El diario de secretos

Cap. 5: Memorias de un combate

—Tengo miedo de pelear, no quiero que sea en vano...

—Tranquila, vos y yo estaremos juntos siempre, aunque todo sea en vano. 

Sentía un gran dolor de cabeza. Otra vez estaba en ese lugar oscuro y con esa extraña forma.

Miró a sus amigas, como lo supuso no tenían su forma física, algo extraño. ¿Será su forma psicológica? Quizás su desempeño se base en su fuerza mental y por eso el demonio estaba tan confiado.

A su derecha, Josefina tenía el pelo azul atado de costado con sus bucles, ojos grises y vacíos, la piel pálida que siempre tuvo, ya no llevaba anteojos y tenía un vestido celeste, un chaleco azul además se veía muy alta. Su rostro era serio, se veía intimidante.

Ainara tenía unos rasguños en el cuerpo, los cuales sangraban muy poco, un vestido gris sin mangas y corto, su pelo y sus ojos seguían siendo negros aunque se veía triste y débil. Sus labios estaban descoloridos y resecos. Estaba sentada en lo que parecía ser el suelo, bastante desorientada a decir verdad.

Belén se miró, no se parecía en nada a lo que era, su pelo era rubio, sus ojos negros llevaba un vestido blanco sin volumen que le llegaba por los tobillos y estaba descalza. Miró hacía todos lados confundida. ¿Dónde estaban?

Aunque estaba oscuro, sus cuerpos brillaban sobre todo el de Guadalupe y Belén, pero había un problema.

— ¿Y Candy? —preguntó Ainara parándose de forma rápida, haciendo que pierda el balance.

Intentaron buscar a la pelirroja, pero no lograban encontrarla. 

— ¿Se la habrá llevado? —preguntó Belén alarmada—. ¿Qué hacemos?

—Acá estoy —dijo una voz débil, como si que la intentaran ahogar y quizás era porque se estaba ahogando en una gran amargura. 

Sentía esos temblores tan poco agradables recorrer por su cuerpo, la tortura del demonio dejó cicatrices en su cuerpo.

—No te veo —añadió Belén caminando en círculos.

Se sentía destruida, inhaló fuertemente, sonrió para si misma.

—No quiero que me vean... —estaba convencida de sus palabras. Verse así sería la confirmación de lo desequilibrada que estaba. 

No se quería rendir, no quería dar pena y que la privaran de su derecho a ayudar.

—Vamos, boluda tenemos que saber quién peleará —le dijo Josefina. Odiaba que le dieran tanto misterio, se sentía fuerte, quería presumirle esa sensación.

—Debemos pelear todas... —dijo Candy acercándose a ellas para que el brillo la alcanzara. Llevaba su ropa rota, parecido a la remera roja y el short de jean de siempre, estaba muy lastimada, eso no parecía influenciar en sus preocupaciones. 

Unas de sus manos estaba guardada en sus bolsillos y tenía una gran sonrisa, como siempre.

La miraron extrañadas, ninguna estaba así. Su pelo era colorado igual que siempre y tenía un mechón de color plateado en el flequillo. En su cabeza y brazos había unas vendas llenas de sangre, su rostro se veía calmo, pero su cuerpo se comportaba como si que quisiera llorar. 

Le frustraba no poder ser como siempre, en sus manos estaba su libro, era la única fuente de luz que llevaba.

— ¡Vos no vas a pelear así! —le gritó Josefina mientras se acercaba a ella.

—No podes decirme si pelearé o no, lo haré aunque me lo niegues. ¡No recibo órdenes de nadie! —replicó.

Normalmente se negaba a pelear, pero esa vez estaba en riesgo la vida de sus compañeras, debía hacerlo.

— ¡No pelearás, solamente lo estropearas y terminarás matandote!

Ainara tenía una mirada cansina y Belén se mantenía incrédula, ¿acaso nunca se podían llevar bien?  Guadalupe se sorprendía, pero no porque pelearan, su análisis iba más allá, cosa que las demás no lograron ver, ¿a Josefina le importaba Candy y por eso no quería que peleara? 

Las contrincantes se acercaron, Josefina le golpeó la cabeza, Candy iba a responder, pero una flecha se atravesó en el camino de ambas haciendo que tomen distancia. Una soga se enredó en el diario de Secretos, Candy tiró de el para retenerlo, pero se lo arrebataron, sus intentos de resistirse no influyeron en el destino de ese cuaderno.

— ¿Qué ni en sus últimos momentos de vida los humanos pueden llevarse bien? —dijo el demonio transformado en chica y cansada—. Mi trabajo es eliminarlas, así que cuanto antes termine, antes me dejara de molestar el jefe.

Se quedaron quietas, nadie era capaz de romper la tensión, cualquier movimiento en falso podría hacer que las maten.

— ¿No se animan a atacar? —se burló mientras se paraba.

Ainara se acercó con agilidad para encestar un golpe, detrás suyo iba Belén a punto de lanzarse sobre ella. El coraje creció dentro de Guadalupe, quien las imitó. 

El demonio con sencillez tomó el brazo de Ainara, giró sobre su eje y la tiró sobre sus compañeras, haciendo que las tres quedaran fuera de juego. Se escuchó un fuerte golpe cuando las tres cayeron.



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En el texto hay: demonios y angeles, diarios magicos, guerras magicas

Editado: 28.04.2020

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