El diario de secretos

Cap. 37: Regreso a casa

— ¡Josefina, aléjate! —esa última orden que le había dado resonaba en su mente mientras Lilim la sostenía y caía junto a ella. Candy vio como Guadalupe movió su brazo izquierdo con rapidez. Una luz color amarillo rodeó a todos como si fuera un gran domo, era tan brilloso que la obligó a cerrar sus ojos.

Cuando los abrió vio a su guardiana a su lado inconsciente, se levantó a ver a Guadalupe, quien yacía en el piso, lo primero que pensó fue que estaba muerta, pero empezó a toser, cosa que la tranquilizó. Solamente estaba dormida, Marcos estaba sentado en el piso con una mueca de dolor, en su intento desesperado de salvar a Josefina una planta había crecido y los había sacado a volar a él y a quien lo retenía. Se había lastimado en la trayectoria que hizo hasta el piso, la nariz no dejaba de sangrarle. Vio a su alrededor, en el piso había unos extraños símbolos, estos estaban encerrados en un circulo gigante. Rodeando ese circulo el piso estaba quemado, mientras que en donde se encontraban ellos se veía como cuando llegaron.

A lo lejos se encontraban los cuerpos calcinados, algunos caballeros monstruos, los titiriteros, los científicos... todos muertos, era una horrible escena. 

Candela se incorporó mientras tocaba su cabeza, se sentía muy mareada. En todos sus años de entrenamiento nunca había visto una explosión de energía como esa. Desde la primera vez que vio a las amigas de Candy se dio cuenta que Guadalupe tenía un aura excepcional. Cuando Ainara fue transformada también sintió ese cambio, a pesar de que la energía que emitía era maligna sus deseos eran bien intencionados. En Belén siempre sintió esa aura, solamente que en ella fue potenciada, tenía una teoría respecto a la transformación de ambas...

El gritó de Belén la sacó de sus pensamientos, Candy y Ainara rebuscaban entre los escombros a Josefina con la esperanza de encontrarla. La chica demonio lloraba, se encontraba desesperada.

—No la encontrarán —dijo Marcos parado a sus espaldas, hicieron caso omiso y siguieron buscando, sintió la desesperación de su hermanita, simplemente se puso de rodillas a buscar junto a ellas. No perdían nada, tenía que dejar su pesimismo y tener esperanzas.

De apoco se integraron: María, Candela, Mateo y hasta el capitán. Lilim miraba continuamente que nadie llegara a sorprenderlos mientras los demás buscaban entre los escombros y Guadalupe seguía durmiendo. La desesperación era mayor con cada escombro que era sacado de la gran montaña, lo hacían con suma precaución ya que podían recibir una descarga eléctrica por parte de las máquinas.

—Salgan del camino —ordenó Guadalupe poniéndose de pie, le temblaban ligeramente las piernas. Se subió a la torre y sacó un gran pedazo de techo que había caído, era sorprendente la cantidad de fuerza que poseía. Ahí estaba ella, debajo de ese pedazo de edificación, presa de ese sueño mortífero, del cual nunca podría despertar.

No tuvieron tiempo de llorar, Belén y Ainara notaron una irregularidad en lo que veía, como si que algo mal camuflado se acercara al cuerpo de su amiga. Candy se le acercó, se puso de puntas de pie y le susurró a ambas.

—Debes creer en todo, abre tu mente a cada posibilidad y los podrás ver —Ainara la vio confundida. Candy suspiró, tomó su mano con fuerza.

Esa simple acción hizo efecto sobre ella y vio lo que sus ojos caprichosos no le permitían, Lilim se acercó flotando a esos seres diminutos de vivos colores que reían y cantaban una hermosa melodía mientras se acercaban.

—Alejense de ella —gruñó Lilim—. Es una humana y no pertenece a su mundo, no quiero que se acerquen.

—Y vos tampoco a este —dijo un hada divertida—. ¿Por qué te encuentras tan tensa, demonio? ¿Acaso nos temes? —habló con algo de malicia.

—Tenemos admiradores —habló otra hada señalando a los presentes, brillaban bastante. Se entretenían jugando entre ellas, sus vestidos estaban hechos por diversos materiales, hojas, cuero, enredaderas. No parecían más grandes que su menique, debían medir como cinco centímetros.

—Nos la llevaremos antes de que cruce el umbral —dijo otra.

—¿Que? No se la llevaran —le dijo Candy, comenzó a trepar para llegar hasta ella, no permitiría que se lleven a esa estúpida chica que la molestó durante tanto tiempo.

—Candy, déjalas —le pidió Guadalupe de forma tranquila—. No se preocupen, todo estará bien... se los prometo.

Los cánticos se hicieron más fuertes, se movían más rápido y Josefina desapareció flotando junto las hadas, no entendía como Guadalupe estaba tan seguro de que todo estaría bien, pero ya había sido muy desconfiada de ellas, no quería crear nuevas disputas.

~Y~

—¡Candy, ven! —le gritó Marcos, ella bajó del auto corriendo, no lloraría, no se lo iba a permitir. Habían discutido en el vehículo con el resto de sus compañeros. En la entrada se encontraban su tío y su abuelo, se veían confundidos. Cuando ella quiso entrar se lo impidieron.



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En el texto hay: demonios y angeles, diarios magicos, guerras magicas

Editado: 28.04.2020

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