El sol golpeaba mi rostro con brusquedad a través de la ventana de la segunda planta.
Sus brazos me rodeaban con fuerza para no dejarme escapatoria.
Lo miré elevando mi mirada. Él me miraba también. Le lancé una agradable sonrisa y él besó mi frente. Sentí su rasposa barba sobre mi piel provocándome una leve picazón. Aun así no borré mi sonrisa del rostro.
- Buenos días, preciosa -dijo con voz ronca. Esa voz que me eriza la piel-. ¿Dormiste bien?
- Dormí bien y desperté aún mejor -me lanzó una sonrisa pícara y luego me volvió a besar en la frente.
...
Como extraño aquellos días. Esos días en los que estabas a mi lado. Esos días en los que podía ver su rostro cada que quisiera. Esos días en los que eramos felices.
Nunca lo olvidé desde entonces. La última vez que lo vi fue en la prisión, cuando nuestro amigo Hershell murió. Cuando El Gobernador destruyó nuestras vidas. Recuerdo sus palabras como si hubiera sido ayer. Recuerdo su voz. Recuerdo su nombre, pero ¿sabes qué es lo peor de no olvidarlo? El no poder pronunciarlo. Ni siquiera puedo escribirlo.
Si me descubren... Si descubren de su existencia, sería el fin de todo mi amor por él.
Sería declarar su sentencia.
Y aunque no lo creas, prefiero vivir en este infierno lejos de él que vivir en este infernal mundo sin él. Al menos eso me daría un esperanza de que algún día estaremos juntos. Patético ¿no crees? Tener esperanza.
...
Sarah dio un pequeño salto al escuchar la puerta abrirse detrás de ella de golpe. Cerró rápidamente su cuaderno y puso sus manos sobre este. Su cuerpo comenzó a temblar con cada paso que la persona detrás ella daba. Sus pasos eran fuertes, lentos, pesados.
Una voz grave dijo en su oído:
- ¿Escribiendo de nuevo, preciosa? -retiró unos mechones de cabello y la besó en la mejilla. Ella cerró los ojos poniendo expresión de rechazo sin poder hacerlo de verdad-. ¿Qué tanta mierda escribes?
Dijo mientras se aleja lentamente y se tumbó en la cama de dosel con pesadez.
- Tan solo cosas sin sentido -respondió con temblor en su voz.
- "Cosas" -repite él-. ¿Qué clase de "cosas"? -ella cerró sus ojos y respiró hondo antes de responder.
- Pensamientos, recuerdos...
- ¡Ah! Es un puto diario -interrumpió-. Interesante.
Acomodó su almohada y cerró sus ojos.
- Lee un poco de lo que escribes, estoy aburrido -ordenó.
- E-Es privado -dijo bajando la mirada.
- Cariño, ya no existe la privacidad entre nosotros -dijo con ironía-. Ahora lee.
- No, por favor -suplicó con lágrimas en los ojos.
- ¿Tanto te duele recordar el estúpido pasado? -ella asintió con la cabeza-. ¡Oh, cariño! Lo siento -dijo con sarcasmo levantándose de la cama con la mano en el pecho con falso arrepentimiento-. No lo sabía -ella volteó la mirada y limpió las lágrimas que se resbalaban por sus mejillas-. Créeme que cuando te digo que no quisiera hacerte esto lo digo en serio, pero debo hacerlo. Si yo digo que saltes, saltas y si no, entonces debo ponerte un castigo para que lo entiendas. ¿Me comprendes?
Ella se resistió unos minutos, hasta que el hombre gritó con fuerza:
- ¡Demonios, ¿me entiendes?!
Sarah asintió y buscó rápidamente con sus manos temblorosas una página que no la comprometiera. Él recostó la cabeza sobre la almohada y escuchó atentamente sus palabras hasta quedarse dormido.
- Así me gusta. Que las cosas queden claras.
- "Día 790. Los Caminantes me perseguían por el bosque, fui acorralada..."
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