Sábado, 11 de febrero.
Villa Doria Pamphilij, nada que comentar.
Domingo, 12 de febrero.
La primera y última vez que había visitado la nieve se remontaba a Suiza durante el verano del 2019, agradezco a Silvia por hacerme regresar. Cuando llevamos a mis papás al osteópata en enero, vimos desde el carro una montaña nevada a la distancia y mi cuñada decidió que quería celebrar su cumpleaños allí. Como han de suponer, no se dio para la fecha, sin embargo, mi hermano nos sorprendió dos semanas después organizando un viaje a Campo Felice, cerca de Rocca di Cambio.
Las palabras no alcanzan para describir lo que sentí, lo disfruté tanto que decreté a aquel paseo en la nieve como una de mis cosas favoritas en la vida. Llegamos a la montaña por la mañana, hora y media después de salir de casa durante el alba. Ser testigo del cambio en el ecosistema a medida que ascendíamos la montaña en el carro fue fascinante.
Alcanzado el destino, bajamos bien abrigados del carro, excepto Giorgio que dependía de su pelaje para mantenerse calentito. Ni el perro ni yo podíamos creer lo maravillosa que se sentía la nieve al pisarla, un poco resbaladiza, crujiente y deslumbrante.
Planeando el alquiler de un equipo de esquí, nos unimos a la larga fila de personas que esperaban lo mismo. Parecía iba a demorar, por lo tanto, mi hermano y Silvia me dejaron a solas con Giorgio para probar si el otro sitio de alquiler era más eficaz.
Al cabo de dos minutos, un joven italiano quiso conversar acerca del perro y gracias al cielo supe dar respuesta a sus preguntas y entender lo que me quiso contar sobre su mascota.
Media hora trascurrió y nada que avanzaba en la fila, mi hermano me llamó tras decidir que era mejor caminar lejos de los esquiadores y encontrar un lugar para jugar con nené y después sentarnos a almorzar.
Giorgio no daba crédito a vivir semejante experiencia, hasta hundirse en la nieve le resultó divertidísimo. No lo voy a negar, me sentí igual, por más frío que hiciera y lo difícil que fue caminar, gocé cada instante. La mejor parte fue comer arriba de un túnel vehicular con entrada a la montaña sobre una gruesa capa de nieve, el picnic más épico de todos.
Una sesión de fotos después era hora de partir. Tomamos una ruta alterna temerosos de que bajo la nieve se ocultase un lago congelado, supimos por Google maps que no era el caso, aun así, el camino no se hizo más fácil. La nieve era tan gruesa que mis piernas se quedaron atascadas a cada paso y como no tenía fuerza, tardé un montón en alcanzar la carretera.
Ya en el carro, nos dirigimos a la civilización de Rocca di Cambio por gasolina. El pueblo parecía sacado de una película navideña, qué maravilla. Acto seguido, regresamos a Roma, no sin antes terminar de apreciar el paisaje helado que incluía varias aldeas pintorescas en medio de la montaña. Previo a casa, mercamos en Elite para lo que quedaba del mes y finalmente, descansamos.
Lunes, 13 de febrero.
¿Recuerdan a la chica que conocí en mi visita a la universidad de bellas artes de Roma? Bueno, nos pusimos de acuerdo para visitar la experiencia Van Gogh en Palazzo Bonaparte aprovechando que ella estaría unos días más en Roma con su madre.
He de aceptar que fue un desperdicio gastar 16 euros para ver réplicas de obras de arte y un pequeño salón iluminado por pantallas que mostraban partes de la emblemática Noche Estrellada.
Emilka llegó 45 minutos después de lo acordado y su personalidad tímida e hiperactiva logró que el ambiente se tornase extraño. No me malinterpreten, es dulce y amable, pero dudo hayamos conectado; ella se mantuvo dentro de su mundo sin considerar mi presencia.
Al salir del museo, tomamos Gelato en una cafetería de su elección entre la Chiesa del Gesù y Largo Argentina. Quise enseñarle la chiesa di Sant’Ignazio, remilgó por no ser católica, a pesar de ello fuimos y creo le encontró cierto encanto porque tomó su teléfono para grabarse diciendo algo en polaco que seguro compartió posteriormente en plataformas digitales.
Dentro de la iglesia, recibí una notificación de BeReal, cuando pregunté si quería salir en la foto del día, negó explicando que se ponía en peligro compartiendo lo que hacía al ser tan conocida. Finalmente se despidió frente al panteón y no supe que pensar de aquella salida, prometimos vernos si iba a Barcelona, dudo mucho que cualquiera de las dos en serio lo sentía.
El resto de la tarde lo dediqué a terminar de recorrer el camino de los illuminati que planteó Dan Brown para su libro Ángeles y Demonios, conjuntamente, videollamé a Luciana y visité otro par de iglesias como Sant’Andrea della Fratte y San Silvestro in Capite. El día terminó tomando el metro desde Reppublica con los pies ardiendo a causa de mis tan amadas Doctor Martens.
#8153 en Otros
#750 en No ficción
#2466 en Relatos cortos
dolcevita, intercambio cultural italia, diario cotidianidad realidad
Editado: 20.05.2023