ella desapareció. Arrancaron, intentando no ir muy rápido para pasar desapercibidos.
— ¿Por qué hiciste eso? —le gritó molesta Candy apenas Lilim la bajó.
Todos en el colectivo se sobresaltaron al oír la repentina pelea entre ambas. Primero silencio y de la nada gritos, el más notorio fue el de Belén por el dolor que sintió cuando Candela de forma poco gentil tocó su herida.
—Yo debo protegerte, no podría pelear con esa cosa y cuidarte al mismo tiempo —dijo seria e irritada, no había sido su error—. Por eso tenía que sacarte de allí.
— ¡Ese chico murió haciendo tu trabajo! —ese comentario hizo que se sacara de quicio.
—Escúchame, sé que para los humanos es muy extraño ver morir a alguien y que lo que ustedes le llaman conciencia les pesa mucho luego, pero en nuestro mundo se la pasan muriendo personas. Así que deja de hacer tanto griterío por un chico que ni siquiera conocías —siempre mantenía la calma, eso era lo que ponía peor a Candy, quien quería romper en llanto. Intentando calmarla sacó un pañuelo y le limpió la sangre que tenía en el rostro, suavizó su tono—. Estarás bien, no te podrán hacer daño ¿Si?
—Yo... quería ayudarlo —se le formó un nudo en la garganta, se estaba poniendo muy nerviosa—¿Cómo es que se lo toman con tanta tranquilidad? —les gritó al resto de los pasajeros. Quizás exageraba, pero no podía terminar de procesarlo, sentía que tuvo que correr con su hermano y no quedarse allí.
—En cualquier momento nos llega la hora —se encogió de hombros Belén para luego hacer una mueca, eso no fue buena idea—. No creo que haya valido la pena la vida de él para hacer tanto escándalo.
Lo que dijo hizo que se le saliera la chaveta a la pelirroja.
— ¡Entonces si nos llegará si o si la hora dejemos todos de respirar, si lo hacemos en vano!
Lilim tomó del hombro a Candy obligandola a voltearse, no podía permitir que siguiera discutiendo algo sin sentido. Al estar ambas de frente le susurró al oído una vieja canción que se sabía desde que era muy joven.
La marca que su protegida llevaba vendada siempre comenzó a brillar y a sangrar, sus pupilas desaparecieron y se durmió. Tuvo que sostenerla con fuerza para que no cayera al piso y se lastimara. Marcos se acercó rápidamente con lágrimas en los ojos y la sostuvo con un solo brazo. Entre los dos se la llevaron.
<<Quizás como a mí todo esto me parece irreal a ella le pase lo mismo con la muerte, parece no gustarle en lo absoluto...>> pensó Josefina << Quizás deba ser más... así, perdimos una vida...>> unas pequeñas lágrimas asomaron por sus ojos. No lloraba por pena, lloraba porque se sentía una insensible <<Ese es el grado de conciencia que debes tener. Todos somos importantes en este mundo, no dejes que lo que pase te haga insensible, no importa que criatura te rodeen, yo no dejaré de ser una humana>> se limpió las lágrimas con pena.
— ¿Por qué lloras? —le preguntó en un susurro la demonio a Marcos.
—No sé, Candy empezó a ponerse nerviosa y yo a llorar, no lo entiendo —comentó algo preocupado, su voz estaba quebrada, más sus movimientos no indicaban que estuviera triste. Notó el hombro vendado y su brazo siendo sostenido por una venda que estaba atada a su cuello de forma improvisada—. Gracias por cuidar a mi hermanita —dijo y se intentó recostar para descansar, le dolía demasiado el brazo, pero intentaba disimularlo.
Lilim volteó, le sacó el lugar a María para que descansara, se sentó en el asiento del conductor, encendió el colectivo y empezaron a andar.
— ¿Qué haremos al llegar? —preguntó algo adormilada Josefina.
—Debemos ver quien encontró la manera de hacer que los titiriteros se organicen, destruir la señal, prevenir a los líderes de cada especie para que se preparen para un posible ataque de la sociedad. Luego volveremos a la rutina de siempre, como si que esto no hubiera pasado —contestó el Capitán—. Buscaremos la forma de que nadie se percate la noche perdida.
—Y ustedes como siempre se llevarán la gloria que no se merecen —comentó su abuela en tono cansino.
—Nos la merecemos —dijo él.
Ainara nunca había visto un ser tan arrogante en el mundo.
—Por favor, ustedes se volvieron incapaces de hacer siquiera un rescate, por eso tantos chicos siguen desapareciendo y, también, por eso ahora estamos en esta situación, el resto de los caballeros ¿Donde están? —El hombre se quedó serio mirándola—. Desde que les hace falta personal ustedes simplemente aceptan a cualquiera. Antes estábamos dos años entrenando antes de siquiera pertenecer, ahora son solo seis meses. Ustedes merecían la gloria, pero eran unos cobardes, nunca nos permitieron ir en contra del instituto porque necesitaban un malo para ser los héroes. Ahora, sin que nadie los controle, esto es un caos y nos están ganando.