Me desperté en la mañana con los ojos llorosos y unas enormes ojeras, aún sentía el dolor punzante en mi pecho de la canallada que me había hecho Jason, “no le volveré a hablar nunca más” me repetí en la mente, aunque en el fondo sabía que no era verdad.
Me levanté de la cama como un zombie robot mutante; sin ánimos de nada. Mi madre se dio cuenta, pero evitó hacerme preguntas, quizás porque sabía que no tenía ganas de hablar de eso, me sentía tan mal, que había olvidado por completo el sueño —o visión— que había tenido, así que después de bañarme y cambiarme para ir al colegio, retomé mi investigación en el armario.
Estaba exactamente igual que la última vez, nada había cambiado, excepto por mis huellas de polvo en el piso; si iba a entrar más seguido, debía limpiarlo. Me invadió un repentino miedo de que cuando abriera el baúl realmente encontraría el compartimento secreto, si era cierto lo que había visto en mi sueño, significaba que algo demasiado extraño estaba pasando aquí, porque ¿cómo era posible que Susan pudiera meterse en mi cabeza? Lo que fuese, era muy raro, pero al mismo tiempo intrigante.
Me acerqué con sigilo al baúl y levanté la tapa lentamente. Estaba vacío como antes. Solté el aire que había estado reteniendo de golpe y me acerqué a la tapa interna del baúl tal como había hecho Susan en mi sueño. No podía salir de mi asombro cuando descubrí que una pequeña pestaña en uno de los bordes se encontraba allí, mi corazón palpitaba acelerado, quería salirse de mi pecho de la emoción que no podía contener. Mi mente no podía creer que fuera cierto, la deslicé acelerada y ahí estaba…
Era una llave dorada, por el diseño deduje que era muy antigua, no estaba segura de cuanto, sin embargo, no parecía oxidada o corroída, me pareció raro, a menos que fuese de oro; el color dorado en ella me parecía indicar que sí.
Este nuevo descubrimiento no me ayudaba mucho, pues, aunque era un avance, al mismo tiempo me estancaba en la investigación, simplemente porque no tenía idea de que abría esa llave.
—Anne, vas a llegar tarde, ¿qué estás haciendo? —Escuché la voz de mi madre a lo lejos seguido de sus pasos. Tomé la llave, la guardé en mi bolsillo y salí apresurada del armario antes de que fuera a descubrirme, cerré todo como pude, justo antes de que ella entrara.
—Ya voy mamá, solo estaba recogiendo algo —me excusé, terminando de ocultar los números donde debía colocar la clave.
—Date prisa —demandó, y salió del cuarto sin decir más.
Terminé de acomodar las cosas y cerré mi armario. Saqué la llave del bolsillo y la contemplé unos segundos, se me ocurrían mil lugares donde podría usarla y la ansiedad por explorar todas las opciones me carcomía por dentro como un pequeño gusanito devorando una hoja fresca.
Después de todo lo de Susan no fue un sueño, había tenido una visión o ella había entrado en mis sueños; no estaba segura de nada, pero las cosas se estaban poniendo cada vez más raras.
—Tal vez sea momento de decirle a Jason todo —susurré en voz baja, volví a guardar la llave en mi bolsillo y me fui al colegio.
No podía prestar atención a ninguna clase, trataba de descifrar la nueva incógnita que había plantado Susan en mi camino para descubrir qué sucedía en la casa, no vería a Jason hasta la cuarta hora, así que eso me puso más ansiosa, porque a pesar de todo lo que había pasado la noche anterior, necesitaba su ayuda, por otro lado me sentía muy estúpida por perdonarlo; “no, no voy a perdonarlo, es más ahora con mayor razón no debería contarle nada” pensé, volviendo a mentirme a mí misma por segunda vez esa mañana.
—¿Anne? —me habló Cris, sacudiendo levemente mi hombro— ¿Niña que te pasa? —Sacudí la cabeza, saliendo de mis pensamientos.
—Nada, estaba pensando algo.
—¿Qué pasó?
—Ayer Jason y yo hablamos— tal vez “hablamos” no era la palabra correcta.
—¿Y qué te dijo? —preguntó con curiosidad.
—Que confiara en él —susurré mirando al horizonte del salón, Caro no estaba ahí, así que esperaba que ella le repitiera la historia porque no planeaba contarlo de nuevo.
—No entiendo, ¿confiar en él para qué? —Cris me miraba intrigada y curiosa, pero yo sabía que no podía decirle todos los detalles de esa conversación.
—Jason quiere que lo ayude con algo, pero yo no puedo hacerlo. —No le dije que era y esperaba que ella no lo llegase a adivinar de pronto.
—¿Por qué no puedes?
—Me lastima estar cerca de él y que no se dé cuenta de que me gusta.
—Ay, Anne cariño, pero dile lo que sientes —dijo sonriendo, como si consolara a un cachorrito abandonado.
—¿Tú crees que tenga oportunidad? Se la pasa pensando en Susan todo el tiempo, de lo único que me habla es de ella.
—¿En serio? —noté la sorpresa en su voz—. Pero Jason no menciona a Susan desde hace tiempo.
—Con ustedes tal vez. —La verdad no tenía idea de que Jason no hablaba de ella sino conmigo, y no sabía cómo sentirme respecto a eso.
—De verdad Anne, desde que Susan murió, Jason jamás la mencionó, es más, odia hablar de eso, sobre todo porque nosotras siempre le decíamos que la superara, que ella ya no va a volver.