Sarah abrió lentamente los ojos. Sus labios estaban resecos y le dolía cada parte de su cuerpo. Intentó levantarse, pero luego se detuvo al darse cuenta que estaba esposada a los barrotes de la cama, y se agitó con desesperación. Luego sintió algo pesado sobre sus piernas. Ella lo vio y le parecía que era algo fuera de este mundo. Daryl descansaba sobre sus doloridas piernas. El hombre no se movió ni por un segundo durante todo este tiempo lejos de ella.
Hershel la encontró muy deshidratada y golpeada. Necesitaba un buen descanso y un poco de agua potable. Sus moretones cambiaron un poco de color y comenzaban a desaparecer gradualmente. Ella trató de no moverse para no despertar a su muy preocupado acompañante, pero no lo logró. Daryl se levantó un poco y frotó sus ojos con sus dedos del corazón. Se quitó algunas lagañas y luego la vio allí, despierta y un poco recuperada.
- Sarah -ella escuchó su nombre salir de sus labios y le provocó las mismas emociones que sentía cuando estaban vagando juntos rumbo a Atlanta.
- Daryl -logró pronunciar ella con lágrimas en los ojos en un leve susurro.
Después de tanto dolor y sufrimiento, después de tanta soledad ahora estaba feliz porque estaba a su lado. Ahora se sentía en paz.
- ¿Por qué? -preguntó con calma el hombre-. ¿Por qué te fuiste?
Ella no supo qué responder ante su pregunta y se limitó a llorar. Daryl se acercó a ella y acunó su rostro entre sus manos y con sus pulgares limpió las lágrimas que se resbalaban por sus mejillas con mucho cuidado para no lastimarla. Ella sonrió al sentir su contacto, sin importarle el dolor que sentía en su rostro.
- Tenía miedo -confesó entre sollozos-. No dijiste nada cuando yo...
- Shhh -la calló con ternura-. Eso ya no importa. Ahora estás aquí -ella asintió y rió con aún varias lágrimas de alegría-. ¿Quién te hizo esto? -preguntó acariciando sus heridas con suavidad. Ella inspiró con pesadez y dijo:
- Un hombre que no merece la pena que mencionen su nombre.
- Fue El Gobernador, ¿no es cierto? -ella levantó la mirada. Vio directamente aquellos ojos azules que para ella eran su perdición-. Tu silencio lo dice todo, fue él. Dime qué más te hizo ese hijo de... -ella lo interrumpió poniendo su mano libre en sus labios.
- Nada -le aseguró-. No me hizo nada.
Daryl sintió como si le hubieran quitado un peso de encima y suspiró bajando la cabeza. Luego la levantó y sin más, se perdieron en un profundo beso que para ambos era como estar en el paraíso después de tanto infierno. Ella siempre creyó que él no sentía lo mismo, pero no fue así. Nunca lo fue. Él siempre sufrió su ausencia en silencio al igual que ella hasta que perdió la memoria. Ahora que la había recuperado era diferente. Recordaba aquellos momentos juntos, cada palabra que, sin saber, la mantenía con vida. Ella vivía para ese glorioso momento.
- ¿Qué fue de ti? -preguntó Daryl entre beso y beso.
- Perdí la memoria -confesó Sarah y Daryl al detenerse la miró con confusión-. Pero ahora recuerdo todo.
- ¿Cómo pasó?
Ella relamió sus labios y Daryl tomó asiento para escuchar su historia con atención.
...
Según puedo recordar, estaba huyendo de una horda en la oscuridad de la noche. No podía ver nada. Habían muchos de ellos rodeándome. No tenía como escapar. Tenía pocas balas en el arma de mi padre. No podía hacer nada. En ese momento los vi caer uno a uno y por un segundo pensé que eras tú quien me había seguido.
Uno de los Caminantes se acercó a mí y lo apuñalé con mi navaja en la cabeza. Choqué contra un árbol y otro apareció de la nada a mi espalda. Forcejeé hasta que los acabé. Su sangre salpicó en mi rostro. Traté de quitarme la sangre, pero no podía ver nada y tropecé con el Caminante que estaba en el suelo delante de mí. Caí al suelo y me golpeé en la cabeza con una piedra grande. Perdí un poco de sangre, pero una niña me salvó la vida. Ella era la que asesinó a aquellos Caminantes.
Cuando desperté no sabía ni mi nombre. La niña me nombró como Kawalhi, al parece así se llamaba su hermana mayor quien murió mucho antes de que todo esto pasara. Ella me salvó. Anduvimos juntas por mucho tiempo hasta que nos persiguió una horda de Caminantes. Ella tropezó, yo no me había dado cuenta y seguí corriendo. La llamé por su nombre y al darme cuenta que ya no estaba a mi lado me devolví. Se había torcido el tobillo y no podía caminar. Uno de "ellos" la atrapó y le destrozó la pierna. Lo apuñalé en la cabeza y la levanté a ella. La cargué sobre mi espalda y corrí lo más rápido y lejos que pude antes de que el resto nos alcanzara.
Encontré una pequeña casa abandonada a unos cuantos metros y entré. No hicimos ruido para despistar a los Caminantes y funcionó. Siguieron su camino por unas cuantas horas hasta que sus gemidos desaparecieron en el bosque. Revisé su pierna y nos dimos cuenta que no tenía salvación. Después de todo la habían mordido. El Caminante se la desgarró por completo. Podía ver sus tendones, incluso el hueso. Había perdido mucha sangre en el camino. Sabía perfectamente que no pasaría de aquella noche.
Le canté una canción que mi madre me cantaba cuando tenía miedo de las tormentas y de los rayos en la noche, cuando tenía horribles pesadillas, cuando la vi por última vez y tenía miedo de vivir sola. Ella me miró detenidamente, acarició mi rostro con sus pequeñas manos. Cerró los ojos y dijo algo en un lenguaje que no comprendí. Yo simplemente le di las gracias por cuidar de mí y murió con lágrimas en los ojos. No tuve más remedio que apuñalar su cabeza unos minutos después.
...
- Todo pasó unos días después de dejarte en Atlanta con tu hermano, Merle -confesó y Daryl la miró impactado-. Él y yo nos conocimos cuando te dejé. Hasta hace poco lo vi en Woodbury sin una mano -Daryl bajó la cabeza con dolor-. Él me ayudó a escapar aquella noche que te vi entre tanto humo -volvió a levantar la mirada-. Eras tú, ¿cierto? ¿No me equivoqué? -interrogó esperanzada. Daryl no respondió-. El Gobernador me tenía encerrada en una bodega. Tenía tanto miedo de que te hiciera algo. A ti y a Merle -dijo entre sollozos-. Por cierto, ¿dónde está él?