El diario de Vicent

II. Sus ojos

Fue difícil al principio. La primera clase que tuvimos después de que Rogers nos presentara, para el chico fue un suplicio. Me odiaba con todas sus fuerzas. Detestaba que lo tratase como a un niño, me daba cuenta de ello con facilidad. Solía intentar escapar, o al menos los primeros días, lo intentó de muchas formas. Incluso recurrió al soborno, pero todos sus intentos eran de lo más dulces.

Sin ánimos de ofenderlo, era como un animal salvaje enjaulado.

Lo cierto es que Rogers solo me había pedido que pasara tiempo con él, más como una charla o momento terapéutico que como un castigo. Necesitaba que alguien llegase al fondo del problema, o al menos que le tuviera suficiente confianza para saber el motivo por el que era tan violento. Temía por el día en el que tuviese que echarlo de la universidad, pues a pesar de todo lo que el director pudiese hablar sobre este chico, se veía que le preocupaba tanto o más que otros.

Y a mí me divertía obligarlo a dibujar.

Como profesor y amante del arte, es bien sabido que los sentimientos fluyen a través de todo lo que llaman "garabatos", es como abrir el subconsciente y liberarlo en un idioma que pocos comprendemos. La rama de la psicología se dio cuenta de ello un día y lo tomó. La mente de Jeremy era maravillosamente abierta, muy distinto a lo que creía, sus emociones siempre fluían con una malicia desmedida, pero era bueno ver a esas manos utilizando su fuerza para algo distinto.

Aunque a él no le agradó mucho la idea, porque en tres días perdió la paciencia.

—¡Estoy harto de esta mierda! Pierdo horas haciendo garabatos estúpidos contigo, horas que podría estar utilizando para otra cosa. ¿Alguien te dijo que tengo una vida ahí afuera? ¿Amigos? —dijo un día lanzando el cuaderno de dibujo.

—Y estoy seguro de que están muy orgullosos de ti...

Tuve que fingir que seguía concentrado en la lectura de un libro que ciertamente no recordaba haber tomado, la mayor parte del tiempo prefería verlo a él, aunque estaba tan ensimismado en su enojo que nunca se daba cuenta.

—No, no lo están, y si el objetivo es que pierda tanto tiempo aquí que ya no pueda partirle la cara a nadie, déjame decirte que de todas formas lo haré.

—Si puedes encontrar tiempo para golpear a otro estudiante, lo puedes hacer para ver a tus amigos.

—Vete-al-carajo —lo escuché articular solo para alzar la mirada y encontrarme con el vulgar gesto de su dedo corazón alzado—. Me largo, que William haga lo que se le venga en gana. Que me meta a una correccional si quiere, pero estás muy estúpido si crees que voy a quedarme aquí a...

—Cuida ese lenguaje Jeremy, no hay nada peor que una persona malhablada.

—Díselo a Byron...

Siempre lo mencionaba a él, por lo menos una vez en todo el día, pero lo hacía. Solía preguntarme si Rogers estaría consciente del lazo que habían formado esos dos, pues el aparecer tan constantemente en la mente de alguien incluso por accidente, estaba destinado a convertirse en algo especial.

—Ese chico tiene sus propios asuntos, no los mezcles con los tuyos.

—¿Y tú qué puedes saber de eso?

—Lo suficiente. Ahora recoge ese libro de dibujo o Byron también tomará las clases contigo.

Eso siempre funcionaba. Aquella amenaza siempre conseguía hacerlo retroceder, entre maldiciones y groserías, pero finalmente cedía a mis peticiones. Su amistad con Byron era una especie de arma de doble filo, conmigo había descubierto que su inmunidad tenía un precio.

Aunque nunca entendí por qué se esforzaba en lucir tan materialista y arrogante, cuando en el fondo poseía una sensibilidad muy frágil. ¿Cómo lo sabía? Por lo susceptible que era con el clima.

—Estúpido día... —dijo esa vez mirando a la ventana.

—¿Te gusta la lluvia?

—Es como ver al cielo llorar, la detesto —lo había dicho con un envidiable ceño fruncido.

¿Quién podía ponerse así por la supuesta tristeza del cielo? Era fascinante.

—Sé a lo que te refieres —admití después de reír—, pero inclusive los paisajes más tristes tienen su encanto, siempre debes fijarte en lo mejor de cada existencia.

—Es difícil cuando solo te enseñan la peor parte.

—Esa es la idea Jeremy, para disfrutar de lo mejor siempre se tiene que sufrir un poco.

Sé que ambos mirábamos la lluvia caer a través de la ventana ese día, también sé que yo dejé de hacerlo cuando me di cuenta de que el rostro de ese chico de rizos rubios se reflejaba. Y entonces solo lo miré a él. Deseaba con todas mis fuerzas poseer algún tipo de poder para entrar en lo más recóndito de su mente y descubrir hasta el más oscuro de sus pensamientos, quería saber todo lo que reinaba en ese maravilloso lugar.

Y comencé con lo más complicado.

—¿Por qué siempre tienes que solucionar las cosas con la violencia?

—Porque las palabras no solucionan nada y los golpes me hacen sentir mejor.

—¿Por qué te haría sentir mejor herir a alguien?

—Ellos se esfuerzan en herir a alguien que me importa, es lo menos que puedo hacer.

—¿Te importa tanto como para tomar esa venganza en tus manos?

—Me importa tanto que puedo disfrutarla.

Se sorprendió cuando me vio a su lado, pero si le molestó, no dijo nada. "Las palabras no solucionan nada" había dicho, pero no sabía cómo explicarle que éstas podían iniciar y detener guerras, que subestimaba el poder de las ideas. ¿Cómo podía entenderlo alguien que prefería cerrar sus puños y no la boca?

—Vengarse es cubrir una herida con otra.

—Entonces solo tengo que cubrirlas a ambas —murmuró.

¿Cómo explicarle sin hablar? Sin permitirle otra cosa que no sea dejar fluir sus emociones, sin el filtro de sus labios.

Ahí fue cuando la mejor idea de la vida vino a mi mente. Algo fugaz, un deseo momentáneo que me llevó a cometer una locura.

—Jeremy, te daré el derecho de elegir una sola vez. ¿Puedes seguir dibujando? ¿O preferirías tocar un instrumento?



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En el texto hay: homosexual, gay, lgbt

Editado: 20.05.2021

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