Me sentía decepcionada y traicionada, pero, sobre todo, furiosa. Estaba tan molesta que no podía pensar con claridad, ¿Cómo Jason fue capaz de hacer semejante cosa? Había caído bajo. De mentiroso y manipulador a ladrón, esto se estaba saliendo de control; tenía muchas ganas de ir a su casa y decirle lo furiosa que estaba, quería insultarlo con palabras que ni siquiera sabía que conocía, pero no podía. Primero porque estaba castigada, y segundo porque no tenía forma de explicarle a él cómo era que sabía que me había robado la llave sin tener que revelarle todo sobre la ventana y el armario.
Salí renegando del armario, muy molesta como para hacer algo, y me tuve que tragar mis ganas de ir a insultar a Jason hasta el lunes que volviera al colegio.
El día siguiente, pasó lento y tortuoso, sin nada más que hacer que ver la televisión y estar un poco en la internet de mi laptop. Quise buscar sobre Susan, pero no hallé nada, ni siquiera un perfil en Facebook, busqué sobre la casa Lowell, pero además de la reseña que había leído, no se encontraba mucho más; seguí explorando en internet de todos modos, hondando en las páginas más ocultas y olvidadas, que al año solo tendrían unas pocas visitas. No había nada interesante, hasta que encontré una que me llamó la atención.
Hablaba sobre la casa Lowell y cosas extrañas que habían pasado en ella desde su fundación hacía más de cien años; reportaba casos que databan de unos cincuenta años donde decía que había desapariciones en la casa y luces extrañas que describían los vecinos, ese artículo apareció en un periódico viejo, como en una columna de chismorreo olvidada de la antigua Nueva Zelanda. Todo eso era demasiado extraño, porque yo misma había visto lo que atestiguaban aquellos reportes. Cada vez confirmaba más que lo que sucedía en la casa era real y no estaba loca o paranoica.
Después de ese pequeño artículo, no volví a encontrar nada más sobre los Lowell o la casa, así que dejé de investigar y me puse a ver televisión. No había nada interesante que ver y terminé por quedarme dormida.
Al día siguiente, desperté más animada de lo usual, estaba ansiosa por ir al colegio y quitarle a Jason mi llave, aún no tenía un plan, no sabía que diría ni que haría, pero la recuperaría a toda costa.
Mi madre estaba comportándose de una forma extraña conmigo, como si estuviera apenada por haberme castigado, después de todo, yo no había hecho nada malo.
Salí apresurada de la casa, mientras caminaba iba pensando en un plan para quitarle la llave, tal vez si le decía de frente que lo sabía, reconocería su error y me la daría, “¡no!, esa no es buena idea” pensé, mejor le mandaría indirectas sobre el tema, quizá se sentiría culpable y lo confesaría todo.
Pasé todo el camino pensando como enfrentaría a Jason, pero nada de lo que pensaba me parecía buena idea al final; llegué al colegio sin ningún plan, lo que fuera que sucedería, seria improvisado.
Caroline y Cristine me saludaron en cuanto llegué, bombardeándome de preguntas sobre qué había pasado con Jason y qué sucedió después de que ellas se fueron, les conté relativamente casi todo, se quedaron muy impresionadas al saber que mi madre me había castigado, y aún más que yo no hubiera delatado a Jason después de todo. Les dije que no tenía ánimos de dar explicaciones, y además no quería arruinar la fiesta de mi madre ni su amistad con la madre de Jason.
No me dijeron nada más sobre el tema después de eso. Tampoco vimos a Jason durante toda la mañana, de nuevo, me parecía un poco extraño que faltara a clases, y la paranoia me empezó a invadir, porque tenía el presentimiento de que sabía dónde estaba.
—Jason nunca falta —comentó Caroline.
—Sí, es un poco raro, ya ha faltado dos días —le respondió Cristine a Caro, yo me quedé callada, rogando que mis ideas solo fueran eso, ideas, pero después de todo lo que había hecho, ya creía a Jason capaz de cualquier cosa.
—¡Oh! Pues hablando del rey de Roma… —anunció Cristine riendo un poco irónica, Jason venia caminando hacia nosotras, tenía la mirada algo perdida y no miraba fijamente a nuestros rostros, sino hacia abajo, pude notar que estaba algo apenado.
—¿Puedo sentarme? —preguntó con la mirada cabizbaja y los hombros encogidos.
—Si —dijo Caroline de modo cortante.
—Quiero dis… —empezó a decir, pero Cristine lo interrumpió.
—¡No!, pedir disculpas no será suficiente, ¿te pareció muy gracioso encerrarnos en ese oscuro y pequeño ático? —gritó alterada y molesta, Jason se quedó callado, ella prosiguió—, en serio Jason, ¿Qué rayos estabas pensando?, sabes que soy claustrofóbica, casi me matas.
—Perdón —bajó la cabeza y soltó un largo suspiro. Caroline y yo solo observábamos con severidad, mostrando nuestro descontento con el silencio—, lo olvidé.
—¿Olvidaste que soy claustrofóbica?
—Y si era una broma, ¿por qué nos dejaste ahí por media hora? —repliqué. No sabía hasta donde me llevarían las preguntas que planeaba hacerle, pero esperaba hacerlo flaquear hasta que confesara lo de la llave.
—Te juro que lo olvidé Cristine —insistió él ignorando mi pregunta.
—Jason, respóndeme.