Rozaba su suave piel con sus delgados labios. Su barba rasposa le hacía cosquillas por todo su cuerpo. Sus dedos acariciaban cada centímetro de su ser sin piedad, sin contemplaciones, sin limitaciones. Estaba disfrutando de algo que deseaba desde hacía mucho tiempo. Él observaba las expresiones de su rostro, sentía las reacciones de su cuerpo cuando le hacía sentir placer, grababa en su cuerpo la sensación de su piel en la de él como si fuera la tinta de un tatuaje impregnado y permanente, no quería que la sensación desapareciera de la memoria de su cuerpo. Quería recordarla por siempre, así, desnuda, obediente, complaciente con sus deseos. Y él quería complacer los suyos.
Él deseaba que ella se quedara, que hubieran más noches como esa; pero por un si acaso él quería hacer de esa noche inolvidable. Tal vez no para ella, sino para él. Algo en su interior le decía, aunque no quería aceptarlo, que esa sería la última y única noche en la que sentiría el calor de su piel, el sabor de sus besos, la textura de su cuerpo bajos sus dedos.
Pasaba una mano sobre su pierna, acariciándola con suavidad, con ternura, despacio y a su manera. Ella no podía pensar en nada, es más no quería porque sabía que si lo hacía sería contraproducente. Él besaba sus labios con delicadeza, con pasión. Luego besó el lóbulo de su oreja izquierda, lo que a ella le gustaba. Besó su cuello mientras con su mano izquierda tocaba el seno derecho de Sarah. Ella gemía.
Negan la sentía tan delicada debajo de él, tan frágil; pero también sabía que ella era fuerte, determinada y sobre todo noble. Ella rodeaba su cintura con sus piernas mientras él entraba y salía de ella como le placía. Negan rozaba los vellos de su rostro sobre su piel y a ella le gustaba esa sensación. Le recordaba a esa misma que sentía cuando Daryl se dejaba crecer la barba. Él le provocaba cosquillas adrede para hacerla reír, sabía que era muy sensible, por lo que le provocaba más placer, y aún más en aquella zona.
Ella gimió. Él aceleró el ritmo de sus caderas y a ella le gustaba. Soltó sus caderas, puso sus manos en el colchón y sujetó con fuerza la colcha debajo de ella. Otro gemido. Apoyó un poco su peso sobre sus brazos para levantarse un poco y arqueó su espalda, dejándose llevar por las sensaciones, el éxtasis y el placer que sentía su cuerpo. Sarah pensaba en Daryl mientras él pensaba en ella. Ella besaba su cuello mientras él entraba y salía de su cuerpo con determinación hasta que pronunció su nombre. Simplemente se le escapó de sus labios sin pensar.
- Lucille -murmuró.
Sarah abrió los ojos de la impresión deteniéndose.
- Lucille -repitió sin darse cuenta de lo que estaba diciendo, sumido en el sentido de la pasión.
- Negan -dijo ella tratando de apartarlo, pero él la sujetó con fuerza. Estaba determinado a terminar su trabajo-. Neg... -él la interrumpió con un beso-. ¡Negan! -gritó esta vez con fuerza.
Él se detuvo en aquel instante y ella lo empujó con fuerza. Tomó la sábana de la cama para cubrir su desnudez. Ella lo miró desconcertada y él la miró de vuelta del mismo modo.
- Lucille -dijo ella.
A pesar de que estaba teniendo relaciones con un hombre al que no amaba, no se sentía bien que la llamarán por el nombre de otra mujer. Todo este tiempo ella temía que se le escapara el nombre de Daryl, pero no fue así. A cambio, fue a él a quien se le escapó el nombre de su difunta esposa. La mujer a la que tanto amó.
- ¿Qué sucedió?
- Lucille -repitió. Él dirigió su mirada hacia Lucille quien reposaba en la mesa-. Dijiste su nombre.
Negan pasó su mano sobre su frente y luego frotó la línea de la nariz entre sus ojos percatándose de lo que había hecho. Había arruinado su única oportunidad de tener lo que tanto quería.
- ¡Mierda! Lo siento -dijo realmente frustrado.
- Creo que es momento que te vayas -dijo ella y él solo asintió.
Negan se puso en pie, Sarah volteó, él se vistió, tomó a Lucille y luego se fue dejando sola a Sarah. Ella caminó hacia el baño, se dio un rápida ducha y por último se metió a la cama. Les costó poder dormir aquella noche a ambos. Sarah, se sentía extraña, se desconocía a ella misma sin saber el por qué. Negan Sentía que el mundo se le venía encima. Una vez más Sarah (para él Meghan) se le escapaba de las manos y esta vez iba a ser difícil que ella se quedara con él. Estaba seguro que ella después de esto se iría con Daryl en el momento en el que él quedara libre y eso fue lo que hizo que se le prendiera el foco.
Al día siguiente, antes de que Negan continuara con sus cosas habló con Sarah.
- Tenemos que hablar.
- Si es sobre lo que pasó ayer, no te molestes en disculparte. No tienes por qué.
¡Maldita sea! Como odiaba que lo interrumpieran, pero se lo aceptó dado que él fue el primero que se equivocó.
- Sí, sí tengo que hacerlo. Pero no es de eso que quiero hablar contigo. Vamos a mi oficina -dijo con seriedad.
Ambos se dirigían hacia allí. Cuando llegaron ella tomó asiento en una de las sillas que estaban cerca de él y Negan como siempre en la cabecera de la mesa.
- Es sobre el trato que hicimos.
- ¿Lo cumplirás?
- Yo siempre cumplo con mi palabra, preciosa -dijo con una media sonrisa.
Esa sonrisa le daba escalofríos a Sarah. Ella no bajó la mirada, intentó verse fuerte ante él, quería demostrarle que no le tenía miedo.
- ¿Y entonces? ¿Lo vas a liberar hoy?
- ¿Sabes? -se reclinó sobre la silla poniendo los pies sobre la mesa-. Nuestro trato era que pasabas una noche conmigo y yo dejaba libre a Daryl.
- Así es.
- Pero nunca dije cuándo.
Sarah se quedó pasmada donde estaba. Era verdad, él nunca dijo cuándo liberaría a Daryl.
- Y dado que nuestra mágica noche no terminó, no puedo cumplir.
- No fue por mi culpa -reclamó ella.
- Esta bien, lo admito fue mi culpa, pero no se completó el trato.