Un grito de enojo llamó la atención de todos los presentes, María se levantó sobresaltada, había estado muy concentrada en su lectura. Se dirigió rápidamente hasta la escalera, se puso junto a Ainara y Uriel, quienes se veían nerviosos. Los tres vieron a Analía y Candy bajar a Lilim, quien no paraba de temblar.
— ¿Qué pasó? ¿Por qué Lilim está así? —preguntó acercándose a la escalera para ayudar a Analía.
—La tonta se emborrachó, es completamente incapaz de poner un pié frente al otro —bufó Candy bastante irritada.
María estaba molesta, ese era uno de los momentos en los que necesitaba la ayuda de Lilim, Candela no se encontraba allí, debía estar haciendo alguna de sus irresponsabilidades, así que tendría que hablar seriamente con ese demonio.
—Está bien, tenemos que irnos rápido a una misión, Uriel —el nombrado se sobresaltó al oírla pronunciar su nombre—. Necesito que busques a Gabriel, debe darme una mano con algunas cosas.
—No podemos ir a una misión en medio de la noche —replicó Candy, el problema estaba a punto de ser destapado. <<Si descubren que Marcos no está se me armará un lío gordo... >>pensó atemorizada.
—Por desgracia el llamado del deber puede ser a cualquier horario —atacó María, el corazón de Uriel y Candy galopaba—. Ve Uri, debe de estar en la habitación de Marcos.
Uriel asintió y se fue caminando tranquilamente, pensando en lo que haría al llegar a la habitación, tenía que encontrar alguna forma de que su abuela perdiera interés en Gabriel. Abrió la puerta de la habitación de su hermano, pensando miles de excusas.
En ese momento se percató de que Gabriel se encontraba allí, durmiendo. Miles de sentimientos encontrados se abalanzaron sobre él. Enojo, ira, tristeza, odio, temor, ¿cómo era ese maldito ángel capaz de abandonar a su hermano a la intemperie en el bosque, siendo que él lo cegó?
~Y~
— ¿Está mejor tu ala? —preguntó Marcos apoyado en la pared.
—Si, creo que podré llevarte a tu casa en unas horas, sólo deja que me reponga.
—Aún no puedo ver nada —contestó molesto—. ¿Dónde me siento? —preguntó, el haber estado cerca del río había sido una experiencia hermosa que le gustaría repetir en un contexto más tranquilo.
Gabriel lo tomó por los hombros y lo posicionó para sentarse, se acomodó lo más que pudo. Solo fueron unos segundos los que se distrajo Gabriel, cuando posicionó sus ojos nuevamente en el pelirrojo él estaba llorando.
—Nunca volveremos... —susurró Marcos—. Lo de tu ala es mentira, ¿Verdad? Está igual de rota que antes porque soy un inútil que no tiene energía suficiente para curarte.
—Hey, sabes que no es verdad —susurró acercándose a él—. No tienes la culpa de nada, estamos en un estado crítico y que no me pueda curar es normal —sonrió Gabriel—. ¿Que no sos el gemelo positivo?
—Soy inútil en este estado, lo sabes y aún no me has abandonado. Es un acto noble, pero ahora también atraso nuestro regreso, si no dependieras de mi de seguro estaríamos en casa... —su voz estaba rota.
Esas palabras le dolieron, no planeaba abandonar a nadie más, no de nuevo. En algún momento se había sentido débil, todos podíamos alcanzar ese triste estado, pero no quería que esa idea quedara en la mente de Marcos.
—Yo estoy herido, supongo que solamente somos un par de inútiles que sobreviviremos. Ahora duérmete un rato, yo vigilaré que nadie venga. Te ves muy cansado, cariño. —El que le dijera así hizo sonreír a ambos.
El chico asintió y al rato se quedó dormido. Gabriel miraba la salida de la cueva, la presencia del jodido soldado esa tarde le había dejado los pelos de punta. Tenía miedo de hacer cualquier movimiento, no quería que los descubran.
El ángel comenzó a sentirse mareado, lo que significaba algo, alguien había encontrado su marioneta. Justo en el peor momento.
~Y~
Uriel movió un poco al chico que se encontraba durmiendo, al no lograr despertarlo fue a buscar a María y Candy, quienes parecían bastante más imponentes que él. Primero encontró a su dueña, así que la llevó con Gabriel. Le extrañó mucho que él estuviera allí, podía sentirse igual o peor que su hermano mayor.
Se sentó en la cama del joven ángel y con solo moverlo logró despertarlo. Al parecer su rostro y el del chico espada era tan sombrío que logró asustar al albino.
— ¿Gabriel? ¿Dónde está mi hermano? Creí que estaba contigo... —preguntó ella fingiendo serenidad, quería una buena explicación.
El chico se levantó, casi de manera mecánica.
—No soy el verdadero Gabriel, estoy aún atrapado con tu hermano. —Esas palabras extrañaron a los presentes—. Este es solo un objeto que utilizo para cuando no puedo estar presente... un segundo, ¿cómo supiste que nosotros estábamos juntos?