Capítulo 14:
Martes, 7 de marzo.
Ahora sí, el tan esperado viaje. Mi niña interior no tuvo problema con madrugar aquel día sabiendo que en pocas horas estaría en Londres. Me alisté de prisa con las cosas que había dejado ya listas desde el día anterior con tanto esmero y análisis de practicidad.
Mi hermano y yo teníamos una maleta para los dos entonces, me limité a llevar un solo pantalón y mis amadas Doctor Martens para construir distintos outfits cambiando la parte superior.
Me llegué a preocupar por el espacio; cuando mi hermano regresara a Roma y yo me fuera a Barcelona, aún tendría que encargarme de sus cosas porque su vuelo de regreso no contaba si quiera con equipaje de cabina. Además, seguía siendo invierno y las capas que llevaba puestas para sobrellevar mis días en Inglaterra no me servirían de nada en España donde se empezaba a sentir la primavera. Como sea, logré solucionarlo.
En el aeropuerto hice casi todo sola pues el equipaje estaba a mi nombre, mi hermano solo debía preocuparse por abordar, bueno, como salíamos de la Unión Europa tuvimos que acompañarnos para poder emigrar.
El vuelo fue tranquilo, dos horas y media nada más. Una vez en Londres agradecí no estar completamente sola porque el agente de inmigración hizo muchas preguntas para por fin dejarnos pasar.
Legalmente en territorio inglés, no me hallaba de la felicidad. Abordamos el tren desde Gatwick hasta el centro, durante todo el trayecto no di crédito siquiera a los suburbios, ¿mi sueño se estaba haciendo realidad o en cualquier momento me iba a despertar? “Mind the gap between the train and the platform” ¡Era real! Y yo que creía que solo en películas lo iba a escuchar.
La ciudad gris estaba encantadoramente nublada, fría y lluviosa. En nuestro camino al desayuno vi el Big Ben a la distancia y en serio que nunca había estado tan emocionada. Tomamos un sándwich con una bebida caliente en Pret a Manger antes de despedirnos, mi hermano se encargó del equipaje rumbo a su antigua oficina y yo empecé a analizar cual lugar quería visitar primero de mi larga lista.
La primera lágrima se la dediqué al Saint Bartholomew’s Hospital donde se grabó una de las escenas más trascendentales de mi serie favorita. Sherlock significó un antes y un después en mi vida y ahí estaba yo, parada en el mismo lugar donde estuvo Martin Freeman, el actor que dio vida a John Watson, mientras observaba al mismísimo Benedict Cumberbatch que como intérprete del gran detective tuvo que fingir estar a punto de arrojarse de la cornisa.
Saqué un trípode que muy amablemente me prestó Silvia con tal de grabar un par de tomas desde distintos ángulos para inmortalizar en vídeo esa importante visita.
A diferencia de los romanos, los londinenses eran extremadamente corteses; no les molestó estuviese grabando y si por alguna razón debían intervenir, me pedían perdón con una sonrisa o hacían todo lo posible para dejarme terminar tranquila.
Un señor tenía que aparcar su camión justo donde me había postrado porque era el único espacio disponible, a pesar de ello, me rogó continuara con lo que hacía pues no tenía prisa. Como él, varios transeúntes evitaron entrometerse y cuando veían que paraba de grabar, me dedicaban una sonrisa.
Me costó irme de aquel sitio, media hora fue suficiente para hacerme notar que, si permanecía allí, me privaría de hacer otras visitas. Mi camino siguió por Saint Paul’s Cathedral hacia el Millenium Bridge que bien conocía por Harry Potter y el misterio del príncipe. Siguiendo con la vibra Potterhead, me enamoré de Southwark Cathedral, una iglesia que Hogwarts parecía, igual que el jardín de St Dunstan in the East donde vi nevar por primera vez en la vida.
Continuando con locaciones reales de las películas, me adentré a Leadenhall Market donde me orientó una amable policía quien reafirmó me encontraba en el mismísimo Diagon Alley solo que en ausencia de lechuzas y varitas.
Tras un intento fallido de ingresar al Sky Garden, tomé el metro hasta Kings Cross, ilusionada de conocer la famosa tienda de la estación 9 ¾ donde venden un sweater del equipo de Quidditch de Gryffindor, que por tener hace años me moría. Tristemente se encontraba agotado, por lo que, un poco desanimada, compré un burrito en Pret a Manger para por fin darme una pausa con vista a la bellísima estación St Pancras.
Terminado mi almuerzo, me puse en marcha. Quince minutos después me encontré en Claremont Square, frente a la casa de Sirius Black, el cuartel general de la orden del fénix. La tarde terminó en Barbican Center, donde Harry Styles grabó el video musical de su single As It Was.
Me costó encontrar el lugar exacto sin antes preguntar, una vez lo hice, una gentil local me llevó ella misma hasta allá mientras conversábamos de sus varios encuentros con artistas, incluido Harry cerca de su hogar.
Mi hermano llegó al Barbican para ayudarme a recrear mis escenas favoritas del video clip, me dio un recorrido por la biblioteca y me dejó la maleta para irse a cenar. Me quedé en un café al menos dos horas seleccionando y editando todo el material producido ese día para finalmente tomar un bus rojo de dos pisos hasta casa de Alejo, el mejor amigo de mi hermano.
Miércoles, 8 de marzo.
Fácilmente el día más feliz de mi vida, y el más frío a la par. Desperté temprano en la mañana con una intención clara, conocer el 221B de Baker Street real y el que usaron para la producción de BBC.
Apenas salí del subterráneo, me encontré con una estatua de Sherlock Holmes frente a la estación y claramente, comencé a llorar. Una vez estuve frente a la famosa puerta, me quedé mirando sin discreción al trabajador que vestía un uniforme de policía apersonando al inspector Lestrade, en eso, comenzó a nevar. Fue un momento mágico que no pienso olvidar jamás.
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Editado: 20.05.2023