El Diario de Susan Lowell (trilogía "Los Diarios")

Collingwood, Bahía Golden

Esa mañana se sentía más hermosa, más radiante, no podía explicar el sentimiento de felicidad que me embargaba, al fin sabría toda la verdad acerca del misterio de Susan, y eso me animaba más que cualquier cosa. Lo único que ensombrecía mi felicidad era no poder compartirlo con nadie, Jason era la única persona además de mí que sabía todo y le había jurado que no seguiría buscando y que todo había terminado.

Aún no podía dejar pasar el dolor que me hizo sentir al confundirme con ella, pero la verdad era que lo necesitaba, me sentía realmente estúpida por pensar de esa forma, pues sabía que él solo me utilizaba para llegar a ella, pero no podía evitarlo, lo quería, por muy idiota que fuera, sin embargo, no iba a tragarme mis palabras, me mantendría firme en la mentira que le había dicho, pues en mi cabeza también resonaban las palabras de Arkud «no confíes en él». No entendía las razones por las que Arkud me había dicho eso, sabía que Jason era impulsivo y era capaz de hacer muchas cosas por conseguir respuestas, pero nunca había pasado más allá de manipularme con un simple beso, y no lo veía siendo capaz de algo mucho peor que manipularme.

No tenía idea de donde quedaban las coordenadas que había encontrado en el manuscrito, pero sabía que podía encontrarla fácilmente en internet. Imaginé que el señor Richard en su época pensaba que lo más seguro era poner coordenadas pues no muchos sabían leerlas, pero en esta era moderna cualquiera podría encontrar las coordenadas de algún lugar con un simple clic.

Saqué mi laptop e introduje los números en el buscador, esperé un buen rato pues parecía que la conexión andaba especialmente lenta ese día.

“No aparecieron resultados”

Abrí los ojos como platos cuando el buscador me arrojó ese resultado, no podía ser, rectifiqué el número para ver si me había equivocado en alguno, pero me volvió a salir el mismo letrero. Bufé, no podía ser que tenía la respuesta justo frente a mí y Google no la tuviera en su base de datos.

—¿Será que está mal copiada? —me pregunté en voz alta—, ¿o Richard la escribió mal a propósito? ¿Y si no existe?

El miedo empezó a inundarme el cuerpo, llevé mis manos a la cabeza y volví a resoplar, no podía ser, no ahora, no estando tan cerca de la respuesta, el sitio tenía que existir, la única posibilidad era que no estuviera registrado en el mapa porque era un lugar secreto y quizá nunca nadie lo había explorado o ubicado.

—Si, eso tiene que ser —dije tratando de ser optimista, sin embargo, no tenía la más mínima idea de cómo encontrar esas coordenadas sin ayuda de internet.

Resignada, guardé el diario y los lentes en el compartimento secreto, era muy imprescindible que se mantuvieran a salvo, por seguridad, cambié el código del armario, no sabía si Jason era capaz o no de entrar a mí casa, pero era mejor asegurarse.

No había dormido absolutamente nada y el cansancio empezaba a cobrarme las horas de sueño que le debía, caminé como un zombie hasta la cocina donde me quedé dormida mientras masticaba el desayuno.

—¡Anne! —me gritó mi madre, yo me sobresalté y por accidente tiré el jugo de la mesa.

—¡Ay! madre, perdón, yo lo limpio.

—No, no, ¿qué te pasa? ¿No has dormido bien? ¡Pero mira esas ojeras! ¡Anne Elizabeth Taylor! No me hagas hacer que te vengas a dormir conmigo de nuevo como si fueras una niña, ¡no puedes quedarte despierta hasta tarde!

No tenía ganas de que me regañara, sobre todo porque si ella supiera las razones de mis ojeras quizá me entendería, o no. Bajé la cabeza y asentí como un perrito regañado pues no iba a ganarme un castigo solo por ser testaruda, le prometí que dormiría bien y salí al colegio.

  •  

—Anne, ¿Qué te pasó? —me preguntó Cristine cuando me vio llegar al colegio, ni siquiera había tenido tiempo de verme en el espejo, pero no pensaba que mi aspecto era tan horrible.

—¿De qué hablas?

—Mírate, tienes unas enormes ojeras. —Sacó un espejo y me lo entregó. No pude evitar dar un respingo, el reflejo que me devolvía el espejo era una chica demacrada, con ojeras prominentes y el cansancio reflejado en aquellos ojos cafés, se movía conforme lo hacía yo, pero no la sentía yo para nada, sabía que había descuidado mi aspecto en los últimos días, había llorado, me había quedado despierta toda la noche, pero no me sentía tan cansada como lo demostraba mi reflejo, al contrario, me sentía feliz y con más ánimo que nunca, y si no fuera por mis deberes con el colegio y porque no sabía aún dónde estaba la gema, ya mismo habría ido a buscarla.

—Estoy bien, no te preocupes, es que he estado estudiando muy duro para matemáticas —mentí, y lo hice con toda la naturalidad del mundo, tanto que hasta yo misma me sorprendí, supuse que era por el montón de mentiras que había dicho en los últimos meses.

—Sé que falta poco para los exámenes finales, pero cariño, no te sobre exijas así —me dijo ella con un tono maternal.

—Arréglame un poco, ¿sí?

Ella asintió y empezó a maquillarme con sus productos, al cabo de quince minutos, parecía otra completamente diferente.

—Hola chicas —saludó Caroline—, ¿Cómo están?

—Aquí, reviviendo a un zombie —bromeó Cris, las tres nos echamos a reír y entramos a la clase.



#4573 en Ciencia ficción
#28632 en Otros
#3956 en Aventura

En el texto hay: misterio, ciencia ficion, amor

Editado: 08.01.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.