Los días pasaron y no volví a ver a Jason. Me evitaba en el colegio, y solo durante las clases de biología; donde coincidíamos, no podía hablar con él. Siempre salía primero que yo de las clases y cuando trataba de seguirlo para preguntarle su decisión, ya no estaba.
Me exasperaba demasiado su actitud y odiaba que tuviera el diario y aún no me lo hubiera devuelto. No es que pensara que pudiera encontrar algo que yo no hubiera visto, pero sentía que estaba en posesión de una parte de mí que no quería que tuviera.
La actitud de Jason llegaba a tal punto que ni siquiera se acercaba a hablarles a Cristine y a Caroline, quienes también se preguntaban sobre su extraña actitud.
—¿Qué le pasa a Jason? —me preguntó Cristine uno de esos días en el recreo.
—No lo sé —mentí.
—¿Qué pasó el día que se fueron juntos?
—Nada. —Esquivé, no planeaba contarles nada, sobre todo después de ver la reacción de Jason, esta vez me guardaría todo para mí sin ningún remordimiento.
—Vamos, Anne, cuéntanos. Desde ese día no nos habla, a ninguna de las tres —replicó Caroline.
—Digamos que discutimos, pero no tiene importancia, ya se le va a pasar —dije tratando de dar una excusa barata.
—¿Por qué discutieron? —quiso saber Cris.
—Tonterías, ya saben cómo es. —Fingí una falsa risa, la campana sonó justo en ese momento y no pude evitar pensar en lo oportuna que fue, suspiré aliviada y salí de prisa de allí para evitar más interrogatorios.
De nuevo volví a ver a Jason mientras me dirigía a la clase de matemáticas, traté de llamarlo, pero él me ignoró por completo. Resignada me fui hasta la clase de matemática sin haber logrado nada.
Cuando salimos ese día me lo volví a encontrar camino a la salida, esta vez no se me iba a escapar, corrí para poder alcanzarlo, pero caminé sigilosa detrás suyo para que no notara mi presencia cuando estaba acercándome a él.
Jason caminaba a un ritmo normal, aunque parecía mirar de reojo a los lados para tratar de buscarme, no se esperaba que estuviera detrás de él. Cuando lo alcancé puse una mano en su hombro. Él se sobresaltó, pero no le quedó de otra que detenerse y darse la vuelta.
—¡Hey! Te acompaño a casa —ofrecí sonriente, él no dijo nada y continuó caminando a un ritmo más rápido. Casi tuve la sensación de que trataba de dejarme atrás.
—No puedes evitarme por siempre —dije al fin cuando hubimos caminado una cuadra lejos de la escuela y lejos de los oídos curiosos.
—Mira quien lo dice —respondió de forma cortante.
—¿Qué has pensado? —pregunté.
—Pues no mucho, si no me has dejado.
—¿Disculpa? Hace días que ni te veo, no me hablas, evitas a nuestras amigas, creo que has tenido mucho tiempo para pensar.
—Bueno, Anne, la verdad es que no he pensado mucho —dijo él con desagrado.
—¿Has leído el diario al menos?
—Sí, lo he leído, aún no termino, quería leerlo completo.
—¿Y?
—Sigo creyendo que es una locura, una mentira, como si Susan supiera que alguien algún día lo encontraría y quería jugarle una broma.
—Sabes que no es cierto, Susan no era así. —Él dejó de caminar y me miró con el mayor desprecio.
—¿Tú qué sabes de Susan? Nunca la conociste, no tienes idea de cómo era.
—Puedo hacerme una idea con su diario, además tú si la conociste, sabes que no era así. —Se quedó callado y siguió andando con paso aún más rápido. Sabía que había dado en el clavo, él la conocía, esa idea que se le había cruzado era solo una excusa para negarse a creer lo que le decía.
—¿Me lo darás entonces?
—Aún no termino de leerlo, y me lo debes, por mentirme tanto.
No le respondí, seguí caminando a su lado (o más bien detrás de él) tratando de alcanzar sus pasos, pero él daba zancadas mucho más grandes que las mías y pronto me quedé muy atrás como para seguirlo caminando, tuve que trotar para volver a alcanzarlo.
—¿Quieres que te enseñe el armario secreto?
De nuevo se detuvo, sabía que él deseaba las respuestas casi tanto como yo, aunque ahora no estaba muy segura de eso, quizá la idea le parecería tentadora.
—Me lo mostrarías, ¿de verdad?
—Sí, ¿por qué no?
—No creí que estuvieras tan desesperada —espetó, el comentario me dolió.
—No estoy desesperada, solo necesito tu ayuda.
—¿Mi ayuda para qué?
—Para encontrar algo que Susan ocultó; pero eso, claro, si quieres creer en mis palabras.
Vi un dejo de interés en su mirada, realmente esperaba y deseaba con todo mi corazón que me creyera y me ayudara. No me había dado cuenta que mientras caminábamos ya estábamos muy cerca de la casa.
—Está bien, pero no hoy, tengo algo que hacer. —En otro momento, él no habría esperado ni un segundo para entrar a la casa y conocer el tan famoso escondite secreto de Susan, pero ahora me daba cuenta de cómo había cambiado su percepción de las cosas.