La noche cayó y Sarah aún se preguntaba por qué Negan la llevó allí.
De repente escuchó unas voces afuera y a los Salvadores silbando. Reconocería ese silbido adónde quiera que fuere. Es el típico de silbido de Negan. Lo hacen para torturar a los demás, para anunciar su llegada y mientras esperan, contemplar su temor. Un sudor frío caía por sus rostros, sus cuerpos estaban temblorosos, sus corazones palpitando a toda velocidad y sus voces suplicaban por misericordia en lo más profundo de sus mentes.
Miró su rostro con temor y él la miró de vuelta. Tenía una sonrisa de oreja a oreja.
Música para sus oídos -se dijo a sí misma.
- Esa es mi señal -dijo mientras se ponía de pie. Tomó a Lucille y se dirigió a la puerta. Se volteó un poco, la miró y dijo con un brillo de emoción en los ojos-. Hora del show, preciosa.
Habiendo dicho esto salió del remolque con Lucille en el hombro.
¡Dios apiádate de esas pobres almas en pena! -imploró en su cabeza.
Luego caminó hacia la ventana para saber qué ocurría. Y allí estaban, de rodillas, sudorosos, temblorosos y con miedo reflejado en sus ojos.
- ¡Mierda! -dijo casi en un susurro al ver sus rostros asustados a través del cristal que los separaba. Su corazón se agitó aún más.
- ¿Ya se mearon encima? -dijo con diversión en su voz, escuchó sus pasos sobre la tierra-. Bueno, presiento que falta poco para eso.
De pronto su mirada se centró en uno solo. Daryl. Su mente se puso en blanco y su corazón se detuvo unos segundos. Daryl -dijo para sus adentros-. ¿Cómo diablos llegaron a esto? ¿Qué fue lo que les pasó? Su ritmo cardíaco aumentó rápidamente. Negan daba su típica charla del castigo: ojo por ojo, diente por diente. Así que los que atacaron la Estación Satélite, fueron ellos -concluyó ella. No logró reconocer a algunos de ellos. Tuvieron que haber hecho algo extraordinario como para que Rick los dejara unirse a ellos o él ha recobrado su fe en la humanidad. Aunque temía que con lo que Negan les fuera hacer, eso se perdería.
- Yo no quiero matarlos, que eso les quede claro. Quiero que trabajen para mí y no podrán hacerlo estando muertos, ¿no es cierto? -hace una breve pausa.
Vamos Rick. Sé que tienes un plan. Siempre tienes un plan. ¿Qué esperas? -pensó Sarah.
- Esta es Lucille -se la presentó a sus próximas víctimas con orgullo-. ¡Y es fantástica! Todo esto, todo esto es para decidir quien tendrá el honor.
Comenzó a caminar en frente de cada uno de ellos hasta llegar a Carl. Sarah notó lo mucho que había crecido. Había pasado mucho tiempo desde entonces. Por poco no lo reconoce debido al parche en su ojo si no fuera por el sombrero de Sherif que antes le pertenecía a su padre.
Aléjate de él, maldito -dijo Sarah para sus adentros con evidente rabia en su rostro. Todavía no había pasado nada y ya sentía un nudo en la garganta. Negan había amenazado con romperle la cabeza con Lucille a alguien y Sarah tenía el corazón en la boca de tan sólo pensar que alguno de sus amigos morirá por desafiar a Negan.
Luego se acercó a Maggie. Sarah recordó los buenos momentos que pasaron juntas en la prisión. Debía hacer algo para alejar a Negan de allí, pero ¿qué podría hacer? Nada. Glenn gritó suplicando que la dejara en paz e intentó llegar hasta ella, pero Dwight se lo impidió tumbándolo al suelo y colocando la ballesta que le quitó a Daryl sobre su garganta. Ahora Negan, molesto, iba a reclamar la vida de dos personas para enseñarles una lección: nunca hay que desobedecer, ni desafiar, ni retar, ni contradecir a Negan. Dwight lo devolvió a su lugar por órdenes de Negan.
Este rió un poco y advirtió que nadie lo intentara de nuevo o lo destrozaría personalmente. Comenzó a silbar. Caminó hacia Sarah, la miró por unos segundos y le guiñó el ojo. Las ventanas eran oscuras, por lo que nadie la podía ver, pero Negan sabía perfectamente que ella estaba viendo aquella escena. Sarah estaba esperanzada de que Rick haría algo para detener aquella locura, pero se quedó allí. De rodillas contemplando el suelo como si tuviera algo de especial.
- No me puedo decidir. Ya sé, tengo una idea.
Negan comenzó a mover la punta de su bate en dirección a Rick y comenzó a señalar al azar a su primera víctima.
- ¿Qué ocurre contigo, Rick? Haz algo -dijo Sarah suplicante-. Nunca te has dejado intimidar por alguien, ¿por qué hacerlo ahora? ¿Por qué?
Negan -pensó-, por favor detente. Son mis amigos -se le escapó una lágrima-. Daryl, no puedes morir. Tú no.
Comenzó a llorar. Se dejó caer al suelo y apoyó su espalda contra la pared. Se tapaba la boca mientras lloraba por temor a que él la escuchara. Escuchó a Lucille golpear contra el suelo con fuerza. Y con cada golpe, cada vez que caía sobre la cabeza de su víctima, ella soltaba un lágrima y un leve sollozo se escapa de sus labios. No quería ver. No quería saber si era él o no. No lo soportaría, porque si él moría su alma se iba con él.
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