La tensión en el cuarto era mucho, Marcos no tenía idea de qué hacer, se encontraba a unos cuantos pasos de su hermana para poder separarlos. Lilim y Gabriel estaban juntos en la esquina del cuarto, también muy lejos como para hacer nada. Ainara se encontraba a los pies de la cama de Uriel, dándole la espalda al joven debilitado.
<<Ainara matará a la menorcita... >>pensó Uriel preocupado. <<Tengo que hacer algo>>
Estaba en la posición perfecta para dañarla, Ainara no lo tomó en consideración por su extraña y débil condición. Si hubiera podido tendría un tiro libre perfecto, pero estaba desarmado.
—Can, prepárate, necesito que expongas más tu cuello, el pequeño margen que me das me permitirá matarla —le transmitió Lilim bastante seria.
—No... no la matarás. Lo que estás viendo es lo que mató al hermano de Ainara, pero la verdadera está aquí...
Marcos se quedó congelado, sin saber que hacer, su hermana no se movía, no se resistía, en sus ojos no percibía ese brillo de astucia, parecía que se dejaría asesinar por su "amiga". Hizo bien en confiar en lo que le decía, pero ahora no confiaba en accionar.
Buscó alguna respuesta en su cabeza, intentando pensar como ella, ¿qué ganaba en no resistirse al
~Y~
—Sabes, Aini... —habló esa cosa que nuevamente la había consumido—. Quizás si les hubieras mencionado mi existencia hubieran evitado esto, pero desconfiaste.
—No, no es así —habló firme como siempre, manteniendo esa máscara de seguridad—. Yo te detendré.
La oscuridad era absoluta... parecía que todo lo que pasó hace tantos años se repetía. ¿Es que acaso no merecía ser feliz?
Tuvo suerte la primera vez, lo cierto es que nadie le había levantado cargos criminales por la creencia de que era esquizofrénica, pero esta vez no contaría con esa suerte. Tenía la impresión de que Lilim la mataría en cualquier momento. Esperaba que lo hicieran, al menos así podrían liberarla de esa horrible carga.
Que esa cosa tuviera su sangre demoníaca hacía que todo fuera más complejo, realmente podía llegar a ser una amenaza para todos los que quería.
~Y~
—Sólo quiero que me dejen salir... —pidió firme.
— ¡Maldita sea Candy, deja de ser tan estúpidamente terca! —exclamó Lilim.
—No quiero perder a mi amiga, yo se que ella está allí. —Mantenía firme su convicción, no planeaba abandonarla.
Uriel apretaba sus manos, podía escuchar la discusión menta que tenían. Su cuerpo de marioneta se estaba tensando, sentía frío, debía de ser el cuerpo manifestando lo que sea que lo haya debilitado tanto, su alma estaba protegido, su cuerpo débil.
No podía manipularlo del todo, si quería ahogarla no lo lograría, si intentaba golpearla podría fallar, además que tenía la fuerza limitada.
—Alejate de la menorcita —habló firme rodeando el cuello de la chica gato con su brazo.
La joven lo miró sin entender que tramaba, no tenía sentido alguno. El chico no parecía estar armado, ¿es que acaso el cambio de cuerpo lo hizo volverse loco?
<<Uriel nos consiguió tiempo... tendré que hacer algo para evitar que
— ¿Qué haces Uriel? —preguntó sin entender.
—Soy un chico espada, yo corto con el tacto, antes no lo hacía por carecer de cuerpo, pero ahora que lo tengo hay un conflicto entre cuerpos, no se separan del todo... yo soy un arma viviente —dijo convencido y sincero.
—La fiebre debe estar haciéndote delirar —murmuró seria.
El chico espada lo miró seriamente, sin decir nada, mostrando que hablaba en serio. No tenía que hacer, la terminarían matando...
Pero al menos se llevaría a una.
Iba a pasar ese objeto punzante a o largo de todo su el cuello de la menor, pero antes de poder hacerlo Candy se agachó. Lilim y Gabriel tardaron segundos en reaccionar, de la mano de ambos salió una luz, una fue oscura, la otra blanca, causando una herida grande en el hombro de Ainara.
La chica cedió ante el impulso de ambos rayos, cayendo hacia atrás. Uriel la sostuvo para que no se golpeara la cabeza.
~Y~
— ¿Sabes? —murmuró esa cosa—. Haz reiniciado el ciclo, tu ciclo, de sufrimiento. Está vez ellos sabrán que vos le mentiste, que hay cosas que no vas a querer contarles.
Ainara corría mientras la veía caer, necesitaba volver a recuperar su cuerpo, solo alcanzó a mirarla con una sonrisa.
—No dejaré que se reinicie. La próxima vez te tendré bajo control.
La cosa le devolvió la sonrisa.
—La próxima vez yo no fallaré, no lograran descubrirme —aseguró.
Tenía razón, ella estaba segura de que esa cosa aprendía con el tiempo, la imitaba mejor, le superaba. Sabía que una vez que tomaban el control ella se hacía débil, perdía el control de la situación, volvía a ese mismo pasado doloroso.