El diario del agua

Cap. 11: Planeando un rescate

—¡Belén! —gritaron Ainara y Candy al unísono mientras corrían a su encuentro. 

Ella sonrió, era bueno volver a tener su rutina. Al fin había conseguido derrotar la tristeza y levantarse de la cama. Había decidido que podría hacer un esfuerzo para ver a Josefina después del colegio, sería lo más cercano a volver a la normalidad.

A pesar de que tenía momentos en los que no la recordaba. Parecía que sus recuerdos de cuando era humana se desvanecían. Quizás ahora que sus habilidades híbrido demonio-humano estaban a flor de piel, podría hacerse ver más intimidante.

—Me alegra de verte por aquí —le dijo con una sonrisa Candy, ambas pasaron sus brazos por los hombros de Belén y ella las agarró de la cintura.

—Me costó un poco, pero me quedé dándole vueltas a lo que me dijiste y finalmente armé alguna especie de plan para poder seguir adelante —le comentó Belén con una sonrisa mientras se dirigían al aula.

— ¿Cual es tu plan? —preguntó Ainara.

La chica sonrió, con su problema de ADN tuvo que enfrentar algunos cambios que la hicieron descubrir habilidades que ella tenía. Miró a Ainara con intensidad, en ese momento la joven lo pudo sentir, un aura retadora e intimidante.

—Wow wow wow, tranquila —comentó divertida la chica gato—. Si quieres pelear hagámoslo fuera del colegio. 

La colorada las miró confundida, ella seguía siendo una humana sin habilidades. Belén y Ainara eran híbridos, Josefina era una náyade y Guadalupe hacía unos escudos realmente extraños que parecían irrompibles. Había cosas que nunca podría entender, como sentir una presencia o un aura, tampoco podría sentir la energía fluyendo por su cuerpo el de otros. 

— ¿Qué sucede? —preguntó desconcertada.

—Su aura, es como un ¡WOW! —exclamó, no le entendió nada pero fingió que así lo hacía.

Llegaron al aula, todavía no había nadie así que tomaron asiento y se acomodaron. Pronto llegarían el resto de los chicos del aula. 

— ¿Cuando volverá Guada? —preguntó mientras tomaba asiento frente a sus amigas.

—Creo que mañana, la extraño mucho, el colegio no es lo mismo sin ella —dijo Ainara algo nostálgica por los increíbles momentos que pasaron en el colegio.

Guadalupe ante de conocerlas había sido una ermitaña. No iba a la escuela, estudiaba sola en su hogar. No tenía amigos, estaba todo el día leyendo. En el único momento que hablaba era con el hijo de la peluquera a la que iba y luego cuando conoció a Candy habló con ella. El mayor temor que tenían era que volviera a ser igual que antes y que ya no quisiera volver a hablarles nuevamente.

— ¿Y tu amigo, Can? —preguntó Belén mirando a su amiga refregándose los ojos, se veía muy cansada.

—Él aún no despierta, estuve bastante ocupada últimamente.

—Se nota, parecer que no has dormido bien —le comentó Ainara algo ausente, había algo en su cabeza que no dejaba de rondar y que la mantenía aterrada. Aún no le decía a Belén que ellas debían de haber nacido demonios, puesto que si hubieran sido humanas habrían muerto en el experimento.

—Candela tuvo un paro cardíaco y está internada, me quedo muchas horas cuidandola junto con Uriel —les explicó.

— ¡¿Qué?! ¡¿Cuando?! —exclamaron ambas al mismo tiempo.

—Antes de ayer no había venido a la casa, pensé que se le dio por salir a bailar sin avisarnos. Al día siguiente nos llamó desde el hospital. Al parecer el ataque le dio en la uni y nos llamó o más rápido que pudo.

Mauro llegó junto con Rodrigo y Franco, no estaban al tanto de que los tres se levaban bien.

—Hey, nos hubieras avisado antes —susurró Belén para las tres—. Te ayudaríamos con las cosas que necesites. Queremos a Candela y te queremos a ti, no debería de cargar todo sobre tus hombros. 

En ese momento su voluntad se quebró, ¿debía contarles lo que sucedió? Sí, debía decirles que estaba pasando. Prometió confiar en ellas, era hora de cumplir su promesa. Iba a contarles lo sucedido, cuando el resto del grupo ingresó junto con la profesora, Ainara no alcanzó a sentarse junto a la pelirroja, así que decidió sentarse junto con Belén.

— ¡Buenos días chicos! —habló un jóven profesor bastante entusiasta para la hora que era—. Vamos, dale chicos, tomen asiento.

El profesor continuó hablando, Candy se quedó peleando consigo mismo, reclamando que no le había dicho nada a sus amigas. Debía confiar, se repetía esa frase una y otra vez. ¿Cuando le dieron motivo para no hacerlo? Habían peleado hombro a hombro, esas jóvenes eran capaces de sacrificar su vida por ella. Se lo merecían.

—Te ves preocupada —comentó una chica a su lado en un susurro algo extraño, se sobresaltó considerablemente, no la había escuchado sentarse a su lado.



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En el texto hay: mundos fantasticos, guerras magicas, aventuras magicas

Editado: 28.04.2020

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