El Diario de una Vida Agridulce.

Capítulo 12: Before Monday.

 

No sé exactamente como pasó lo que estoy por contarles a partir este capítulo, nuevamente, la realidad es tan frágil que no ha de extrañarme. Solo recuerdo experimentar un falso entusiasmo aquel jueves por la mañana escogiendo un outfit excepcional porque en la tarde, la escuela había organizado un tour por el Quartiere San Saba y posterior a eso saldría con mis nuevas amigas y con Luciana, quien se suponía me gustaba, pero me acomplejaba después de la segunda cita, si es que así podía llamarle. 

 

Ella fue quien dio visto bueno a mi elección de atuendo, el cual constaba de un cuello tortuga verde oliva, una chaqueta de cuero sintético, un jean de segunda que aparentemente era original de los noventas y mis tan amadas Doctor Martens. Me sentí guapa, no lo voy a negar, mas la inseguridad martilló mi cabeza de todas formas porque después de esa noche en casa de Luciana no me consideré merecedora de amor, amistad o cercanía. ¿Era acaso un fastidio para las otras personas? 

 

Como sea, mi hermano me acercó a la estación del metro, al despedirme me puse los audífonos, los lentes de sol que compré en Porta Portese y me olvidé del mundo por un rato, al menos hasta que llegué a Repubblica. Salí a la piazza desde el subterráneo y sentí que alguien llamaba mi atención mediante un toque en la espalda.  

 

Me alarmé por un segundo hasta ver que se trataba de Topi, me reí y pausé la música para saludarlo. Tal parece que la mayoría de las veces usamos el mismo metro y no nos dimos cuenta. Caminamos por Via Nazionale hablando sin mucha importancia hasta que vimos un kiosco de souvenirs donde vendían el conejito esponjoso más adorable que alguna vez vi. Le pedí parar para ver si no era muy costoso complacer mi capricho, y lo fue porque nueve euros al cambio era demasiado por un llavero de peluche.  

 

Seguimos hasta Palazzo delle Esposizioni y giramos a la izquierda en Via del Boschetto acelerando el paso porque íbamos tarde a clase. Su penúltima clase, de hecho, pues la tercera y última semana de Topi en Roma estaba a punto de terminar; él no podía creer que le faltasen menos de cinco días para tener que partir a Finlandia el lunes a las 7:30 de la noche.  

 

“¡No, Topi! Qué triste, te voy a extrañar.” Le dije con dramatismo sarcástico. ¿O en realidad lo sentía? Al menos no le di importancia, como tampoco pensé significara algo que el distante finlandés decidiera tocar mi anillo de resina comparándolo con un dulce.  

 

Al finalizar la jornada le pregunté a Charlotte si tenía planes para la tarde, como no tenía nada en mente, decidimos ir a su apartamento en Baudina a cocinar y pasar el rato hasta que tuviéramos que irnos a Circo Massimo donde empezaba el recorrido de la escuela.  

 

Camino al metro, Charlotte entabló una conversación en italiano con una japonesa de su clase, como no estaba a su nivel, me vi excluida hasta que nuevamente apareció Topi.        

 

Como nosotras, él tenía que bajar en la estación Cipro así que platicamos amenamente todo el recorrido; me preguntó si había comprado el conejo, negué razonando cuan estúpido era gastar mi dinero en algo tan innecesario.  

 

Él también iba al tour de la tarde, fue un alivio considerando la cantidad de amigos que tenía Charlotte y la posibilidad de quedarme sola a mitad del recorrido.  

Por algún motivo, le conté al rubio de cabello largo que una chica con la que estaba saliendo se nos iba a unir para el aperitivo posterior, se mostró extrañamente sorprendido y nuevamente, no le di importancia. 

 

Charlotte es una persona encantadora e independiente. Con tan solo diecisiete años pagó casi por completo su estadía en Italia, además sabía cocinar y defenderse por si sola.  

 

No puedo hablar mucho sobre los holandeses, pero me impresionó la manera en que se crían, genuinamente admiré como son capaces de desenvolverse en el mundo a tan temprana edad. Envidié su contexto, la vida sería más fácil para mí de no haber tenido a alguien que me hiciera todo antes de poder siquiera intentarlo.   

 

A las 4:30pm tomamos el metro en plena hora pico lo cual desencadenó una crisis de ansiedad en ambas por el montón de gente y ruido. Me alegró estar a su lado pues por fin alguien entendió como se siente no poder controlarse en ese tipo de situaciones y así dar el apoyo indicado. 

 

A las 5:15pm llegamos a la estación Circo Massimo para encontrarnos no solo con los de la clase sino también con Lana quien estaba ahí por su trabajo, esperando a la madre de los chicos que cuidaba. Y ahí estaba él, Topi, sus ojos celestes se iluminaron con una sonrisa tímida al verme, inmediatamente me separé del grupo para saludarlo. 

 

“Ándale, Ándale” Dijo frente a la FAO cuando le mostré un par de banderas latinoamericanas. Por dicho comentario lo golpeé gentilmente en el brazo para decirle que seguramente un mexicano se sentiría ofendido al escuchar la expresión por parte de un extranjero.  

 

En ese momento lo supe, mejor dicho, lo sentí. Unas inexplicables ganas de tocarlo, abrazarlo, tenerlo cerca y noté las mariposas revolotear en mi vientre. ¿Era recíproco? Había una energía tensa entre ambos, divertida, sin embargo. A la mierda el tour, solo quería estar con él.  

 

Llegamos a Basilica di San Saba, durante la explicación estuve tan cerca suyo que sentí la tela de su hoodie rozando la cuerina de mi chaqueta. Al salir, casualmente le conté sobre como mi mejor amigo de Colombia terminó una relación de años, concluí diciendo que en 2019 seguro hubiese querido que eso pasara para estar con él pero que a momento solo era mi amigo, esto con intención de darle una pista sobre mi aparente bisexualidad.  

 

No comentó nada importante por unos minutos. En Piazza San Lorenzo Bernini cambié el tema para mostrarle los astros que empezaron a adornar el cielo a medida que caía la noche, entonces dijo: I kinda have a thing for you.  




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