Tres y treinta de la madrugada, esa era la hora que daba mi celular, estaba algo aturdida por el sueño y la extraña figura que había visto en mi habitación, no podía asegurar si también había sido parte de mis ensoñaciones o si realmente había alguien allí. Cuando encendí la luz, lo que fuera que estuviera ahí, ya se había ido.
No pude volver a dormir esa noche, no podía sacar de mi mente, las extrañas voces que había escuchado en el sueño; aunque empezaba a dudar si lo había sido; a pesar de que no podía ver nada, las cosas que dijeron… ya casi no las recordaba, aun así, sabía que era algo relacionado a Susan y que yo no sabía mucho… pero ¿qué había sido eso? ¿Qué es lo que no sabía? ¿Y cómo que Susan ya no podía, o ya no estaba…? “¡Arg, no puedo recordar!” todo se estaba volviendo difuso en mi mente, me quedé despierta hasta que involuntariamente volví a perder la consciencia, desperté con la salida del sol irradiando en mi cara.
—Anne, despierta dormilona. —Entró mi madre sonriendo como siempre, era fin de semana así que me dejó dormir un poco más.
Yo tenía unas enormes ojeras después de desvelarme hasta quien sabe qué hora, ahora que trataba de recordar qué había pasado, no tenía absolutamente ningún recuerdo en mi mente, como si hubieran borrado todo, sabía que algo debía estar allí, pero no recordaba qué o por qué debía estarlo, lo que si podía recordar muy claramente era la figura negra que estaba en la mitad de mi cuarto.
—Madre, ¿anoche no escuchaste nada extraño? —le pregunté.
—Mmm, no, yo dormí como un bebé —dijo ella riendo—, ¿por qué? ¿Sucedió algo?
Dudé si debía contarle o no, por un lado, tenía mucho miedo de que no hubiera sido un sueño, y ya antes había sentido que me estaban siguiendo en la calle, empecé a creer que tal vez un loco psicópata me estaba persiguiendo, por otro lado, tal vez solo fue mi imaginación y estaba soñando, no quería preocuparla en vano, decidí decirle parcialmente la verdad.
—Es que anoche escuché unos ruidos raros.
—Sabes que esta es una casa muy antigua, es lógico que escuches sonidos, debe ser la madera y esas cosas. —Intentó tranquilizarme, o eso creía ella, yo sabía que no había sido la madera, pero no podía asegurar si había visto a alguien.
—Tienes razón —fingí una sonrisa
—¿Quieres que te traiga el desayuno?
—¿Y papá?
—Ya se fue, sabes que se la pasa metido en el trabajo.
—Bueno mamá, está bien —convine y me volví a acostar, la desvelada me estaba haciendo efecto, tenía mucho sueño, así que me eché a dormir, esta vez sintiéndome algo más segura con la luz del sol.
Después de desayunar y quedarme un buen rato viendo televisión en la sala, mi madre dijo que pensaba hacer una parrillada en el jardín. Me sobresalté, hacía varias semanas que no entraba a ese lugar, y con las cosas raras que estaban pasando, lo que menos deseaba era volver allí.
—Será divertido, ¿no crees?, puedes invitar a tus amigos y yo a los vecinos —comentó entusiasmada.
—Pero madre, ¡el jardín!, esta horrible. —Ella me miró con cara de sorpresa.
—¿En serio?, no digas tonterías, Anne; es perfecto, anda, ve a llamar a tus amigos.
¡Genial! Ahora tendré que ver a Jason, aunque no quiera, porque es mi vecino. Suspiré y subí a mi cuarto a cambiarme y arreglarme, llamé a Caroline y Cristine, que aceptaron encantadas de por fin conocer la casa de Susan, me sorprendió que ellas tampoco hubieran entrado antes, Susan era realmente reservada con todo. Me preocupó un poco que vieran el extraño jardín y empezaran a sospechar cosas, después de todo es bastante inusual.
Unas dos horas después mi madre ya tenía la parrillera lista, el carbón ya se había quemado y despedía ese característico olor, delicioso pero al mismo tiempo muy penetrante y molesto, unos cuantos vecinos habían llegado, por suerte no fui yo la que tuvo que llamar a Jason, mi madre llamó a la suya, y el quedó automáticamente invitado, la carne que preparó mi mamá se veía y olía tan delicioso que se abrió mi apetito, pero debía esperar a que estuviera lista.
Las chicas llegaron primero que Jason, imaginé que se estaba haciendo de desear, la verdad esperaba que no llegara.
Cuando Caroline y Cristine llegaron me saludaron. Noté que no pudieron disimular el escrudiño que le hicieron a la casa, miraban arriba y abajo, observando todo con especial detalle, como si trataran de encontrar algo con lo que identificar que esta casa alguna vez fue de Susan.
—Bienvenidas —les dije sonriendo.
—Jamás creí que viviría para escuchar esa palabra en la casa de Susan —me miró Caroline—, ahora tuya —dijo, haciendo un ademan con la mano.
Yo reí y no dije nada sobre eso, ellas pasaron directamente a la cocina, después tendría tiempo de mostrarles la casa y mi habitación —antigua habitación de Susan—, no me incomodaba que la asociaran más con ella que conmigo, después de todo, esta casa perteneció a su familia durante más de doscientos años.
—¿Invitaste a Jason? —preguntó Caro.
—No, pero mi madre se encargó de hacerlo, que raro que no ha llegado. —A los pocos segundos de haber dicho eso Jason entró por la puerta de la cocina con su madre detrás de él, quien inmediatamente saludó a mi mamá y luego a mí con un gesto con las manos, Jason se veía tan guapo como siempre, cuando me saludó, olvidé por completo que lo estaba evitando, aunque no creía que fuera a preguntarme sobre la llave o donde la encontré en ese momento.