Día 861.

La puerta se abre y Sarah disfruta del pequeño rayo de luz y luego se cubre la cara con una mano. Una figura se posó frente a ella. Unos ojos oscuros la miraban desde las alturas. Ella le devolvió la mirada con recelo. ¿Por qué estará aquí? ¿Por fin la va a sacar de ese hoyo inmundo y oscuro?

- ¿Cómo estás?

- ¿Qué haces aquí? -le respondió con otra pregunta.

- Creo que no estás en una situación para ponerte rejega, preciosa.

- ¿Qué quieres? -volvió a decir.

Negan rió. Se pasó la mano que tenía un guante de cuero por la cara y luego se paseó la lengua por los dientes. Andaba sin Lucille. Con ella no tenía la necesidad de infundir miedo, a ella no. No quería verse como el hombre malo, pero sabía que no debía hacer excepciones si quería mantener el mismo orden. Sin embargo, no se dejaba de lado que por dentro le dolía lo que estaba haciendo.

Estaba allí porque quería respuestas. Respuestas que ella se negaba a contestar. Él sentía miedo de ellas, pero quería saberlas. Nunca se había interesado en su pasado hasta ahora que vio un nombre que le sonaba familiar: Daryl Dixon. Un error que ella nunca debió cometer, pero el nombre se le salió de la mente y lo escribió en aquel papel sin darse cuenta. Ya era su costumbre hacerlo, y por ese terrible error, el ver aquella noche al arquero que flechó su corazón en aquellas condiciones, era su castigo.

- Sólo quería saber cómo estabas.

- Estoy bien -respondió ella con indiferencia. Sarah apartó la mirada y apoyó su cabeza en la pared.

- Me doy cuenta.

Hubo un silencio incómodo. Ella cerró los ojos un momento, Negan sólo la vio allí, sentada, sudorosa, hambrienta y sedienta. Débil, vulnerable. Se compadeció de ella y la tomó entre sus brazos. Sarah estaba tan débil que no pudo hacer nada para forcejear. La llevó a su habitación, la acostó en la cama y la dejó descansar.

Y durante aquellas interminables horas, él la observó. Frustrado, cansado e intrigado. Quería saber todo, pero no podía esperar a que ella despertara. Así que tomó el diario que guardaba en su mesita de noche y lo abrió. Apenas logró leer una página sin que se le retorciera el estómago.

...
 

"Día 690

No sé cuántos días pasarán hasta que por fin nos encontremos, pero ansío que llegue ese día pronto. Aún puedo recordar tu rostro, tu aroma, tu piel... No quiero que pase mucho antes de llegar a olvidarte.

No quiero olvidarte."

...
 

Una vez que empezó no pudo terminar. Y cada palabra le dolía en el alma.

Leer su diario era como llegar al País de las Maravillas. Entrar por el ropero a Narnia. Encontrar el grial. Subir en el expreso con rumbo a Hogwarts. E incluso era como escuchar en la media noche al mismísimo Asesino de Reyes* tocar su laúd sobre el techo de la facultad. Era fantástico. Era como estar leyendo sus pensamientos más profundos, como sentir sus sentimientos más puros.

Sabía que ella no se lo perdonaría, pero si para saber qué le pasaba por la mente a la chica que le revolvía el estómago con sólo verla, era un riesgo que tenía que correr.



 

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