Cuando llegué a la casa lo primero que hice fue subir a mi cuarto; si Jason aseguraba que Susan tenía un diario que jamás fue encontrado; tal vez allí estaría la clave del closet, aunque no tenía muchas esperanzas de encontrarlo; si sus padres no lo hicieron, menos yo; sobre todo porque ya había revisado esa habitación completa y no había hallado nada que me diera una pista de cómo abrirlo o de su diario.
Mi madre subió unos minutos después y me pidió que bajara a comer con ella pues estaba solo conmigo y no quería comer en ese enorme comedor de nuevo sola, la última vez yo estuve comiendo arriba.
—Está bien mamá, bajaré a comer contigo. —Ella me sonrió y no dijo nada más, dejé las cosas sobre mi cama y me di la vuelta para observar el cuarto, no había ni una señal de absolutamente nada, suspiré desanimada y salí de ahí de nuevo sin ninguna respuesta.
—¿Cómo te fue hoy princesa? —preguntó cuando nos sentamos a comer. Esa noche había servido pollo a la brasa con una ensalada deliciosa.
Aunque tenía mucha confianza con mi madre, no me pareció prudente contarle sobre el closet y ese código, preferí mantenerlo en secreto. En parte porque quizá no me creería, en parte porque anhelaba guardar los descubrimientos para mí sola. De alguna forma no tenía ganas de compartirlo con nadie, como si todo eso me perteneciera.
—Bien, estuve adelantando el proyecto con Jason, el chico que vive al lado. —No le había contado a mi madre sobre mis nuevos amigos, así que pensé que era el momento de hacerlo.
—¡Oh! que bien hija, y ¿quién es ese chico, Jason?
—Un amigo mamá, lo conocí en la escuela, obviamente —reí algo nerviosa, por primera vez me sentía incomoda al hablarle de un chico a mi madre—. También tengo nuevas amigas.
—¿Y cuando me las vas a presentar?, sabes que tus amigos son bienvenidos aquí. —Ella sonrió.
—Sí, lo sé, tal vez uno de estos días.
Seguramente a Jason le encantaría venir aquí y recordar cada segundo a Susan. No, invitarlo a mi casa no era una buena idea, tal vez las chicas ya lo habían superado, pero él no, y no quería volverlo a ver para hablar de ella de nuevo. Me irritaba que todos sus temas de conversación giraran en torno a ella, ya bastante malo era vivir en su casa y tener todas sus cosas, no me agradaba; aunque no podía negar que el misterio de su habitación me conectaba a Susan.
Me quedé viendo televisión con mi madre casi toda la noche, ya casi había olvidado el código del closet. Al final se quedó dormida casi a la media noche, la arropé bien y la dejé acostada en el mueble porque no tenía la fuerza para llevarla hasta la cama, mi padre no se había aparecido en todo el día, pero llamó para decir que estaba bien y que no nos preocupáramos, que pronto lo veríamos. El living donde estábamos quedaba del otro lado de la casa, me aliviaba no tener que atravesar la cocina para llegar a mi cuarto, aunque tenía que pasar por el comedor que vislumbraba enormes ventanales que daban hacia el jardín. Me asustaba si quiera mirar hacia afuera después de las pesadillas que había empezado a tener desde que había llegado.
Caminé con el celular encendido mirando la pantalla, pretendiendo que escribía cuando en realidad no lo hacía, pero algo llamó mi atención de inmediato cuando iba a mitad de camino.
Una luz emanaba del jardín, volteé a mirar sin pensarlo, pero, para mi sorpresa, no había nada allí. Me acerqué un poco a la ventana, el corazón me latía desenfrenadamente y me pregunté de dónde había sacado semejante valentía. Tenía la creciente sensación de que algo iba a saltar de repente contra la ventana. Di varios traspiés hacia atrás de forma torpe e inevitablemente caí sobre mi trasero. Como pude me puse de pie, salí corriendo sin mirar y subí a mi cuarto. Definitivamente algo pasaba allí, ahora más que nunca era fundamental descubrir qué era. Algo me decía que ese código debía tener mucho que ver.
Esa noche no pude dormir, de nuevo. Tenía mucho miedo, sentía que había algo en la casa que me vigilaba, veía luces y sombras extrañas del jardín. Toda la actividad que ocurría en ese lugar provenía de allí, me acordé de que aún no le había dicho a mi madre que podara ese horrible lugar, “mañana será lo primero que le pida que haga” pensé. Cuando por fin pude quedarme dormida faltaban solo tres horas para amanecer; otra noche de desvelo. Esto no era nada bueno para mí, estaba perdiendo mis energías y no iba a rendir bien en el colegio si no descansaba como debía ser.
Mi madre tuvo que subir a despertarme porque yo no me levantaba incluso con la luz del sol penetrando intensamente por mi ventana, tenía la cara demacrada, era obvio que no había descansado nada.
—Hija, ¿te quedaste despierta toda la noche? —Mi madre parecía preocupada, no quería causarle ningún disgusto.
—No mamá.
— ¡Ay! Niña, no me mientas, se te nota.
—Me quedé repasando para el examen de matemáticas, es todo —nunca le había mentido, pero si no quería preocuparla, debía hacerlo. Recordé el jardín de inmediato—. Oye mamá, ¿podrías deshacerte de ese jardín?
—¿Por qué? A mí me parece que es muy bonito y está en impresionante buen estado, yo estaba pensando en conservarlo.
—¿Te digo la verdad? —hice una pausa, ella no respondió—. No me gusta —. Técnicamente no era mentira, odiaba ese jardín.